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sábado,
04 de
noviembre de
2006 |
Viajeros del tiempo
Nada que no pueda salvar una buena novela. Los médicos están de fiesta. Una epidemia de resfríos e influenza ha recorrido la ciudad de uno a otro extremo, haciendo numerosas víctimas, y rara es la familia que no cuente tres o cuatro miembros en cama por una de esas causas. Por fortuna es una enfermedad benigna; casi diríamos amable. En efecto, todo se reduce a tres o cuatro días de cama, y si la casualidad ha querido que el último correo traiga de París una buena novela, está salvado el mal paso. Los diarios tienen el inconveniente de la rigurosa actualidad que hace desear pronto el restablecimiento, porque, la verdad, es suficiente estar en cama para que la ciudad se empiece a poner interesante con la Carelli, la Barrientos, Cebrian y los boulevares o el parque Independencia, o tantas otras cosas que hacen la vida amable y buena. Sin embargo, tres días en cama sin peligro de muerte no son tampoco mal recibidos por nuestros organismos, extenuados por la actividad febril de cada día, y así, conocemos a más de uno que, aprovechando la epidemia, se les ha recetado un descanso. Deseamos a todos los atacados el más pronto y feliz restablecimiento.
Cuando la ópera se va. Esta noche será la última función de María Barrientos, y por lo tanto se notará en todos los semblantes la tristeza de la despedida. Pero no será sólo la despedida a los gentiles artistas sino también a la señorita del palco vecino, a la compañera de la platea, que con una mirada amable ha hecho llevadera una larga semana; será la despedida al posible encuentro en el foyer, a una apertura de la puerta de un carruaje, incidente nimio al parecer, y que en realidad puede romper el hielo, puede ser una base. Solamente mirando de muy cerca y con un cierto espíritu de observación puede aquilatarse todo lo que significa la temporada del Olimpo en la sociabilidad del Rosario. Sabemos, y podríamos ponerlo en una lista, de una infinidad de compromisos matrimoniales nacidos allí a propósito de un do del tenor o del traje de la prima donna. El Olimpo es la base de nuestra vida social; es más para nosotros ahora que lo que era la Opera en tiempos pasados. Terminada la temporada y cuando vienen fiestas de otra naturaleza, sigue sintiéndose todavía su influencia, y la formación de las parejas en las tertulias obedece muchas veces a la colocación que han tenido las niñas en la sala del teatro.
Investigación y realización Guillermo Zinni ©
Fuente: La Capital
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