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 sábado, 04 de noviembre de 2006  
Entrevista: Enrique Leff. El cuidado de la naturaleza en la agenda educativa y política
"La crisis ambiental es ante todo una crisis del conocimiento"
El pensador mexicano atribuye a la escuela un papel preponderante en la educación ambiental

Micaela Pereyra / La Capital

La idea que avanza en el mundo, y especialmente en Latinoamérica, es la de entender la formación ambiental como una manera de construir saberes que sirvan para cambiar conductas individuales y colectivas, frente al desenfreno del desarrollo actual que degrada la naturaleza y agota los recursos.

Enrique Leff es un ambientalista mexicano que promueve esta idea de construir saberes que miren a un futuro sustentable. Es director de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, también doctor en química y profesor de la Universidad Autónoma de México. El pasado martes 24 de octubre visitó Rosario para cerrar un ciclo de conferencias organizadas por la Secretaría de Política Ambiental de la Municipalidad de Rosario, donde disertó sobre la “Construcción de los saberes ambientales en América Latina”.

“La crisis ambiental es ante todo una crisis del conocimiento”, afirma Enrique Leff y explica que la degradación es resultado de las formas de conocimiento a través de las cuales la humanidad ha construido el mundo y lo ha destruido por su propia pretensión de universalidad. Hoy los saberes ambientales vienen a cuestionar las relaciones de poder y los procesos productivos establecidos, con el propósito de deconstruir lo pensado hasta ahora y aspirar a otro mundo posible. “El saber ambiental interroga las causas de la insustentabilidad actual y las perspectivas de un futuro sustentable posible, conduciendo la construcción de una racionalidad alternativa, fuera del campo de la metafísica y de la ciencia moderna que han producido un mundo insustentable”, señala Leff.

—¿Cómo definiría a la educación ambiental?

—Es el proceso de toma de conciencia, de saber las causas profundas de esta crisis ambiental entendida como crisis civilizatoria, crisis de conocimiento. La educación viene a rescatar, no sólo a conocer el estado de cosas y sus causas, y a imbuir a los seres humanos de otro pensamiento: el la complejidad del mundo, el de la ética de la sustentabilidad pero también del respeto a la naturaleza y la resposabilidad hacia el otro. Pero la educación se ha convertido en un aparato ideológico del Estado, de este Estado constituido por esa racionalidad que es insustentable. Así la educación adquiere un sentido emancipatorio de esa sujeción a la cual estamos sometidos los seres humanos, que nos encontramos inmersos en el pensamiento mecanicista, adaptados a los mecanismos del mercado. Y los seres humanos convertidos en seres sumisos de una racionalidad insustentable, de un mundo inhumano. Entonces la educación, más que una transmisión directa de conocimiento científico sobre medio ambiente, tiene que ser un medio movilizador del pensamiento crítico y creativo, que tienda a deconstruir, a hacer pensar.

—Los saberes ambientales involucran procesos complejos y diversos ¿cómo podría implementarse la enseñanza de estos saberes en la escuela?

—La estrategia es abrirse a redescubrir el mundo. No hay saberes ambientales que ya están instituidos y ahora hay que meterlos en la currícula. La idea es cambiar las relaciones de poder dentro del aula, entre el profesor que hasta ahora se siente el propietario de ciertos saberes y se los transmite a los alumnos para adquirir un papel más de facilitador, de movilizador del pensamiento de los alumnos para ubicarlos en sus contextos socioambientales. La estrategia es desactivar toda esta trama de poderes que se ejercen en las escuelas, movilizar el pensamiento crítico, generar los saberes ambientales desde los chicos hasta los adultos que viven en Rosario: cómo viven su entorno, cómo piensan el mundo y cómo deciden modificar sus prácticas, sus conocimientos.

—¿Cómo se puede involucrar a todos los ciudadanos en la educación ambiental para que sean también creadores de los nuevos saberes ambientales, y que no sea sólo un tema para la escuela?

—La ciudadanía es la responsable de encontrarse con esos temas, muchas veces a través de crisis. Después de una crisis muchos reaccionan y generalmente no son los empresarios, sino los piqueteros, los que han perdido el empleo, quienes no tienen ayuda social. Entonces empiezan las movilizaciones sociales y la conciencia de estas cosas viene por las manifestaciones sociales de estas clases que vienen a perturbar la tranquilidad. A los empresarios, por ejemplo, se los puede inducir con el cumplimiento de una normatividad ambiental, las ISO famosas los obliga a ajustarse a una legislación ambiental.

—Usted hace una comparación de los saberes ambientales con los extranjeros, con los indios sin tierra ¿qué significa esta idea?

—Porque el saber ambiental emerge desde un límite. No es un paradigma más de la ciencia, en el sentido duro de la ciencia. Puede haber saberes acerca de qué elementos contaminantes hay en la atmósfera, saber cómo reciclar mejor ciertos desechos, saberes técnicos y fácticos. Pero sobre todo, los ambientales son saberes que están en el borde de la ciencia, que ven sus fallas y sus límites y dan lugar a otros saberes no científicos. Además promueve un saber pensante y desde el límite de no asumirse como un saber consabido, piensa en lo por pensar, y desde esa extranjería puede problematizar.

—¿Cuál sería entonces el rol de la educación ambiental en el marco de una educación para las nuevas racionalidades?

—Soy muy optimista y al mismo tiempo reconozco que vivimos en un mundo en conflicto. Igual pienso en otro mundo posible, en valorizar las cosas que la economía no ha valorizado. Y es tarea de la educación abrir la racionalidad ambiental como otras formas de ser que no surgirán de una creación individual, sino que tiene que ser colectiva. La educación la tomo como una ideología en una búsqueda colectiva del mundo de diversidad. Veo que en América latina hay algunos movimientos sociales que han entrado en resonancia con el diálogo y alimentan esta racionalidad desde el pensamiento como una posibilidad, como algo a lo mejor posible. Para eso habrá que deconstruir y contradecir muchas cosas y ahí uno de los campos más prometedores es el de la educación, por ejemplo, lo que hace la Ctera en la Argentina. Es una labor realmente titánica deconstruir todas las concepciones del mundo establecidas, pero creo que esa es la vía. No se trata de la revolución tradicional ni de la toma del poder por una clase social. Es el cambio de cómo ser en este mundo, aún cuando el mundo ya está tan hiperconstruido, organizado y armado en todos los sentidos. Es así de fácil y así de complejo.


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