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 domingo, 01 de octubre de 2006  
Oro verde. La zona de Paraguay de donde envían por tierra, agua y aire la producción a Argentina (primera nota)
Viaje al origen de la marihuana que se consume en Santa Fe
En el norte guaraní, el kilo sale seis dólares. En el sur provincial se multiplica hasta por cien. Narcos brasileños y locales libran allí una lucha extrema, con apoyo logístico y financiero mayor al del Estado que debe combatirlos

Leo Graciarena / La Capital

Ciudad de Pedro Juan Caballero (enviado especial).- Un mes después del secuestro de 367 kilos de droga y dos avionetas en un campo a 3 kilómetros de Sanford, cerca de Casilda, la segunda cosecha de marihuana en Paraguay ya llegó a su fin. Son muchos los ladrillos que llegarán a Argentina por tierra, agua y aire. La estimación es que hay 7.500 toneladas lista para repartirse en un 70 por ciento al mercado brasileño y en un 25 por ciento a los mercados argentino, chileno y uruguayo.

Esa droga no tiene un precio único. Es fruto de la negociación y se encarece a medida que se aleja de los campos donde fue plantada. Un kilo de marihuana puede conseguirse en el cultivo en unos 6 dólares y en el sur de la provincia de Santa Fe ya ronda entre los 400 y los 600 dólares. Ni hablar de Chile, donde ya supera los mil dólares. Las fuentes oficiales consultadas no tienen registro de narcotraficantes argentinos operando en el país, ya que compran la droga al pie de la avioneta cuando esta llega a destino.

"Los argentinos no muestran interés en instalarse del lado paraguayo para convertirse en un cártel, con lo cual tendrían que matarse con los que mandan hoy en día, sino que compran la droga cuando la bajan de la avioneta", explicó un experimentado funcionario de la Secretaría Nacional Antidrogas paraguaya (Senad), mientras se limpiaba las uñas de sus manos con una navaja. La Senad es el ente encargado de luchar contra el narcotráfico. Tiene rango ministerial, depende directamente de la presidencia y cuenta con menos de un centenar de agentes especiales para darles pelea a los narcos.

"La droga que se secuestra en los operativos equivale a un 10 por ciento de la droga que ingresó al país. Esa es una media mundial", explicó el agente especial de la Senad, que trabaja con el apoyo de la norteamericana DEA. Algo que en Paraguay nadie oculta. De acuerdo a estadísticas brindadas por la oficina de comunicación social de Senad, hasta el 22 de septiembre se incautaron en Paraguay 51.446 kilos de marihuana y 358 kilos de cocaína. También secuestraron 962 armas de diversos calibres (en su mayoría para ser volcadas al tráfico), 47.330 municiones, tres aeronaves y 32 vehículos.

Estos decomisos provocaron a los carteles un perjuicio de 39 millones de dólares. En los procedimientos detuvieron a 133 personas, ninguno de ellos argentino. Paraguay recibió este año, por séptima vez consecutiva, la certificación que da Estados Unidos a los países que luchan contra el narcotráfico.

La Capital transitó más de tres mil kilómetros en suelo paraguayo, por caminos pavimentados y de tierra, siguiendo la ruta de esta droga antes de ingresar a Argentina. Lo que se pudo palpar es que los cárteles de la marihuana -no menos de una docena de grupos- cuentan con una logística y un apoyo financiero muy superior a la que el Estado dispone para darles combate, favorecido por el círculo vicioso que da la corrupción. En Paraguay todo parece ser posible, pero el país donde se produce la mejor marihuana del Cono Sur no es el único responsable de esta situación, ya que nada se consigue en soledad.


Tierra de sicarios
Paraguay cuenta con una de las peores distribuciones de la tierra: el uno por ciento de los propietarios concentra el 77 por ciento del terreno. Y el 40 por ciento de los que trabajan la tierra, con menos de 5 hectáreas, cuenta con el uno por ciento de los campos. Los cultivos están ubicados en la región Oriental: 159.827 kilómetros cuadrados de las mejores tierras de Paraguay.

Existen tres zonas de cultivos: las tradicionales (Amambay y San Pedro); los cultivos dispersos (Concepción y Alto Paraná) y los cultivos recientes (Canindeyú, Caazapá, Caaguazú e Itapúa).

La sociedad paraguaya vivió tres largas décadas de dictadura militar (1954-1989) encabezada por Alfredo Stroessner, ideólogo del plan de eliminación de opositores sudamericano conocido como Plan Cóndor. Hasta los 70, la actividad agropecuaria fue un negocio pequeño dominado por la oligarquía local. Pero cuando los señores de la tierra comenzaron a vender sus campos a agricultores procedentes del sur de Brasil, los brasiguayos, éstos rompieron con el orden establecido. Mecanizaron cultivos y racionalizaron la cría de animales. ¿El resultado? Miles de peones se quedaron sin trabajo y se volcaron al cultivo de la marihuana. Y varios terratenientes brasiguayos no tardaron en ver el negocio. Así, en casi 40 años, hay en Paraguay cinco mil hectáreas de cultivos de macoña (por el término portugués maconha que designa a la marihuana) que representan unas 15 mil toneladas anuales de producción, fruto de por lo menos dos cosechas. Aunque fuentes del Senad aseguran que "en algunos lugares están sembrando escalonadamente para asegurarse cosecha todo el año".

Certificado por fuentes paraguayas y consumidores, la mejor marihuana es la que se produce en el departamento de Amambay, en la frontera con la localidad brasileña de Mato Grosso do Sul. Fuentes periodísticas y oficiales consultadas en Paraguay aducen que la marihuana que se consume en la provincia de Santa Fe es cultivada y cosechada en una franja de 200 kilómetros entre las localidades de Pedro Juan Caballero, Capitán Bado (ambas en el norteño departamento de Amambay) y en Salto de Guairá (Canindeyú), todas unidas por fronteras secas con el Estado de Mato Grosso do Sul. La guerra desatada entre narcos paraguayos y brasileños que pugnan por el control transformó al lugar en uno de los más violentos del planeta.

En esos lugares no hay delitos menores ni referencia directa a la marihuana. Al extranjero ni siquiera se la ofertan. Pero en esas fronteras secas se generó una zona franca para el contrabando. Se negocia en todas las monedas, sé trocan armas por droga y viceversa, se lavan millones de dólares y todo lo que se pueda imaginar. Además, los sicarios de los narcos son figuras incorporadas al paisaje. Como ejemplo, en Pedro Juan Caballero, que está separada de la localidad brasileña de Ponta Porá por una avenida parecida al bulevar Seguí de Rosario, los asesinos a sueldo dejan los cuerpos de sus víctimas en el cantero central conocido por todos como terra de ninguem (tierra de nadie en portugués).

Una vez que la macoña deja la zona de cultivos es movida por tierra unos mil kilómetros, teniendo a las rutas 3 y 8 como columna vertebral. Pensando sólo en la ruta hacia Argentina, la marihuana es pasada de un lado a otro de la frontera por balseros, mulas que se juegan al todo o nada llevándola en vehículos terrestres y los vuelos irregulares que se embarcan en las pistas clandestinas que afloran en el departamento de Ñeembucú, de la que Pilar es su capital. Ñeembucú limita con las provincias argentina de Formosa, Chaco y Corrientes y el desafío es cruzar en pequeñas embarcaciones los ríos Paraguay o Paraná. De allí, en menos de tres horas están en cualquier punto del norte argentino.


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Entre los árboles, un sembradío de marihuana en Pedro Juan Caballero.

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