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sábado,
16 de
septiembre de
2006 |
Ensayo que recibió el primer premio en el Certamen "Memoria y escuela", organizado por el programa "El diario en el aula" de La Capital
Enunciaciones del pasado, a 30 años del golpe
A pesar del tiempo transcurrido desde la vuelta a la democracia, en las Fuerzas Armadas aún hay resabios de discursos y prácticas propias del terrorismo de Estado que imperó entre 1976 y 1983
Rocío Cabrera, Paola Barrientos, Melisa Valdéz
En la interpretación de los acontecimientos del presente la memoria desempeña un papel preponderante, sólo a través de ella es posible encontrarle sentido a hechos que aparentemente no poseen demasiada relevancia y que, sin embargo, en el fondo, pueden encerrar insospechadas derivaciones.
A pesar del tiempo transcurrido desde el golpe militar que inauguró la última dictadura en nuestro país, recientemente se ha puesto de manifiesto que dentro de las Fuerzas Armadas persisten resabios de discursos, prácticas y mecanismos propios del terrorismo de Estado implementado durante el régimen que imperó entre 1976 y 1983. Tales expresiones, así como la vinculación que presentan entre sí, parecerían estar indicando la vigencia de algunos principios propios de la Doctrina de Seguridad Nacional en ciertos ámbitos dentro de las Fuerzas Armadas, los cuales se encuentran en franca contradicción con la esencia del estado de derecho democrático que rige en la Argentina desde 1983.
Pocos meses atrás fue revelado que en los institutos de educación secundaria pertenecientes a las Fuerzas Armadas se estaban utilizando, como material de estudio, manuales de instrucción que hacían referencia explícita a la posibilidad de intervención de dichas fuerzas en acciones de represión contra la "subversión" dentro del territorio nacional; lo cual desafía lo sancionado por las leyes de seguridad interior y de inteligencia nacional que prohíben a las Fuerzas Armadas realizar acciones vinculadas con la seguridad dentro del ámbito de nuestro país (Clarín, 25/04/06).
En dichos textos además se mencionaría la necesidad de adiestramiento del personal de la Armada para desarrollar actividades contra las fuerzas "subversivas terroristas" por medio de "operaciones especiales" que podrían revestir la calidad de clandestinas o encubiertas; prácticas que se encontrarían contenidas dentro de la planificación de una amplia estrategia que incluiría también el control de los medios masivos de comunicación -como forma de acción psicológica contra el "enemigo"-; llegando a proponer, bajo ciertas condiciones, la posibilidad de llevar adelante una "guerra sucia" contra la subversión.
Además incluirían propuestas que estarían habilitando y justificando la realización de tareas de inteligencia interna: sugiriendo procedimientos de identificación, vigilancia e investigación de personas y formas de efectuar indagaciones con el objetivo de obtener información con o sin la anuencia de los investigados.
Estos materiales, que desconocen los cambios impuestos por el sistema democrático al rol de las fuerzas Armadas, llegarían al punto de reivindicar "la lucha contra la subversión" desarrollada durante la trágica etapa de nuestra historia inaugurada en 1976.
Los contenidos y el vocabulario empleado en los manuales que circularon en los institutos militares hasta hace muy poco remiten inmediatamente a los principios sustentados por la Doctrina de Seguridad Nacional elaborada por Estados Unidos para frenar la expansión del comunismo en el Tercer Mundo el cual, según la potencia hegemónica, se opone y ataca la civilización democrática, occidental y cristiana. Principios que fueran invocados en más de un golpe de Estado y que proporcionaran el fundamento para el accionar del Estado Terrorista.
Represores de su pueblo
De acuerdo con aquella doctrina militar, las Fuerzas Armadas de los países de América latina y de los países dependientes en general debían asegurar el orden hacia el interior de sus fronteras por medio de una guerra permanente en distintos frentes, para asegurar la defensa de la soberanía y la integridad territorial y moral de la Nación, amenazada por el movimiento subversivo internacional de orientación marxista-leninista, en primer lugar la guerrilla de izquierda, pero también el socialismo y los movimientos antiimperialistas.
Siguiendo estos preceptos, desde mediados de la década de los •50 nuestras Fuerzas Armadas comenzaron a vigilar las actividades políticas que consideraban que podían llegar a provocar desórdenes y agitación social; progresivamente fueron considerando agitadores o subversivos a los militantes de los partidos políticos que cuestionaban el orden vigente, estudiantes universitarios, sindicalistas combativos, intelectuales y artistas que expresaban su descontento con los regímenes sociales y políticos de corte militarista que se estaban intentando imponer.
En la práctica, la aplicación de esta política, significó que las Fuerzas Armadas se convirtieran en represoras de sus propios pueblos, imponiendo dictaduras militares cada vez más férreas que suprimieron las garantías constitucionales y aplicaron políticas estatales basadas en el terror.
Después de casi medio siglo desde aquella época en la que fuera diseñada la estrategia de Estados Unidos para enfrentar el peligro del avance del comunismo en América latina, es posible advertir que muchos de los principios de la Doctrina de Seguridad Nacional siguen vigentes en los materiales de estudio que circulaban recientemente en los liceos.
Se puede pensar entonces que los principios de ese cuerpo de ideas elaborado en el contexto de la Guerra Fría tendrían la capacidad de adaptarse al actual contexto de la globalización pasando a formar parte, dentro de éste, de una estrategia cuyo propósito fundamental es la neutralización de cualquier tipo de desafío a la hegemonía mundial del país del norte; y que dentro de las Fuerzas Armadas de nuestro país aún existen sectores que siguen adhiriendo a dichos postulados.
Si algunos contenidos con los que se venía formando hasta hace muy poco a los estudiantes de estos institutos se encontraban en conflicto con las reglas de juego del sistema democrático, no menos lo estaban las tareas de inteligencia que se venían desarrollando en algunas bases militares pertenecientes al ámbito de la Armada.
La Base Naval Almirante Zar de Trelew contaba entre sus funciones la realización de tareas de inteligencia interior expresamente prohibidas por la ley de inteligencia nacional sancionada en el año 2002, las cuales, lejos de constituir un hecho aislado, estaban articuladas con una estructura superior: el Comando de Operaciones Navales de la Base de Puerto Belgrano (Página/12, 21-03-06 y 29-03-06; La Nueva Provincia, 23-03-06).
Indagaciones ilegales
Las indagaciones ilegales, al igual que durante la dictadura, apuntaban a funcionarios públicos, periodistas, estudiantes y docentes universitarios, dirigentes políticos e integrantes de organizaciones de defensa de los derechos humanos, entre otros (Inforegión, 28-04-06).
También en el funcionamiento del espionaje político-ideológico se pueden trazar algunos paralelos con lo ocurrido en aquellos trágicos momentos de nuestra historia. Tomando como parámetro de comparación lo efectuado por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, se ponen de manifiesto semejanzas tanto en la forma de operar el seguimiento, espía y registro de las actividades de personas u organizaciones de la sociedad civil, realizadas fundamentalmente por infiltrados en asambleas, reuniones, manifestaciones, congresos, conferencias, actividades de partidos políticos y de organizaciones sociales como en la manera de clasificar y organizar la información, en la que subsisten las categorías como la de "marxistas".
El grado de correspondencia que presentan las actividades de investigación ilegales con la instrucción recibida por los cadetes en los liceos respecto a las funciones de inteligencia que les competen a las Fuerzas Armadas y a la forma de llevarlas a cabo es tan importante como el que muestran ambas con los principios y los objetivos planteados por la Doctrina de Seguridad Nacional entre los que se destaca la lucha contra el "enemigo interno" o el "delincuente subversivo" -categoría dentro la cual eran clasificadas las Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura y que las recientes indagaciones prefieren rotular como "marxistas"-.
Una manifestación pública de los postulados ideológicos que sustentaron el golpe de Estado que dio inicio al último gobierno militar en nuestro país, y que subsisten en ciertos sectores dentro de las Fuerzas Armadas, puede ser observada en el acto organizado en homenaje a las "víctimas de la subversión" que recientemente reunió, en la Plaza San Martín de la ciudad de Buenos Aires, a un grupo reducido de militares en actividad y en situación de retiro que junto a familiares de represores reivindicaron el terrorismo de Estado (Página/12, 25, 26 y 27/05/06; Clarín, 27/05/06).
Este hecho que desafía la reglamentación que prohíbe a los uniformados intervenir en cualquier actividad política, estaría denotando la disconformidad de algunas facciones frente al funcionamiento de la justicia en un régimen democrático; la cual habría quedado plasmada en proclamas de rechazo al enjuiciamiento a militares acusados de violaciones a los Derechos Humanos durante la última dictadura -que fueron calificados como perseguidos políticos- y en reclamos de indemnización por los "muertos por el terrorismo marxista-leninista".
Tal vez lo que surge con mayor claridad ante todo lo expuesto es un interrogante: ¿Es posible que aún hoy existan dentro de las Fuerzas Armadas algunos grupos que no han logrado definir cuál es rol que les ha sido asignado a las mismas por el sistema democrático desde la recuperación de la legalidad constitucional?
Es probable que lo más significativo de estos sucesos -las actividades de espionaje desarrolladas por la Armada, los contenidos de los manuales que circulaban en los institutos de enseñanza militar y la reivindicación pública de la "guerra sucia"- no se encuentre en las particularidades que muestra cada uno sino en la articulación y coherencia que presentan entre sí, las cuales adquieren su verdadera dimensión cuando se las interpreta a la luz de acontecimientos que en el pasado marcaron trágicamente a nuestra sociedad.
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