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 sábado, 09 de septiembre de 2006  
Quinto aniversario. Miles de trabajadores indocumentados respiraron polvo tóxico entre los escombros de las Torres Gemelas
Inmigrantes y voluntarios, los héroes abandonados del 11-S
Sufren trastornos de salud y sólo un hospital los atiende gratis. Planean una demanda contra Nueva York

Nueva York. - A cinco años de la tragedia del 11 de septiembre comienza a confirmarse que aquellos días no sólo se nutrieron de héroes y altruismo: también hubo una buena dosis de desprecio por las vidas de muchas personas. "Los héroes abandonados", tituló esta semana el New York Daily News un artículo en el que denuncia que "miles de inmigrantes indocumentados que respiraron polvo tóxico para limpiar los edificios en torno al World Trade Center sufren serios problemas de salud y apenas tienen sitios donde ser atendidos". "Los inmigrantes eran reclutados en cualquier esquina y puestos a trabajar sin entrenamiento de seguridad ni equipo de protección", escribió el periódico.

"Cuando nos necesitaron nadie preguntó por nuestros papeles, pero ahora ya no quieren escuchar de nosotros", dijo Lucelly Gil, de 50 años, que trabajó en la zona durante meses. Ella, y otros cientos, fueron clave para que el centro financiero del país volviera a funcionar apenas seis días después de los atentados.

Hoy sólo el hospital Bellevue los atiende de forma gratuita, aunque incluso esa posibilidad puede desaparecer dentro de un año si el gobierno no interviene para financiar el modesto programa del centro de salud.

El gobernador de Nueva York, George Pataki, firmó en agosto tres leyes destinadas a cubrir los costos sanitarios de aquellos trabajadores durante la tragedia, pero esos beneficios no se extienden a los indocumentados. "Lo único que les interesaba por entonces es que trabajáramos rápido", recordó Alberto Melo, de 47 años. Cuando su jefe aparecía, lo hacía protegido por una máscara de alta seguridad con filtros especiales. "Cada día estamos más enfermos", agregó.

Y no sólo los inmigrantes indocumentados fueron víctimas de las prisas y la desidia de entonces y del desinterés de hoy: David Miller, integrante de la Guardia Nacional que trabajó durante diez días removiendo escombros, escupe sangre cada vez que estornuda. Recuerda que, apenas 48 horas después de haber comenzado a trabajar allí, era obvio que el polvo que flotaba en el aire era bastante más peligroso de lo que se les había dicho. "Estaba casi ciego, tosía, tenía ampollas en todo el cuerpo. De haber sido lo suficientemente inteligente, me hubiese ido a casa en ese momento". A sus 39 años, los pulmones de Miller, un trabajador de la construcción en el Bronx, funcionan al 40 por ciento.

Cerca de 8.000 policías, bomberos y residentes de la zona están intentando demandar a la ciudad de Nueva York por haber sido expuestos a sustancias tóxicas en la "zona cero". Es la otra tragedia, mucho más silenciosa que el estruendo de las torres al caer, pero no por ello menos real.

Varios grupos de neoyorquinos descontentos con el gobierno se reunieron cerca de donde se asentaban las Torres Gemelas para denunciar el desinterés de éste en atender los problemas de salud causados por los ataques y denunciaron que han sido ignorados.

Sus quejas seguramente serán repetidas en una audiencia en el Congreso, donde los legisladores interrogarán a los funcionarios federales para que expliquen por qué no recibieron tratamiento miles de personas expuestas a los desechos tóxicos generados por la tragedia.

El padre de un policía neoyorquino que murió tras respirar el polvo tóxico en el lugar de los ataques dijo ayer a los legisladores que el gobierno ha empleado demasiado tiempo estudiando la situación en lugar de tratar las dolencias que mataron a su hijo. "Nuestra primera prioridad debe ser el tratamiento de estos héroes para mejorar su salud y salvar sus vidas. Los estudios deberían ser secundarios", afirmó Joseph Zadroga, padre del detective del departamento de policía de Nueva York, James Zadroga, en un escrito preparado para una subcomisión de la Cámara de Representantes que efectuará una audiencia cerca del Centro de Comercio Mundial.

James Zadroga murió en enero de una dolencia respiratoria atribuida a la contaminación ocurrida en el lugar de los ataques. Ha aumentado la presión pública para que el gobierno atienda los problemas de salud atribuidos al polvo tóxico surgido como consecuencia de los atentados. "No hay duda de que, como resultado de su horrible exposición, miles de personas que respondieron a los ataques del Centro de Comercio Mundial han desarrollado dolencias crónicas e incapacidades que seguramente serán permanentes", indicó la doctora Robin Herbert, subdirectora del Centro Médico Mount Sinai encargada del programa que sigue a los trabajadores afligidos.

La protesta ocurre mientras la jefa de la Agencia de Protección Ambiental, Christie Todd, decía que la responsabilidad de los trabajadores en los escombros de las torres era exclusivamente del gobierno municipal y no de su cartera.
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Cientos de operarios fueron víctimas de la desidia oficial.

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