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domingo,
03 de
septiembre de
2006 |
El lugar de lo nuevo
la promoción de los escritores jóvenes y el vínculo con la tradición, dos claves en una línea editorial
Ana Porrúa
Diario de Poesía surgió como una revista hecha por poetas-críticos jóvenes. La novedad siempre estuvo presente en sus páginas, ya sea mediante la puesta de lo que en los 80 comenzó a surgir como "poesía femenina" y a dividir las aguas generacionales, como mediante la publicación del neo-barroco -Perlongher, Carrera e incluso Emeterio Cerro tuvieron un espacio en el Diario, un espacio para sus textos.
Paralelamente, el Diario iba construyendo su propia línea poética, la del "objetivismo", término que comenzó a circular internamente y a cubrir una trama de textos y posiciones que se debatían -y esta es una burda simplificación- entre las ideas de Giannuzzi y Williams, o buscaban un recorrido simbolista para los objetos que ingresaban al poema y la mirada que allí se construía. Como grupo cercano, los integrantes de las revistas La Mineta, La Trompa de Falopo y, básicamente, la 18 whiskies, Villa, Desiderio, Durand, Edwards y Fabián Casas, tenían en el Diario de Poesía un lugar importante de visibilidad.
La "nueva poesía", por llamarla de algún modo, no aparece entonces como algo exótico en el Diario de Poesía porque tenía una tradición reciente que la respaldaba, una especie de paternidad joven. Pero además, el Diario fue el lugar en el que la novedad no sólo adquirió un lugar sino que fue legitimada. El "I Concurso Hispanoamericano Diario de Poesía" fue fundamental en este sentido. El libro premiado sería, nada más ni nada menos que "Punctum" de Martín Gambarotta. Esa primera muestra, la de los premios y las menciones especiales, armaba una línea de continuidad: el segundo premio era para José Villa, uno de los "18 whiskies". El rol del Diario en relación a lo que se estaba produciendo, a la poesía del presente más inmediato, fue desde ese momento el de la promoción y el de la puesta en común: no hay, prácticamente, un poeta reciente que no haya publicado sus textos allí y todos tuvieron desde ese momento un lugar equivalente al de los poetas ya consagrados, sin distinción de líneas estéticas.
La entrada de la nueva poesía fue masiva y el abordaje crítico de las reseñas apuntó tanto a la lectura de lo singular como a la puesta de los textos en una tradición. Ejemplo de esto es la reseña de "Tuca", el primer libro de Fabián Casas, sobre el que Jorge Aulicino dice: "De todo eso Casas aprendió la paradoja. La poesía de imágenes pegada a la realidad convencional y la poesía coloquialista fueron vehículos de ciertas ideas sobre el mundo. Si aquello era idealismo, Casas utiliza esa pista de maniobras herrumbrada para instalar allí un «verdadero» realismo moral"; en la misma línea podría revisarse la reseña de "Hacer sapito" de Verónica Viola Fisher, escrita por Alejandro Rubio, destacando entre otras cosas que el libro está "escrito con la libertad lexical que los 18 whiskies legitimaron hace unos cinco o seis años", a lo que luego agrega que el de Viola Fisher es "un estilo que no le hace concesiones a ninguno de los gustos de moda."
Las tradiciones sobre las que se lee la nueva poesía son relativamente recientes, la de la poesía sesentista por un lado y la del "realismo", el "objetivismo" o el "neobarroco" por el otro. De todos modos, lo peculiar será para el Diario el modo de transformar o utilizar las tradiciones, o de presentar un equilibrio en el interior de una de ellas. Cuando Martín Prieto reseña "Poesía en la fisura", la primera antología de la poesía joven preparada por Daniel Freidemberg, arma una genealogía del presente más inmediato (gesto que también compartió Daniel García Helder como lectura de algunos de los poetas más recientes, Rubio y Cucurto, por ejemplo). Dice Prieto: "Posiblemente «La zanjita» sea el mejor poema que escribió y que vaya a escribir Juan Desiderio. Posiblemente «La zanjita» sea un poema que exceda a Desiderio". Esta afirmación, que produjo una polémica posterior entre Aulicino y Daniel Samoilovich, se teje sobre el suspenso; el exceso -si uno continúa leyendo la reseña- es justamente lo que permite leer el poema de Desiderio como una tradición en sí mismo, casi como un "clásico" que contiene, dice Prieto, a los mejores textos de la antología. Su cualidad de "clásico", o para decirlo con Prieto "su marca extrema de modernidad", consiste en el equilibrio entre lo alto y lo bajo, ya que de este modo "se excluyen tanto la posibilidad de una construcción estetizante como la de una populista: pero es en la tensión entre ambos donde se juega el valor poético y político de «La zanjita»".
El texto que se publica de Carlos Battilana es un fragmento de un ensayo más amplio, "Diario de Poesía: el gesto de la masividad". A su vez, el de Ana Porrúa corresponde a otro trabajo: "La novedad en las revistas de poesía: relatos de una tensión especular".
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