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 domingo, 03 de septiembre de 2006  
[Nota de tapa] - para todos los lectores
La poesía en el espacio público
Diario de Poesía celebra sus 20 años con una EXPOSICIÓN en el Parque España. Aquí se ofrecen dos visiones sobre una revista que viene marcando un hito en su género

Carlos Battilana

Una de las novedades de Diario de Poesía fue el nuevo vínculo que estableció con el espacio público dentro del ámbito de las revistas de poesía. Su inscripción allí, que en parte adoptaba un formato periodístico unido a una circulación relativamente masiva en comparación con otras publicaciones, predispuso la lectura en un sentido particular: en principio, la revista confrontaba con la idea de una poesía concebida en términos defensivos o de repliegue: "Las revistas tienen tiradas reducidas de antemano, distribuciones pésimas, diagramaciones deprimentes (...). No hay ninguna razón para que un lector interesado, activo, alerta (...) se interese por ninguna de esas publicaciones", sentenciaba su director, Daniel Samoilovich, en el momento de concebir la publicación.

Señala Martín Prieto, uno de los miembros del staff, que, según la perspectiva de Samoilovich, faltaba hacer una revista cuya tirada no fuera reducida de antemano, "proveerla de un sistema de distribución profesional, hacer una diagramación atractiva y formar un consejo de redacción integrado por quienes profesaran una pasión equivalente por la poesía y el periodismo cultural". En este sentido, Diario de Poesía construyó un espacio nuevo, fundado en relación con la circulación misma de la poesía. También confrontaba con una idea de la poesía concebida como una práctica imbuida de cierta iluminación especial, distinta de cierta destreza material específica que parecía pregonar Diario de Poesía.

Otro rasgo periodístico, que se vincula con su circulación concreta, es su irrupción en los puestos de diarios, a diferencia de las otras publicaciones de poesía contemporánea, cuyas apariciones, muchas veces esporádicas, en librerías o en algunos puestos, estableció una diferencia en la relación con el público. Diario de Poesía impone una nueva relación, tanto al exhibir la publicación como objeto de mercancía, como al poner en escena la presencia del dinero en relación con "lo poético". En ese afán de mayor circulación se percibe, sin duda, la busca de un nuevo lector. En el imaginario social, cuyas figuraciones sobre la poesía suelen ser anacrónicas e idealizadas en términos de inmaterialidad, este dato indicaba una presencia diferente. La marca periodística se verificaba, entonces, a través de una relación mediada por el mercado.

La figura del público se volvía menos particularizada, pero con el fin de generar una nueva competencia, un saber específico sobre un tipo de discurso como el poético.

"En cuanto a esta publicación -afirmaba Daniel Samoilovich en el primer número-, de lo que se trata es de tentar los límites de circulación de la poesía, en lugar de aceptarlos como un dato ya establecido. Esta tentativa sería poco seria si, por buscar un margen más amplio de lectura, partiera de una simplificación de lo que la poesía es, eligiendo lo supuestamente «más fácil» para llegar a los más. En lugar de ello, nos hemos imaginado un lector sensible, inteligente e interesado, aunque no necesariamente un erudito, y nos propusimos crear para él un ámbito donde todas las voces que nos parecían de valor pudieran hacerse oír, independientemente de su «claridad» u «oscuridad». Los 5000 ejemplares de que consta esta edición afirman -creo- la contundencia de la apuesta: el resto está por verse".

En este editorial ya se configura retóricamente un determinado público. Diez años después, en el número 38 (un número retrospectivo con un índice de todos los números de la revista publicados hasta ese momento), se reproduce el mismo editorial, como si lo que se había prefigurado, se hubiera confirmado finalmente.

La frontera del público intentaba ampliarse, aunque, según los términos del "Editorial", no como gesto populista, sino con la pretensión de generar un espacio de competencia, ahora sin los parámetros minúsculos de la tribu o de un escaso número de cofrades. Extender los límites de la intervención y de la participación (acorde al contexto político en el que hace su irrupción la revista: los primeros años del regreso de la democracia en la Argentina), procurar incluir un público más amplio y heterogéneo, permitió generar una ebullición de ideas y energías de las que la revista se hizo cargo de un modo "novedoso". "En los comienzos -dice Daniel Freidemberg- dimos paso a algunas propuestas poéticas que no estaban circulando. Nosotros publicamos mucha poesía anglosajona, italiana o poetas argentinos a quienes no se valoraba, como Joaquín Giannuzzi o Hugo Padeletti". La voluntad de ampliar los límites de circulación del discurso poético parecía demostrar, casi como un programa de principios, que la poesía podía integrarse a la estructura social y cultural de una manera distinta de la desarrollada hasta el momento de su aparición, y que ese modo de relación era inherente a su ideología estética. La encarnación de un texto o de un conjunto de textos en una materialidad específica presupone diversas interpretaciones y comprensiones, y plantea, al mismo tiempo, los usos heterogéneos que realizarán, eventualmente, diversos lectores.

Desde esta perspectiva, entonces, esa pretensión de masividad, más que fáctica, se inscribía en su ideario estético como gesto de intervención, o como la posibilidad de que el discurso poético pudiera circular más ampliamente en la esfera pública. El criterio de esta intervención en el circuito comercial consistía en hacer que las voces de la poesía se convirtieran en voces efectivas, acaso no con la esperanza de ser escuchadas de un modo masivo, pero sí con el compromiso ideológico de dejar registrada su marca. Diario de Poesía, al ser diagramada con los términos de una tipografía, un formato y, en alguna medida, una retórica periodística, proponía que la poesía podía inferirse como acontecimiento informativo, pero con el fin de deslizarse a un universo de sentido diferente. Esta manera de concebir las cosas procuraba pensar el discurso poético como un discurso capaz de afectar la coyuntura, pero sin los términos discursivos habituales con los que el lenguaje periodístico la procesaría.
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