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 domingo, 03 de septiembre de 2006  
Otra historia. Cianuro y el tiro final en la sien
La versión oficial sobre la muerte de Hitler en Alemania

La información oficial de los aliados sobre la muerte de Hitler concuerda con la versión dada por su secretaria personal, Traudl Junge, en el libro "Hasta la última hora". La hipótesis es abonada también por Joachim C. Fest, historiador y biógrafo, en su trabajo "El hundimiento".

Según ellos, el dictador alemán había desechado un plan para huir de Berlín y se suicidó con un tiro de revólver el 30 de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo, comandado por el mariscal Georgi Zhukov, tomaba Berlín.

El Führer se habría matado disparándose un tiro de revólver luego de haber tomado una cápsula de cianuro en su búnker, a unos 16 metros de profundidad en el subsuelo del edificio de la Cancillería en Berlín. Se sostiene que en el momento postrero lo acompañaba su pareja Eva Braun y los oficiales más fieles.

Poco antes había almorzado con su pequeña corte y había mandado matar a su perra Blondie. También, había dado instrucciones a su ayudante Otto Günsche sobre la cremación de su cuerpo y el de su esposa para que no fueran ultrajados por los enemigos.

Günsche relató que su jefe "se retiró a eso de las 16 junto a Eva Braun a su despacho privado. Luego se sintió un disparo ahogado". El asistente recordó que tras esperar 15 minutos -de acuerdo a las instrucciones- ingresó al cuarto: vio que Hitler estaba recostado a un extremo del sofá con un tiro en la sien de la cual aún emanaba sangre; su boca tenía una grotesca mueca. A Braun la vio recostada en el otro extremo con los ojos abiertos y una mueca de dolor en su rostro. Una pistola estaba en la mesa a su disposición, pero no habría alcanzado a usarla porque el cianuro le había producido un rápido efecto.

El asistente recordó que los cuerpos fueron levantados, envueltos en una alfombra y llevados a un patio trasero del edificio. Günsche dejó los cadáveres sobre un cráter provocado por un obús, los roció con unos 200 litros de combustible y les prendió fuego.

También se dice que testigos como Martin Bormann (el hombre de mayor confianza del Führer y Paul Joseph Goebbels (quien sucedió a Hitler en la Cancillería) realizaron un saludo militar. Pero, ante el cercano estallido de una bomba abandonaron el búnker sin constatar la incineración total de los cuerpos de Hitler y su esposa.

Muchos años después, en 1990, desde Rusia se confirmó que el mariscal Zhukov transportó en secreto a un cuartel militar los supuestos restos del dictador (un trozo de cráneo con un agujero de bala), para luego ser atesorado en el Kremlin.
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