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 miércoles, 30 de agosto de 2006  
Reflexiones
Las sociedades duales

Oscar Lamberto (*)

En los libros de ciencia ficción de mediados del siglo XX se imaginaban sociedades futuras donde una minoría era dueña del poder, la riqueza y el conocimiento. Vivían en ciudades blindadas para protegerse de las mayorías hambrientas que se degradaban hasta convertirse en bestias, con prácticas caníbales, con comportamiento de manadas, donde la fuerza era la única regla.

Farenheid 451, de Ray Bradbury; El mundo feliz, de Aldous Huxley; 1984, de George Orwel; La historieta Mark, de Robin Wood y Ricardo Villagrán anticiparon una visión sobre lo que serían las sociedades duales donde en un mismo territorio, con igual nacionalidad, con un único gobierno existen sociedades distintas.

En la parte que podría llamarse civilizada existía manipulación de la opinión pública, supresión de libertades, alteración genética de seres vivos, individualismo y aislacionismo, comunicación mediante el uso de pocas palabras, control de las emociones colectivas hasta transformar al hombre en un mero espectador, con altos niveles de consumo y estrictas normas de convivencia, coexistiendo con mayorías marginadas que no formaban parte del sistema, carentes de derechos y obligaciones.

Lamentablemente muchas de estas proyecciones se pueden detectar en la actualidad en gran parte del planeta y particularmente en América latina. Las sociedades duales se caracterizan por las aberrantes desigualdades entre ricos exageradamente ricos y pobres cada vez más pobres, brecha que se agranda cada día y que además se profundiza con el uso de las nuevas tecnologías.

Con la globalización, la parte rica de todas las grandes ciudades se asemejan, similares lugares de consumo para sectores de altos ingresos, marcas internacionales que compiten por esa porción de mercado, cadenas mundiales de hotelería sofisticada, comunicaciones satelitales, revolución digital, barrios privados, vigilancia privada, multinacionales del entretenimiento que acompañan al turista, servicios financieros que facilitan las transacciones, televisión por cable que reproducen las mismas películas y los mismos programas en la mayoría de los países.

El otro mundo, el de los pobres, también se globaliza, carencias alimentarías y sanitarias, hacinamiento, deserción escolar, desempleo, bajos salarios, sus jóvenes son el componente principal de las cárceles, violencia y exclusión.

Argentina fue un país que se caracterizó durante muchos años por su gran movilidad social, donde una amplia franja de sus habitantes, llamada clase media, permitió construir un entramado que atenuó las diferencias entre los extremos.

Las sucesivas crisis de los últimos treinta años rompieron esa estructura y no obstante el impresionante crecimiento de la economía y las políticas activas del gobierno nacional, el achicamiento de la brecha social es apenas perceptible.

El drama de las sociedades capitalistas, con sectores muy concentrados, es la distribución inequitativa del ingreso, que las hace inviables en el largo plazo, porque nadie se resigna a sufrir eternamente, o las condena a vivir entre murallas como en las historias de ciencia ficción.

(*) Diputado nacional (PJ) y presidente de la comisión Mixta Revisora de Cuentas


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