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domingo,
13 de
agosto de
2006 |
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El alto impacto
es su especialidad
El hombre de doble apellido no es un periodista improvisado. Pasó por innumerables equipos de producción radial y televisiva de la ciudad y, finalmente, dio el salto que buscaba y se fue a trabajar a Buenos Aires. Como pocos, abreva en un estilo periodístico que él denomina "de alto impacto", pero que otros, sin apelar a eufemismos de ninguna clase, llaman amarillismo. A una hora clave se lo vio rodar algo artificialmente por el duro suelo sureño durante la campaña presidencial de 2003, presuntamente agredido por "la patota de Kirchner" (luego, en los videos, se vio que él mismo se tiró al piso). Una vez llegado al gobierno el actual primer mandatario, sus patrones circunstanciales le encargaron que viajara a Santa Cruz y recabara datos sobre una presunta enfermedad terminal del presidente. Volvió y convenció a unos pocos de que tenía material "para escribir un libro". Ahora, cuentan algunas malas lenguas, lo habrían contratado para hacer un "trabajo sucio" en Rosario, con el objetivo de dejar mal parado al gobierno provincial en lo que hace a la construcción de viviendas sociales. Algunos viejos compañeros le escriben mails en los que le sugieren volver al periodismo. ¿No se habrá excedido?
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Un ejemplo perfecto
de transversalidad
Dicen que el afecto entre los dos crece y crece. Aquellos que los han visto en público, al menos, se han sentido sorprendidos ante las muestras de cariño que se prodigan sin temor a las miradas extrañas. Pero la relación va mucho más allá de la faceta estrictamente personal: es que ella integra el radicalismo santafesino -ocupa una banca en la Cámara baja provincial- y él es funcionario del gobierno justicialista que encabeza Jorge Obeid. Sin embargo, las diferencias políticas entre los dos han demostrado ser mucho más aparentes que reales y la mentada transversalidad, entonces, parece haber encontrado un ejemplo perfecto. Qué se le va a hacer: ya se sabe que el chino es el lenguaje del futuro.
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El mejor lugar
para leer
Todo indica que a Raúl Castells le gusta mucho Ernest Hemingway. De otra manera no se entiende bien el consejo que dio días pasados en una entrevista que le hizo una conocida revista de rock. Después de cuestionar severamente al poder, que -aseguró- no estimula la lectura porque eso no conviene a sus fines de perpetuación, el pintoresco dirigente hizo una recomendación que ha dejado pensando a más de uno. A partir de supuestamente seria información científica -"se ha comprobado que por cada veinticuatro horas se pasan treinta minutos en el baño"- la sugerencia del barbado piquetero es aprovechar ese tiempo leyendo. El también barbado Hemingway al parecer estaba de acuerdo con esta afirmación, porque exactamente arriba del inodoro del baño principal de las casas que habitaba hacía instalar un estante en el que colocaba, prolijamente clasificadas por orden alfabético, sus obras predilectas. ¿Qué leerá Castells en el baño? Sin dudas, todo un enigma. |
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