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 domingo, 16 de julio de 2006  
Cuba_ los viajes de la revolucion

Esteban Israel

No vienen a Cuba atraídos por las playas ni el exotismo del trópico, como ocurre con otros 2,3 millones de turistas que visitan cada año la isla. Vienen a pasar sus vacaciones trabajando en el campo bajo un sol abrasador, a comer arroz con frijoles y compartir con siete personas una habitación sin baño ni aire acondicionado. Son los turistas revolucionarios de medio centenar de países que aterrizan todos los años en Cuba para un "full inmersion" en uno de los pocos países socialistas del planeta.

"Yo lo llamo vacaciones revolucionarias: dedico mi tiempo libre a hacer algo concreto por la revolución cubana", explicó Carlo Sarpero, un comerciante de 26 años de la ciudad italiana de Génova, que acarreaba bloques de cemento para una escuela en las afueras de La Habana.

Los 130 europeos de la Brigada José Martí son la avanzada de los más de 1.200 extranjeros que Cuba recibirá este verano con sus programas de "turismo sociopolítico".

El impacto del turismo revolucionario no se mide en metálico como el de sol y playa, una de las principales fuentes de ingresos de Cuba con unos 2.600 millones de dólares anuales. La ganancia, en este caso, es política.

"Tras participar en las brigadas, la gran mayoría de las personas se convierten en miembros activos del movimiento de solidaridad con Cuba en sus países", dijo Gabriel Benítez, del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (Icap) que organiza los viajes.

De regreso a casa, muchos apoyarán las campañas diplomáticas de Cuba contra el embargo comercial de Estados Unidos o a favor de la liberación de cinco agentes arrestados en 1998 en Miami y acusados de espionaje.

El paquete de 21 días en el modesto campamento de Caimito, el todo incluido del turismo revolucionario a 40 kilómetros al oeste de La Habana, cuesta 350 dólares e incluye comida y alojamiento.

Los brigadistas se levantan a las 5.45 de la mañana al compás del son Guantanamera. A las 7 de la mañana trepan a la caja de un destartalado camión de los años 70 para ir al campo para recoger naranjas, remover piedras en una plantación de caña de azúcar o reconstruir una escuela rural en las inmediaciones.

Charlotte Godber prefiere venir a hacer trabajo voluntario en Cuba que mandar un cheque por correo desde Londres. "Ofrecer nuestro trabajo es más importante que donar dinero. Vine a mostrar solidaridad y conocer realmente al pueblo cubano", dijo la relacionista pública británica de 26 años en su primer viaje a Cuba.

Andrés Criado, un jubilado madrileño de 60 años, dice que no vino en busca de experiencias políticas. "Simpatizo mucho con el pueblo cubano, pero en este caso mi interés es más humano. Vengo en busca de un enriquecimiento personal, a aprender de los cubanos. Es como cuando vas a un museo", explicó.

En Caimito, la imagen del guerrillero argentino Ernesto "Che" Guevara, marca registrada de la revolución cubana, está por todas partes. Unos la llevan tatuada en el brazo y otros, la mayoría, estampada en sus gorros y camisetas.

Por la tarde los brigadistas se quitan de encima la tierra roja del campo y reciben charlas sobre la economía, la política y la sociedad de Cuba en inglés y también en castellano.

El turismo revolucionario comenzó en 1969, cuando alrededor de 500 estadounidenses aterrizaron en Cuba y empuñaron machetes para cortar caña durante la zafra azucarera. Desde entonces desfilaron por Cuba más de 55.000 brigadistas de medio centenar de países.

"Unos vienen pensando que Cuba es el paraíso y otros que es el infierno. Nosotros lo que queremos es que vengan, conozcan y se formen su propia idea", dijo una fuente del gobierno.


Futuros activistas
La mayoría de los brigadistas llegan a Caimito a través de los grupos de solidaridad con Cuba. Otros, los menos, tropiezan con la oferta de turismo revolucionario en internet. Todos reciben seminarios antes de viajar y entran a Cuba con visas de "invitados", no de turista.

Ultimamente el gobierno cubano está organizando campamentos durante el verano europeo con lo que logra atraer a más jóvenes, un sector de la izquierda que no siempre percibe a Castro con simpatía. "De esa forma el mensaje revolucionario llega a lugares donde antes no llegaba", explica Benítez, del ICAP.

Federico Beccia, un estudiante de ciencias políticas de 19 años llegado de Amsterdam, asegura que tocó la realidad con las manos. "La prensa en Europa dice que Fidel (Castro) es un dictador y que las cosas aquí no están nada bien. Quise venir a verlo con mis propios ojos", dijo el holandés. "Aquí uno ve la realidad. No voy a creer más nada de lo que dice la prensa sobre Cuba", dijo, mientras despejaba de piedras un campo de caña.

El ICAP concentra sus baterías en una campaña internacional por la liberación de cinco agentes cubanos arrestados en 1998 en Estados Unidos. En la dirección del campamento de Caimito hay enmarcado un anuncio publicado en el 2004 por el New York Times a favor de su excarcelación.

La página del periódico costó 55.000 dólares, pagados con donaciones de integrantes del movimiento de solidaridad con Cuba en países como Alemania, Canadá, España, Gran Bretaña y hasta Estados Unidos. Muchos de ellos recogieron, alguna vez, naranjas y limpiaron campos de caña en Caimito.
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Turistas de medio centenar de países llegan a Caimito a trabajar por la sociedad cubana.


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