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sábado,
15 de
julio de
2006 |
Participación
y debate
Laura Hojman
La consulta para una nueva ley de educación para la Nación disparó por estos días una serie de cuestionamientos que merecen ser atendidos, teniendo en cuenta la avidez de participar de muchos, entre ellos los docentes que dijeron haber sido "silenciados" y "no tenidos en cuenta" en debates de otras épocas.
"Antes nos llamaban para que opináramos y a la hora de elaborar los proyectos nos decían: «Siga participando»", resumió el titular de Ctera Hugo Yasky, al aludir a épocas anteriores en que se gestaron reformas.
No obstante ello, ante esta posibilidad irrepetible para cambiar lo que no funcionó y aplicar lo que es demandado y aquello que cosechó sólo la experiencia, hoy se escuchan algunos cuestionamientos, de algunas voces autorizadas, como la pedagoga María Teresa Sirvent, que plantean que "el debate es equivocado".
Para Sirvent, la ley no puede ser un compendio de sugerencias, sino que debe ser un instrumento para delinear la política educativa del país a largo plazo, como si fuera un plan económico, pero que a su entender no es factible ya que "el gobierno aún no definió el modelo de país que quiere para Argentina".
La consulta y mesas de aportes recogieron también las sospechas de algunos maestros y dirigentes por la posibilidad de que "esté cocinado" el anteproyecto contenido en el documento que se "bajó" a la sociedad y las organizaciones.
También con algo de enojo, pero sin dejar de dar sus aportes, los docentes, por ejemplo de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, resaltaron que "nadie más que nosotros conoce la realidad del aula y las necesidades de la escuela".
En algunos rincones del país, como en Chubut, algunos docentes alertaron que a pesar de las noticias de que se estaba debatiendo "no vieron el documento, ni llegó al Correo", tal como se había anunciado.
Entre los dirigentes del sindicato de maestros riojano AMP, liderado por la izquierda, ya se mostró la oposición al documento base del gobierno y se adelantó que se pronunciarán por una norma "emancipatoria, democrática e igualitaria" y se lo transmitirán al ministro de Educación, Daniel Filmus, en su visita a la provincia.
Entre las voces discordantes, se escuchó recientemente al Arzobispo Jorge Bergoglio, quien claramente puntualizó su descreimiento hacia la efectividad de contar con una nueva norma que reemplace a la ley federal de educación, sancionada en el •93, durante la gestión de Carlos Menem.
El prelado prefiere "cambiar" lo que no funcionó, es decir manteniendo en vigencia la ley federal, de cuya redacción y sugerencias la Iglesia tuvo una gravitante participación en su momento.
En este cruzamiento que tendrá el país hasta octubre próximo, en que se eleve al Congreso el proyecto de ley, será oportuno capitalizar todas las opiniones, sugerencias, advertencias y cuestionamientos. No hay que olvidar que la historia de la educación argentina en las últimas décadas, mayormente se construyó de espaldas a las aulas, en algunos retirados despachos y con un supremo desconocimiento de la realidad que día a día viven los maestros y los hogares de los chicos.
Más allá de si la discusión plantea un solo sistema, un nuevo modelo de carrera docente, la extensión de las salas de 4 y 5 años por todo el país, si se educa para la productividad o no, habrá que aprovechar el nuevo marco legal que regirá la educación para los próximos años, para lograr que se cumpla con uno de su primeros preceptos: "El derecho de todos" a tenerla y en las mismas condiciones. (DyN)
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