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 domingo, 04 de junio de 2006  
La era de la volatilidad

La década del 70 marcó un antes y un después en el escenario de los mercados internacionales y permite entender buena parte de lo que ocurre en el presente. En su libro "El imperio de las finanzas" (editorial Grupo Norma), el economista Julio Sevares señala que "la inconvertibilidad y devaluación del dólar de comienzos los 70 contribuyó, con otros factores políticos, a desencadenar el aumento del precio de petróleo, lo que a su vez tuvo consecuencias inflacionarias que fueron enfrentadas por los Estados Unidos con aumento de tasas de interés".

Esa suba "gatilló la crisis de la deuda, que había crecido al color de la liquidez creada por el superávit petrolero", explica el autor y señala que en "octubre del 73 el precio del petróleo se multiplicó y los petrodólares se reciclaron, a través de bancos, en préstamos al tercer mundo".

Pero las sucesivas crisis -con ribetes incluso dramáticos- son muestras por momentos ácidas del reacomodamiento del mercado, pero no un indicio de que todo es incertidumbre.

Según explica Sevares en su publicación, "Una investigación sobre el tema coincide en que la Bolsa de Nueva York no es el torbellino que suele aparecer en la imaginación del público, aunque también es verdad que la volatilidad ha crecido en las últimas décadas (Diamond y Rajan, 2000)".

En suma, "al menos en la Bolsa neoyorquina, en los últimos cuarenta años el rendimiento de las acciones duplicó las utilidades de los bonos del Tesoro estadounidense, una inversión poco rentable pero segura", agrega el autor.


El efecto psicológico
Pero aunque los números mirados en perspectiva dan cuenta de no todo es caos en los mercados, los cracs son recordados en la historia como momentos de alta tensión, al que no escapan las crónicas policiales. Según explica Charles Kindleberger en su libro "Manías, pánicos y cracs", existen "conexiones puramente psicológicas, como cuando la euforia o el pesimismo del inversor de un país contagia a los inversores de otros". Así relata que "el descenso de los precios de los días 24 y 29 de octubre de 1929 y el 19 de octubre de 1987 fue prácticamente instantáneo en todos los mercados financieros, mucho más rápido de lo que podría haber sido a través del arbitraje, los cambios en las rentas, los flujos de capital o los movimientos de dinero".
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