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 domingo, 16 de abril de 2006  
Quién es el hombre que vio libre el acceso a una filial de NBSF en un feriado
El policía que ya es parte de la historia de un banco
El Jueves Santo advirtió la puerta abierta en la misma agencia que estuvo acusado de robar hace diez años

Leo Graciarena / La Capital

Ramón Domingo Silva siente que la relación que lo une con la sucursal Lisandro de la Torre del Nuevo Banco de Santa Fe es un verdadero karma. Como vive en Empalme Graneros es su banco de referencia. Allí cobra su jubilación como policía desde 1993 y paga impuestos y servicios. Pero por algo que ocurrió en ese mismo lugar Silva estuvo detenido durante dos años y ocho meses. Fue sospechoso de haber integrado la banda que robó 515 mil pesos de la entidad el 6 de octubre de 1995, el caso que se conoció como el de los balseros boqueteros, donde no se recuperó el botín ni hubo condenas. En agosto de 2003, la Justicia lo absolvió de culpa y cargo. Y todo no terminó ahí. El jueves a la mañana llegó a esa agencia para hacer un reclamo y se encontró con la puerta del banco abierta. Fue a la policía y lo denunció. "Cuando vi la puerta entreabierta me agarró un escalofrío. Menos mal que en el lugar estaban otras dos personas", exclama Silva. "Porque si no, ¿quién me iba a creer?"

Ramón Silva tiene 50 años y hace 13 que es un policía jubilado. Es decir, una persona que vive con 723 pesos. Reside en una humilde casa en el corazón de Empalme Graneros y si en 1995 no lo hubieran detenido durante 32 meses como sospechoso de haber robado un banco, lo que le ocurrió el jueves sería sólo una anécdota de buen ciudadano. Cuando fue al cajero automático, el miércoles, Ramón se dio cuenta de que le faltaban 100 pesos del sueldo y no dudó. A primera hora del jueves fue a la sucursal Lisandro de la Torre a reclamar. Era Jueves Santo y la entidad de barrio Arroyito no atendía al público. Sin embargo el banco no estaba cerrado, sino entreabierto. Algo que no sólo le llamó la atención a Silva, sino a todos los medios del país.

"El jueves me fui en bicicleta hasta el banco para hacer el reclamo. Cuando voy a entrar veo que hay dos personas paradas esperando al lado de la puerta. «¿Atienden?», les pregunté. «No sabemos, pero las puertas están abiertas», me contestó una mujer de unos 35 años. «Están las puertas abiertas y no parece haber nadie», me dijo". Dice Silva que en ese momento le corrió un profundo escalofrío. "Les dije a esas personas: «Fui policía. Quedensé acá que voy a buscar ayuda». Crucé la calle porque vi que había un móvil del Comando esperando en el semáforo. «Señores: soy empleado de policía y el banco ahí tiene las puertas abiertas. No hay empleados ni custodios. No sé qué puede estar pasando», les dije. Y ellos tomaron el control de la situación", contó Silva.

"Mirá la casa que tengo...", dice Ramón, señalando la humildad de sus cuatro paredes en la parte más pobre de Empalme. "Soy un tipo honrado y honesto. Si hubiera sido un delincuente que vive de lo robado no estaría en una casa que no tiene ni puertas", se excusa. Silva ingresó a la policía en 1980 y llegó a ser suboficial. En los 13 años en los que vistió el uniforme tuvo dos destinos: las comisarías 2ª y 20ª. Hoy cuenta que vive junto a su esposa e hijas. Que changuea en la construcción y haciendo trabajos de pintura. Y que su pareja debe trabajar limpiando casas por hora para nivelar la canasta familiar. La casa es la misma en la que Silva y su familia soportaron la inundación de abril de 1986, que la dejó herida de muerte en sus cimientos.


Las otras puertas
"Denunciar que la puerta del banco estaba abierta me dio mucho orgullo porque defendí lo que no es mío. Y eso me sirvió para demostrar que no soy un delincuente", se ufanó el policía jubilado. "Cuando me iba a la comisaría 9ª para hacer la denuncia pensaba: «Dios está de mi parte y le agradezco esta oportunidad de probar mi inocencia una vez más». Aunque eso ya lo demostró el juez que me dejó libre de culpa y cargo de todo lo que se me acusaba", dijo el hombre. Esto recién sucedió en agosto de 2003 cuando la Cámara Penal absolvió a Silva y a los otros nueve procesados por el robo a la sucursal de Arroyito.

Pero Silva siente que quedó manchado. "Física y mentalmente vivo mal después de lo que pasó. Estoy reprimido porque a veces tengo vergüenza, miedo o recelo por lo que piense la gente. Que digan: «Cómo le voy a dar trabajo a éste que estuvo preso». Y todo repercute", cuenta. Y aunque no lo diga en voz alta, espera que el jefe de policía o el gobierno provincial, reconozcan lo que él hizo.

"A mí me quisieron exonerar de la policía, pero nunca pudieron hacerlo porque no tienen nada en mi contra. Es más. Todavía hay cosas que me secuestraron cuando me detuvieron que aún no me devolvieron. De la plata que se llevaron de un allanamiento a mi casa me devolvieron la mitad. Porque en ese momento me sacaron 7 mil pesos que tenía de mi jubilación anticipada, cuando el cambio con el dólar estaba en uno a uno. Y, después de ocho años me devolvieron 7 mil pesos sin intereses", lamenta. "Siento que la provincia me robó", cuenta con bronca. "Por eso le inicié una demanda por 300 mil pesos".

"A nosotros nos metieron presos porque hubo un loquito que dijo: «Este robó conmigo y aquel también». Y eso no fue todo porque también hubo apremios ilegales en la disuelta sección de Robos y Hurtos", explicó analizando el pasado. Y el blanco de su bronca está dirigido hacía dos personas: el ex jefe de Robos y Hurtos, el comisario Francisco Gambacurta, y el fallecido juez de Instrucción, Carlos Triglia. "A Gambacurta lo encontré hace poco en Tribunales, en la sección de Armería. Ahí nos encontramos cara a cara y le dije: «Te equivocaste conmigo. Estuvo muy mal lo que hiciste. Me allanaste la casa y me trajiste como a un delincuente. Y ahora se demostró que no tenía nada que ver». Y él me contestó: «Ya te escuché por radio el otro día y me pegaste. Yo no tuve nada que ver»".
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