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 domingo, 16 de abril de 2006  
Córdoba perdió con Platense y se complicó para el Reducido

Central Córdoba perdió por izquierda. Y no por algo injusto, sino por una situación estrictamente futbolística como descuidar un sector de la cancha y dejar que el rival saque ventajas por ese sector. El 2 a 0 con que lo derrotó Platense tuvo mucho que ver con el lado derecho del ataque calamar, porque Del Mastro fue superado en el medio por Mercier y Juan Pablo Rochi no pudo ubicarse bien en casi todo el partido.

La mayor vocación ofensiva de los dirigidos por Eduardo Greco provocó complicaciones en el andamiaje charrúa desde el comienzo: un par de incursiones de Vega obligaron a rotar a los defensores Verón y Daniele en los primeros minutos.

La clave fue que Mercier se animó a subir por la derecha y, asociado con el enganche Casado, supo como volverlo loco a Rocchi. Por ese lado entró Juan Acosta Cabrera a los 24', que gracias a una fenomenal tapada con el pie de Diego Fernández, fue el primer aviso serio. Pero a los 32', los problemas defensivos por izquierda en los de Tablada se hicieron realidad en el marcador. Rochi salió a cortar en el medio, nadie lo relevó y Mercier llegó para definir a un costado del arquero.

Hasta el entretiempo, Platense levantó el pie del acelerador pero Paredes no pudo convertirse en el eje de la zona creativa, Petrovelli aparecía bastante intermitentemente y Vázquez alejaba sus posibilidades al retrasarse mucho para encontrar la pelota.

Como no tenía ningún marcador izquierdo en el banco, en el complemento Santángelo hizo entrar a Raschetti Sánchez por Del Mastro y Bigi pasó a jugar por la izquierda. Sin embargo, el afán de dar vuelta el resultado traicionó al técnico charrúa, porque a los 56' reemplazó al volante rubio por Mauro Conocchiari y armó un esquema muy arriesgado, con laterales que se proyectaban, dos volantes centrales, dos enganches y dos atacantes, lo cual dejó a los defensores centrales muy desguarnecidos.

A Platense le costó tres minutos leer ese dibujo y otra vez mostró sus garras por la derecha. Desde allí Casado habilitó a Cabrera, que primero descolocó a Verón, después eludió la salida desesperada de Fernández y con un toque suave consiguió la ventaja definitiva.

A pesar de la deslucida tarea, es exagerado decir que Córdoba necesita una resurrección, porque no está muerto, aunque quedó comprometido en la lucha para entrar al Reducido.
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