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 domingo, 09 de abril de 2006  
Refugios de caza y pesca
Aves y peces, como el dorado y el surubí, atraen a deportistas de todo el mundo a recorrer la provincia

Paola Irurtia / La Capital

Los cascos de estancia readaptados al turismo en extensas zonas pródigas para la caza y la pesca componen una veta del turismo poco conocida en Santa Fe, que mantiene desde hace unos cinco años la visita de unos mil turistas extranjeros interesados específicamente en esas actividades. Los viajeros llegan detrás de feroces dorados o surubíes de increíbles dimensiones -que son devueltos al río- o aves, como palomas o patos, protagonistas de una práctica cuestionada que se mantiene en los límites del equilibrio ecológico y pretende buscar una salida hacia actividades menos sensibles para la vida.

La mayoría de estos viajeros tiene como destino estancias y alojamientos ubicados sobre el corredor de la Ruta 1 y 11, una línea de ciudades y poblaciones vecinas al río o ubicadas en el centro de extensiones de campo. Allí, los empresarios los esperan con paquetes que incluyen las excursiones, guías, equipos, alojamiento y comidas típicas o preparadas con las mismas piezas que atrapan los cazadores.

Los viajeros llegan en grupos chicos, de entre 6 y 12 personas, con el único objetivo de pescar o cazar. Algunas de las estancias tienen pista de aterrizaje propia, para aeronaves chicas, para compensar las dificultades de accesibilidad o de distancia desde los aeropuertos más grandes.

La capacidad de alojamiento para extranjeros es de unas 250 plazas, sobre unas 1300 contabilizadas en la provincia de acuerdo a los datos que maneja la subsecretaría de Turismo, y aportan entre 7 y 8 millones de dólares anuales. El aporte de cada visitante oscila entre los 250 y 680 dólares diarios, de acuerdo a los servicios que requiere un mercado bastante exigente, la licencia para la actividad que despliegan y el equipamiento que utilizan.

Entre los servicios cuentan detalles como la calidad de la vajilla o la ropa blanca. Y entre los motivos de su elección se encuentran la seguridad y estabilidad que les ofrece el país, según coinciden funcionarios y empresarios.

Entre los turistas más exigentes en cuanto a la calidad del servicio se encuentran los estadounidenses, que sin embargo, cuentan al litoral argentino como uno de los primeros destinos para sus prácticas de caza y pesca. Otros visitantes son de origen francés, español, portugués e italiano.

Los franceses fueron los pioneros, indica Jorge Cinquini, director general de Turismo de la provincia. Los primeros en llegar fueron un grupo de empresarios que conocieron la zona de San Javier y se instalaron impulsando los primeros emprendimientos.


Equilibrios
En ese momento, dos décadas atrás, las palomas -una de las especies que buscan los cazadores- era una plaga que los agricultores arroceros combatían con envenenamiento. "El efecto era devastador, porque además de estas aves se morían los chimangos que se comían a las palomas, los zorros que se comían los chimangos, y se contaminaba el agua de las arroceras que desaguan en el Paraná y afectaban a toda la fauna ictícola", dijo Cinquini.

A partir de la implementación de la caza como un factor de control, los empresarios arroceros pagan una tarifa, estimada entre 20 y 50 pesos, por escopeta que ingresa al predio "y cuidan la fauna", señala Cinquini.

El control de la fauna se lleva adelante entre Turismo y Medio Ambiente, con estudios que financian los mismos empresarios para cuidar los recursos que les aseguran ingresos.

La caza de patos -en la provincia hay cretones, siribí y siribí pampa-; tiene épocas, igual que la perdiz. No así la paloma, que sigue siendo considerada una plaga.

Respecto a la pesca, se implementa la con devolución, práctica bastante consolidada en los países de origen de los visitantes. "Tratan a las piezas como si fueran sus mascotas y son capaces de reaccionar contra quienes los maltratan", indica Cinquini.

Las especies más buscadas son el dorado y el surubí. El primero por su voracidad y capacidad de pelea, y el segundo por su tamaño.

En cuanto a los lineamientos de la actividad, los proyectos apuntan a detener el avance de los frigoríficos, delimitar distritos para la pesca comercial, o nombrar al dorado pez turístico, para protegerlo y sacarlo del circuito de comercialización. Esas políticas son discutidas en una mesa en la que participan todos los sectores relacionados a la pesca y al turismo.

La oferta de paquetes para este tipo de viajeros circula por Internet (82%), precisan las autoridades del sector, y se manejan en forma directa. "Es una venta que se realiza mano a mano, a partir del diálogo con el empresario. Los turistas eligen a la Argentina por la seguridad que les ofrece y en estos casos, prefieren hablar con el dueño" indica Cinquini. Los establecimientos que trabajan esta modalidad se presentan en las ferias internacionales como parte de la oferta santafesina y además, son ofrecidos por operadores turísticos internacionales, impulsados directamente por los propietarios o los operadores locales.

Los precios los vuelven casi inaccesibles a los pescadores y cazadores locales, que a la vez tienen otras facilidades para la práctica. Una de ellas es la que les brinda la posibilidad de sacar la licencia directamente, a diferencia de los extranjeros, que deben lograrla mediante el operador que los trae. Además, los turistas nacionales tienen acceso a otro tipo de paquetes u ofertas, incluso con servicios de calidad similar.

El horizonte de este tipo de turismo está contorneado por un mercado de 30 millones de practicantes en Brasil; otro tanto de Estados Unidos y de unos 10 mil en Japón; números que entusiasman a los funcionarios y empresarios del área. Sin embargo, dentro de las expectativas confesas de las autoridades provinciales se encuentra impulsar el turismo de avistaje de aves, otra veta que acapara a los sectores de alto poder económico y que es absolutamente sustentable en términos ecológicos.
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