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domingo,
02 de
abril de
2006 |
Cocina mediterránea
"Ofrecemos cocina mediterránea con un toque de modernidad" explica solícito Omar Bianchi (ex Lola), gerente general del restaurante, todo vestido de negro: paredes, mostrador, mesas y manteles.
"En este lugar, Luis César Amadori tenía sus oficinas. Aquí cocinaba para su mujer, Zully Moreno y sus amigos que salían del teatro y lo iban a visitar", afirma.
"Allí también funcionaba la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina y se producían películas" memora Norberto Campana, de 93 años, empleado administrativo que ingresó al Maipo en el ?50 y ayudó en estas producciones. "Eran muchos los ruidos que hacían pensar en un fantasma que habitaba el lugar, hasta que Amadori descubrió que Cepillito, un empleado, vivía allí y hasta se había construido pieza y baño en la terraza", sonríe.
Y sigue Bianchi. "Un día, Lino Patalano y la cocinera Paula de Felipe, discípula de Dolly Irigoyen, pensaron en agregar a la oferta del complejo un restaurante. No existe en muchos lados la incorporación del restaurante a un teatro, excepto en París y Nueva York", indica.
También explica la presencia de extraños adornos. "Estos maniquíes están vestidos con una colección que Renata Schussheim preparó para Julio Bocca. Antes se mostró el vestuario de Nélida Roca. La gente viene, saca fotos, se recrea con esta idea. Los cuadros colgados siempre son de colecciones famosas. Es un espacio de arte para que el público se familiarice con la indumentaria de la obra y sus artistas. El pensamiento es acercar a la gente al arte. Y si la gente fue al teatro, continuar con el clima teatral. Si no fue, porque el restaurante funciona independientemente, creárselo para insinuar una velada intima y personal", concluye.
El lugar tiene capacidad para 75 mesas, hace 250 cubiertos semanales y ofrece platos como carpaccio de portobellas confite con papines escalfados, escabeche de conejo y pulpo con cebollitas tiernas y berro o brochette capresse con tomates cherry confitados en oliva y perfumado en vainillas, entre otras exquisiteces. El chef, Sebastián Ramos, tiene 30 años. El pastelero, Leandro Gardiol, 20. Los mozos, con delantales negros, esperan a los comensales para bien tratarlos con discreción y finos modales.
Nuevo, el Maipo sigue destilando bellas luces. Fuerza iluminadora. Pluma y lentejuela. Altar donde estrenó Gardel su noche triste o complejo moderno y funcional, es siempre un ofrecimiento artístico que justifica una especial observación, cuando se está de paseo en esta inexplicable Buenos Aires.
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