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domingo,
02 de
abril de
2006 |
Otra tierra, otros soles y
a echar raíces trabajando
Tuvo seis hijos, nueve nietos y cuatro bisnietos
"Acá echaron raíces y formaron una familia", comenta Lalo, uno de los seis hijos de Agop Eujanián, el abuelo de 106 años que fue testigo del genocidio armenio (ver nota central). Lalo recuerda el tesón de su padre para el trabajo. "Se levantaba a las cinco para fabricar zapatos y mi mamá, Armenia Rosa, lo acompañaba cebándole mates al pie de la máquina", rememora, y no pasa por alto que la figura de su padre era la de un patriarca.
"Mi familia y la de tío Toros vivían en casas vecinas en la calle San Martín al 1300 y por las noches sacaban las sillas afuera y se contaban todo lo que había pasado en el día", relatan Lalo y Enrique, y explican que la lengua de sus mayores es el turco, paradójicamente la lengua heredada de los invasores.
"¿Habla inglés, habla francés?", sorprende Agop haciendo gala de una memoria que aún le permite recitar textos de la Biblia como el Cantar de los Cantares, y dice que añora la fuerza física para poder caminar. "A los 90 años, cuando nació una nieta, fue solo hasta la clínica para conocerla", relatan sus familiares.
Agop tuvo seis hijos, Orlando, Isabel, Napoleón, Roberto, Perla y Rolando, quienes le dieron nueve nietos y cuatro bisnietos. Ahora, sus descendientes, junto a otros jóvenes, intentan reagrupar la colectividad armenia en Rosario. "No debe haber otra familia en el planeta que tenga este privilegio, tener un padre de 106 años es una bendición", exclaman.
"Cuénteme noticias", relata su nieta que le pide el abuelo cuando lo visita. "Le traigo un chupetín de regalo y dice cosas maravillosas, entonces quiere que le cuente noticias y pregunta sobre la Biblia para ponernos a prueba", comenta Georgina. Para toda la familia, el jefe es un "personaje", viajó a Nueva York y cuentan que dejó su nombre en el dedo gordo de la estatua de la Libertad. Y Agop, con sus 106 años, tiene la suerte de vivir para contarla.
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