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 domingo, 26 de marzo de 2006  
[Lecturas]
La dulce precariedad
Poesía: "Palabras a mano. Poemas y aforismos inéditos (1998/2002), Tomo III", de Hugo Diz. Editorial Ciudad Gótica, Rosario, 2005, 325 páginas.

Claudia Caisso

Es innegable la comprometida tenacidad con la que Hugo Diz -autor de "El amor dejado en las esquinas", "Poemas insurrectos", "Algunas críticas y otros homenajes", "Historias, veras historias", "Manual de utilidades", "Canciones del jardín de Robinson", entre otros libros- ha buscado a lo largo de casi cuatro décadas la construcción de un decir reactivo ante lo menesteroso de la realidad. Su singularidad ha podido anclarse en una labor de despojamiento, de genuina erosión de las palabras afectadas y artificiosas que, por pereza, muchas veces son confundidas, irreflexivamente, con el acto poético.

En particular, es en este tercer volumen de su obra poética, donde alternan la mirada cáustica tendida sobre el destino de la humanidad, con un fervor íntimo, asordinado, casi melancólico, ante la constatación de la pérdida de los genuinos valores de la vida humana. En ella y por ella, la poesía está ligada a esperar y espaciar cierta entonación "llana" -porque se puede recibir como tal-, y a aludir en las intermitencias del "ludir" -título de uno de los poemarios reunidos- una cita con la simplicidad. Efectos del "rozar" o "refregar" que conquistan los nombres, en cierto balanceo de tonos sostenidos que aprenden en lo mejor del cancionero popular río-platense y el hispánico (el tango, en particular, pero también el romancero español), así como en el imaginismo americano, a exponer el fondo bello, áspero y común, de la experiencia. Nos referimos a cierto fraseo que en el despliegue de la sabiduría aprehendida a expensas de la existencia, rechaza los juicios amordazados y abstractos sobre la vida, para abrazar cierta mirada generosa porque contemplativa, indudablemente amorosa, porque es capaz de no renunciar a la paradoja de enfatizar los juegos sutiles, decididamente lúdicos de la memoria, en el reconocimiento del fracaso.

En una época signada por la "operación triunfo" del mercado que determina que exista el lucro para unos pocos en correspondencia con la exclusión de sectores cada vez más vastos; en tiempos oprimidos por los llamados "controles sociales, globales, del miedo" y la violencia, el último libro de poemas de Diz recuerda el paso esencial, por real, de la dulce precariedad humana. Los textos reunidos en este volumen hacen señas, así, sobre el hecho de que para traspasar la obscenidad del mundo en sus infinitos detalles y merodeos, ya se trate del juego perverso que iguala, o del atletismo del músculo disperso por doquier, todavía vale la pena luchar por la poesía, esto es: por escuchar las zonas raigales, porque todavía inauditas del hombre. Para ello, según se nos dice, es necesario recordar que existen el destino y las lecciones más simples, también las más ricas en su extrañeza, de los árboles, el cielo, las flores, el amor, y una vasta vocación por explorar la especie humana.

Esa destinación plural de la voz poética requiere sospechar acerca del propio quehacer, así como también de la calidad y el alcance de los rituales que sostiene la "hermandad de los poetas". Desde allí, la parábola del habla insiste en desdecir los juegos vanos de la ilusión -ejemplarmente negados en la concisión desplegada por la serie de aforismos, el conjunto de "Los sonetos", "Los sueños" y "Los resplandores", entre otros-. Puesto que aquella fuerza lejos de trazarse en una escena espectacular, elige señalar entre algunos tonos renuentes a la creencia en la poesía como región olímpica, que la creación puede y debe "estar a mano".

Pero que la fórmula no lleve a engaño: ese "estar a mano", que brinda desde el título una de las claves interpretativas acerca del quehacer de la lengua en el poema, ha requerido de una larga y paciente labor en favor de la artesanía y el resguardo de cierto horizonte jugado en el riesgo de concebir las palabras como piedras. ¿Y qué quiere decir que la piedra opere como analogía necesaria respecto del valor simbólico de las palabras? Palabras e imágenes trabajan como piedras, porque en un contexto histórico signado por la deshumnanización que conlleva el gradual abandono del lenguaje ante la preeminencia de la acción, el poder y la opresión, las palabras, pueden auspiciosamente, abrir otras vías. Capaces de herir a otro, simultáneamente son el origen de la cicatriz abierta en las más valiosas heridas. Y en tal sentido pueden, todavía, ser lanzadas más allá, para traspasar las amenazas de aquello que es "baladí", accesorio, o mera "pedrería" decorativa. "Hasta un diamante -se lee en uno de los aforismos-, de cuya belleza nadie puede dudar, se desluce entre las pedrerías".

Es otro, entonces, el lugar propuesto para la invención. La creación es del cántaro diáfano, canto rodado, cantos de la tierra perfilados y afilados, entregados a la acción de gastar y engastar textos que se rozan, y al hacerlo, resuenan e impregnan hasta abrir el fluir de su decir. Por aquellos desplazamientos se puede entrever el gesto de envío que alguien hace con las piedras planas que, encontradas a la orilla de los ríos, devuelve los bordes de una sabiduría que vivifica la infancia en la madurez. Tesoros para quienes son capaces de cultivar y compartir la habilidad de hacerlas saltar, con el menor esfuerzo y la máxima destreza, desde y sobre la lengua como si ella fuera la superficie del agua. Extraña felicidad de poeta que conquista aquel impulso cuando a expensas de la escritura sabe que le ha sido negada la eternidad. Como si la piedra que nombra eficazmente la gravedad, todo lo que pesa, pudiera exponer, ahora, su reverso: el desgaste como un bien leve y preciado, para alegorizar la posibilidad de cantar en medio de la sabiduría que prodiga el vivir, pulidas, ya, las superficies más sinuosas del pasado. Como si las piedras, además, tópicos decisivos en los mitos de Sísifo y Prometeo, fueran capaces de celebrar, porque los señalan, los hitos genuinos en el camino -"estaciones" y descansos en un paso plural de crecimiento- para indicar, de ahora en más, que la poesía adviene como morada.


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Los textos reunidos en este libro destacan el valor de la poesía.

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