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domingo,
26 de
marzo de
2006 |
Familia y escuela
Cuando pensamos en nuestro sistema educativo, generalmente hablamos de lo que ocurre dentro de las escuelas, de los cambios que se producen en el alumno cuando aprende, de los problemas en las relaciones o en el aprendizaje. ¿Qué sucede entre la familia y la escuela? Esta es una relación que damos por sentada, salvo cuando los niños no aprenden o no se comportan como se esperaba. Recién entonces se hace visible un vínculo entre la familia y la escuela, en forma de acusaciones mutuas, que puede llegar a un conflicto intenso y prolongado.
Una comunidad escolar está integrada por la escuela y las familias que la eligen, y esta elección no es automática. Los valores y costumbres de la escuela pueden ser compatibles o no con los de la familia; las reglas, horarios, eventos y problemas escolares dan forma a la vida familiar. A su vez el sistema escolar debería adaptarse a los cambios y necesidades de las familias, pero vemos que muchas veces aparece una rigidez institucional que lo vuelve muy difícil, a pesar de los esfuerzos. Cada niño se cría en ambos mundos a la vez, y lo que aprende, bueno y malo, es el resultado de esa combinación. Es muy importante que los padres y madres tengan en cuenta que el sistema educativo atraviesa una profunda crisis en la que se superponen distintas causas e intentos de solución. A la vez, por fundadas razones, a los adultos se nos hace a veces difícil confiar "naturalmente" en las instituciones y más aún en el momento inicial de pactar con una de ellas la educación de nuestros hijos e hijas.
Sin embargo, los niños y las niñas necesitan indispensablemente de este acuerdo para aprender a vivir en el mundo extrafamiliar, de manera que tendremos que trabajar reflexiva y activamente para aprovechar esta etapa y resolver los problemas que se presenten. Emocionalmente, el ingreso de los hijos a la escuela produce una verdadera revolución en la familia. Las madres y los padres viven los primeros años con gran expectativa, y tienen su propio proceso de adaptación. "La primera reacción suele ser enamorarse de la escuela", dice una madre experta. "Entregarle un hijo a otro es algo tan fuerte, que necesitás confiar ciegamente. Como en todo enamoramiento, después vienen las decepciones y los reproches, y si no te has ido, luego entrás en una relación de tipo matrimonial: cada uno sabe lo que puede esperar del otro", agrega.
Ni adherentes fanáticos, ni espectadores indiferentes; los padres y las madres tenemos mucho que hacer como "usuarios responsables" del sistema educativo. No olvidemos que nuestras hijas e hijos nos miran, y de nuestro hacer (o no hacer) van aprendiendo los códigos necesarios para vivir en sociedad. Algunas sugerencias:
u Manténgase siempre comunicado con sus hijos. Ellos son mucho más que notas y carpetas.
u Conozca a las personas con las que tienen contacto y trate de establecer una relación de respeto mutuo. Si aparecen problemas, escuche y hágase escuchar. Si tiene algo bueno que decir, ¿por qué no decirlo?
u Cada escuela es un mundo con sus usos y costumbres, sus valores y expectativas. Adopte una actitud de antropólogo aficionado, esfuércese por entender a esa tribu y aprenda su lenguaje.
u Cuando la escuela le pida participación, busque una actividad que tenga sentido para usted y sus hijos, y disfrútenla juntos. Si se entusiasma, vaya despacio: más allá de muchas buenas intenciones, nuestras escuelas raramente están organizadas para tolerar que las familias participen en forma permanente.
u Si un problema preocupante persiste, recuerde que los rumores y charlas de pasillo son pérdidas de tiempo que nunca generan cambios. Busque la comunicación eficaz en el lugar adecuado y con la persona o personas indicadas. u Dijo G.Bernard Shaw: "A los cinco años tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela". El mejor aprendizaje es el que surge de las ganas de saber; a estas ganas se las llama curiosidad, un don importante para cultivar y compartir, sobre todo, en familia. Mantener abierto "el apetito mental" nos ayuda a asimilar mejor lo que aprendemos, incluso los contenidos escolares. ¿Son curiosos sus hijos? ¿Qué ejemplo les dan los mayores? En el tercer milenio, el compartir valores y desarrollar la capacidad de resolver problemas es necesario para niños y adultos. La familia sigue siendo un ámbito fundamental.
Patricia Cecilia D'Angelo
Psicóloga-Terapeuta familiar
[email protected]
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