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 domingo, 26 de marzo de 2006  
Sobrepeso
¿Estar gorda o ser gorda?

Recuerdo el comentario de una mujer sobre el pintor que parece hacer un elogio de la gordura con sus cuadros, ella dijo: "Me desilusioné de Botero al enterarme de que su esposa es una flaca esquelética", y también el de unas adolescentes que mirando vidrieras comentaban: "Es una desgracia ser gorda". La obesidad es definida desde el campo médico como acumulación de grasa excesiva en relación con el promedio para la edad, sexo y talla; sus causas son una conjunción genética, trastornos endócrinos, metabólicos y de factores medioambientales.

Los datos brindados por las estadísticas dicen que cuando la obesidad se inicia entre los seis meses y siete años de vida, el porcentaje de los que no cambiarán su condición en la edad adulta es del 40 mientras que para los que comenzaron entre los diez y los trece años las probabilidades serán del 70. Aproximadamente un 80% de los adolescentes con excesivo sobrepeso, lo seguirán siendo durante el resto de sus vidas. Menos del 5% de los adultos que pierden peso pueden mantenerse así durante 5 años después del tratamiento, y un 6% recupera el peso perdido en los siguientes 6 a 12 meses.

Con este panorama, muchas personas se refugian en la búsqueda de soluciones mágicas: bajar 20 kilos en tres días con sólo una inyección, una pomada o unas pastillas. Cuanto más temprano se aborda el problema, mayor es la posibilidad de recuperación. En los niños es importante la guía de un nutricionista, el seguimiento de estudios hormonales, la actividad física personalizada y el trabajo en equipo con un psicoterapeuta. Los jardines maternales y la escuela son los primeros espacios de socialización, y no es de ahora que los compañeros se ensañan con los pequeños que presentan sobrepeso.

Nuestra sociedad, tercera en el mundo en cuanto a intervenciones quirúrgicas para mejorar la imagen de apariencia de juventud eterna, delgadez y búsqueda de parámetros de belleza, transmite a los chicos una falta de adecuación y auto-aceptación que deriva en rechazos, burlas, descalificaciones y discriminaciones. Considerar esta situación a tiempo evita que la persona se instale definitivamente en la identificación con "ser" la gorda o el gordo en lugar de "estar gordo", y su nombre pasa a un segundo plano al ser nombrado por sus compañeros. Comienza a odiar su cuerpo, o sea, a odiarse a sí mismo. Su autoestima requiere ser reforzada, necesita apoyo para configurarse desde el amor propio y no desde las palabras que los designan.

Asumir que es una enfermedad es el primer paso. Si colaboramos en la primera infancia se puede evitar el sufrimiento de un corazón encerrado en una prisión corporal donde la persona no puede desplegarse presa de los gramos de más, las dietas y las miradas poco amables de los otros. En familias con antecedentes de obesidad es donde urge una mayor toma de conciencia de la necesidad de apoyo profesional en el plano emocional para el bienestar del niño. Como adultos, esos padres seguramente ya han experimentado una o más de las consecuencias del sobrepeso: hipotiroidismo, diabetes, arteriosclerosis, hipertensión, colesterol alto, molestias en articulaciones o en la estructura ósea.

Los padres podrán ayudar a sus hijos en el fortalecimiento de su autoestima, a resolver los aspectos internos no resueltos y a la reivindicación con ellos mismos, ya que los hijos no tienen por qué repetir la historia, existen recursos para que puedan sentirse bien. La libertad interna es siempre una conquista, tengamos o no sobrepeso. Las crisis que hay que transitar para crecer (algunos las hacen pasar por el cuerpo, otras no son visibles externamente) nos colocan frente al desafío de trascender los miedos, las lealtades, los apegos, mandatos y una larga lista de "monstruos imaginarios" que podemos conquistar para que lo que nos afecta o condiciona pueda liberarse. De esta manera podremos ser nosotros mismos con la belleza que se transmite en una mirada, una sonrisa o en un abrazo.

Silvia Tórtul

Terapeuta familiar sistémica

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