Año CXXXVII Nº 49061
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Señales
Escenario
Economía
Mujer
Turismo


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 19/03
Mujer 19/03
Economía 19/03
Señales 19/03
Educación 18/03
Estilo 18/03
En el aula 18/03

contacto

servicios
Institucional


 domingo, 26 de marzo de 2006  
"Ni quemado ni escéptico; sólo tanguero"

U. G. Mauro / Escenario

"Los chicos crecen". "Los tiempos cambian y ya no es como antes". "Nosotros, a la edad de estos, éramos unos giles". Lugares hipercomunes, casi muletillas utilizadas por muchos "mayores" para intentar explicar la gran cantidad de jóvenes auténticos -de treintañeros para abajo ¿se entiende?- que fueron a verlo a Sabina a Provincial.

Bien el tipo ¿eh? Una cosa es tener buena voz y otra es cantar bien. Los que saben, hablan eufemísticamente de "un grano de voz particular" para no atacar a un ídolo; los que no, hablan de excesos de pucho y whisky, pero lo que es seguro es que Sabina canta bien y que debe ser alguien jodidamente buen tipo. A ver qué otro artista de su trascendencia habría tenido el gesto notable de hacer subir al escenario no sólo a Baglietto, sino también a Pepe Táljame.

¿Quemado? ¿Quebrado? ¿Escéptico? Nada de eso; tanguero. El rock, los fados, la rumbas flamencas, el bastón y el bombín y hasta el fez del guitarrista que lo acompañó, sirven para camuflar tangos que Sabina introduce de contrabando en España. Tangos en serio, de esos densos, dramáticos, con curdas, percantas que lo amuraron, habitaciones que merecen ser piezas de conventiyo (así, con "y"). Salvo los propios tangueros y Abonizio, al que por algo Sabina lo nombró, ningún músico del rock argentino o del mundo hizo tanto por la poesía del tango como él.

¿Ya está en la Argentina el disco de Olga Román? La cantante que Sabina dice haberle robado a Luis Eduardo Aute no pudo sorprender a la gente con su notable voz más de lo que lo hizo, porque la misma gente se empeñó en demostrarle su amor al cantante no sólo con el "¡Oleee, olé, olé, olé, Joaquín Joaquín!" sino coreando en todo momento y "de pe a pa" cada canción. Y pese a todo el batifondo y la alegría, se oía bien.

El lugar común de la crítica en Rosario dice: "Los estadios cubiertos locales no sirven para espectáculos musicales, porque su acústica es pésima". Revisemos. ¿Alguno salió francamente defraudado por el sonido el martes pasado? No, porque sencillamente alguien se tomó el tema en serio; probó, calibró, hizo lo que tenía que hacer, contra lo habitual en muchos, que solucionan todo subestimando al público, forzando el comando del volumen y el que venga detrás que arree.


enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


cartelera

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados