En Foco. A 30 años del golpe

La pobreza, una herencia de los tiempos más sangrientos

Sobre una población que apenas supera el millón de habitantes, 342 mil no alcanzan a cubrir con sus ingresos la canasta básica total y más del 10 por ciento ni siquiera puede afrontar sus necesidades alimentarias. Así de cruda -pese a la mejoría que se fue registrando en los últimos años- es la vida de los que habitan en el Gran Rosario. Mientras que en la capital provincial -por caso la sede política y administrativa de la segunda provincia exportadora del país- la mitad de sus habitantes gana menos de 500 pesos mensuales y el 70 por ciento percibe menos de 750 pesos por mes.

Los números no son producto de un mágico designio del destino, sino los resultados de un plan perfectamente diseñado para borrar del mapa (sin eufemismos) de los ingresos al sector asalariado, que arrancó a sangre y fuego a partir de marzo del 1976 cuando el país quedó en manos de la dictadura más sangrienta que su historia conoció. Y se agudizó en los 90 con políticas y políticos que tomaron la posta.

Con leyes económicas que desarticularon la estructura productiva y propiciaron una redistribución regresiva del ingreso y el terror como herramienta de disciplinamiento, el gobierno que encaró Jorge Videla y terminó con los delirios independentistas de Galtieri, logró sus objetivos.

El Gran Rosario pasó de ser un glorioso cordón industrial a transformarse en la capital de la desocupación y en la provincia más importante de la cuenca lechera y cuna de la más moderna industria frigorífica, el 17,4% de la población de la ciudad capital vive con 52 pesos por mes, muy por abajo de la media nacional donde los más pobres perciben 65 pesos mensuales.

Los números del Indec correspondientes al último semestre del año pasado testifican 30 años de historia que pesan en el cuerpo de los que habitan la región.

"La dictadura se propuso arrasar con el tejido social y productivo construido en la etapa anterior", recuerda el economista Aldo Ferrer y para logarlo "liberó precios, congeló salarios, suprimió actividades gremiales y eliminó convenciones colectivas de trabajo", dijo su par Eduardo Basualdo.

Un plan que logró que "los trabajadores perdieran 13 puntos porcentuales del PBI en circunstancias en que éste último permaneció constante", acotó Basualdo.

Por eso hoy, más que nunca, la memoria es un elemento clave para la transformación. La que le permite refrescar a la clase dirigente que hubo otro tiempo que fue mejor y no es una quimera pretender replicarlo, de esta forma "nunca más" en Santa Fe el 10 por ciento más rico de la población ganará treinta veces más que el 10 por ciento más pobre.