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 sábado, 01 de octubre de 2005  
Santa Fe. Un atraco que pudo terminar en tragedia
Asaltan a un panadero y a sus empleados y los encierran junto al horno del comercio
Seis personas estuvieron cautivas una hora en una habitación a 70º. La policía logró liberarlos de milagro

Carlos Roberto Morán / La Capital

Santa Fe.- El dueño y cinco empleados de una panadería de la zona noroeste de esta capital estuvieron muy cerca de morir calcinados cuando los delincuentes que los asaltaron la madrugada de ayer los dejaron encerrados en una habitación contigua al horno encendido del comercio. La rápida intervención de la policía evitó la tragedia y puso a salvo a los trabajadores, que debieron ser conducidos a un centro asistencial para recuperarse de las lesiones que el calor y la falta de oxigeno habían empezado a provocarles. Anoche, fuentes de la Unidad Regional I sostuvieron que dos de los malhechores ya habían sido identificados y se mostraban optimistas sobre su rápida detención.

El episodio se produjo pasadas la 0.15 de ayer en la panadería El Fortín, ubicada en Brasil al 4500, en el populoso barrio Barranquitas. Allí ingresaron varios personas armadas que de inmediato exigieron a los cinco trabajadores que se encontraban elaborando pan que se introdujeran en una habitación lindante al horno principal del comercio pese a que ya estaba encendido y registrando una temperatura superior a los 70 grados.

En el sector aludido, dijeron las víctimas, había varias estufas prendidas a una temperatura superior a los 70 grados y remarcaron que si los hubieran introducido en el horno propiamente dicho habrían perecido en escasos minutos.

Al momento del hecho los propietarios del local, que viven en la planta alta del edificio, se encontraban durmiendo. Pero Aurelio Gigliotti, dueño del comercio, bajó al escuchar ruidos y también fue reducido y encerrado por los maleantes. Tras ello, los ladrones subieron a la casa familiar y despertaron a la mujer del comerciante, Patricia Noval, a la que le ataron las manos en la espalda con un cinto y amenazaron de muerte apuntándole con un arma en la cabeza. Con el camino liberado, los asaltantes "dieron vuelta" la casa apoderándose de cuanto elemento de valor encontraron a su paso.

Horas después del episodio, Gigliotti contó que al verse encerrados comenzaron a patear la puerta para tratar de salir porque se estaban asfixiando y quemando. "Loco, sacanos, que nos quemamos", gritaban los trabajadores. Pero uno de los delincuentes introdujo su arma por un estrecho agujero y los intimó a callarse porque -de lo contrario- amenazó con "hacerlos de goma".

Los delincuentes cortaron dos de los tres teléfonos fijos ubicados en la vivienda del primer piso y hasta la electricidad del inmueble, aunque esto último ocurrió accidentalmente al retirar un equipo electrónico del comercio.

Así las cosas, muñidos de una linterna, los delincuentes se alzaron con dinero de la caja y de los dueños de casa, joyas de la familia, reproductores de DVD, teléfonos y la moto de un empleado que recibió una paliza por intentar resistirse a que le lleven el vehículo. Una hora después, desaparecieron sin dejar rastros.

Mientras tanto, las seis personas encerradas se desesperaban dentro de la pieza calcinante. Para peor, debido a las brasas y al hecho de que estaban mojadas las paredes, el horno iba incrementando progresivamente su temperatura.

Felizmente, la esposa de Gigliotti logró desatarse y aunque no pudo trasladarse a la planta baja comprendió la situación en la que se encontraban los encerrados. Entonces alertó a la policía por el único teléfono que los ladrones se olvidaron de cortar. La llegada rápida de los agentes puso fin al caliente cautiverio de los empleados, dos de los cuales presentaban principio de asfixia.

Gigliotti contó a La Capital que la hora que vivió encerrado fue una verdadera pesadilla, dado que desde chico sufre de asma y padece de picos de presión. "No sabíamos qué hacer, porque cuando pedimos salir porque nos asfixiábamos uno de los que nos asaltaba amenazó con hacernos de goma. Pero llegó un momento en que nos sentíamos morir, así que dijimos tratemos de salir por lo menos para no morir asfixiados, y después que sea lo que Dios quiera".

"No es la primera vez que nos roban. Acá todos saben quienes son (los asaltantes) pero nadie se anima a hablar. Hasta la policía sabe quienes son", afirmó el comerciante. Y recordó que en junio pasado, en plena mañana "y con muchísima gente en la calle", fueron asaltados él y un proveedor cuando salían del negocio.

En el marco de la inseguridad que vive Santa Fe, el panadero manifestó que sus empleados "utilizan la camioneta de la panadería para trasladarse a sus domicilios particulares porque ya no pueden llegar en bicicleta o caminando", dado que han sido reiteradamente asaltados.

Finalmente, Gigliotti no descartó totalmente la posibilidad de cerrar la panadería, porque así se lo están reclamando sus hijos y porque teme por su vida y la de su gente.
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Gigliotti y sus empleados en el lugar del encierro.

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