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 domingo, 28 de agosto de 2005  
De una historia familiar

Un primer libro de poemas suele ser un espacio de prueba, de definiciones provisorias, de lecturas cuya absorción todavía no se completó. "Podemos llamarlo un día", de Alejandro Güerri (Buenos Aires, 1976) se desmarca de esa posición con un conjunto sólido de veintiocho poemas armados como monólogos o diálogos virtuales de un sujeto que elabora una historia familiar.

"A través de mí, pasan voces/ como por un tubo amplio y hueco", se lee en uno de los poemas. Son voces de padres, de hermanos, de "tíos" (en "El médico de la familia", uno de los mejores textos del libro), filtradas por el recuerdo o por la imaginación, que retornan crispadas por la ausencia, la muerte, la enfermedad. Güerri escribe con un tono "impiadoso, prosaico, como un narrador/ distanciado" y reduciéndose a las palabras necesarias, algo poco frecuente, compone escenas inquietantes.

En esa construcción que integran los poemas, la figura del padre es central, ya que asume el rol del principal interlocutor, aquel en relación al cual el sujeto se define a sí mismo. "Filial" es una expresión notable de ese proceso. Ese "hombre con vocación/ de héroe doméstico" que es el padre trasunta algo patético en su vejez, pero es precisamente en ese momento, en que ha perdido su autoridad, en que el sujeto reconoce su familiaridad: "Los dos estamos fuera de tiempo; a nuestro modo,/ reconciliados en lo pequeño:/ una taza oscura/ una idea clara".

Lo mínimo aludido se despliega como epigrama no exento de desasosiego y en escenas de interiores que se vuelven extraños. En la medida en que observa el sujeto hace de los lugares conocidos algo ominoso. Y la recurrencia de los personajes familiares se vuelve fantasmática, en realidad el sujeto está aislado. El espejo en que se han retratado los otros no ofrece ninguna imagen ("Intriga") y en ese vacío surge la amenaza de que el yo se vea como otro ("Hermético"). El cierre del libro ("Desenlace") descubre una salida: es necesario el abandono del hogar y sus figuraciones, hacer oídos sordos a las voces que remiten al pasado.

O. A.
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