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 domingo, 28 de agosto de 2005  
Panorama político
Santa Fe tuvo su semana K

Mauricio Maronna / La Capital

Bastaron 25 palabras de Cristina Fernández de Kirchner para que el justicialismo santafesino rompiera su asepsia: “Parece ser que hay pactos en los que dos partidos (el socialismo y el radicalismo) se juntan con el compromiso de oponerse a las políticas del gobierno en el Congreso”. El latigazo hizo que, al menos por un momento, los peronistas mejoraran su caudal de glóbulos blancos, menguados por la insinuante relación entre el gobierno nacional y Hermes Binner.

  El acto del miércoles marcó una primera bisagra en la tarea proselitista. Al gesto de plantar la bandera de la nacionalización de la campaña en Rosario (una ciudad que le viene dando la espalda al justicialismo desde 1983 hasta hoy), el gobierno agregó como bonus track las palabras de la primera dama, útiles para intentar borrar las dudas, e imprescindibles para que Agustín Rossi pueda ser internalizado como “el candidato del presidente”.

  Entre sobreactuaciones, palabrerío y escenificaciones que se imponen al debate de ideas, la aseveración de la candidata a senadora admite interpretaciones, abordajes y hasta críticas que, sin embargo, Binner no ha querido poner en evidencia.

  ¿Qué tiene de negativo, ilegal u oscuro un pacto, una alianza o un frente que pretenda confrontar con el oficialismo? El interrogante es de tan simple resolución dialéctica que su planteo parece una nimiedad.

  La hipérbole lanzada por Cristina le ofrece a la oposición la posibilidad de alinear al gobierno (también desde lo discursivo) con prácticas “hegemónicas”, de pretender “borrar el disenso” y de plantar en el Congreso nacional apenas una claque que se limite a aplaudir lo que brote del poder central.

  Fueron únicamente los demócratas progresistas (hoy con su capacidad electoral menguada) los que salieron a cruzar duro los dichos de la legisladora. Binner suavizó la respuesta y contestó que si pensara igual que el Frente para la Victoria su partido estaría en el gobierno. Y punto.

  La retórica de Cristina pareció operar como un anzuelo simbólico lanzado para que los socialistas lo mordieran y se plantaran con firmeza en la vereda de enfrente. El ex intendente rosarino sabe que lo que más les duele a los peronistas son sus flirteos con la Casa Rosada. Una respuesta encrespada a los dichos de la hoy mujer superpoderosa sería recibida en el PJ con el cartelito de “misión cumplida”.

  En el PS admiten que el presidente Néstor Kirchner es el dirigente con mayor aceptación entre los electores independientes de la provincia, muchos de los que (especialmente en Rosario y la ciudad de Santa Fe) no trepidarán en poner en la urna la lista encabezada por Binner. “Por el carril del medio también se puede llegar primero”, pretextan desde las capillas del socialismo.

  Rossi ingresó a su primera partida en las ligas mayores como Keith Richards en Boston, en el inicio del world tour de los Rolling Stones. Inteligentemente, y sin miedo escénico, se dedicó a repasar cómo impacta positivamente en Santa Fe la política económica nacional y desnudó un plan mediático que satura las redacciones de los medios con encuestas sin autor que ponen a su competidor a la altura de las nubes.

  El espaldarazo nacional no fue un “anímese y vaya”: el propio jefe del Estado ofició de productor periodístico de un programa televisivo porteño imponiendo que la fiesta del Chivo se extendiese, el miércoles, en los estudios de TN.

  En el avión presidencial, y mientras Cristina preguntaba y repreguntaba sobre el contenido de su pieza oratoria, Kirchner tomó del hombro al santafesino y le aconsejó: “Nacionalizá la campaña, andá a fondo con eso”.

  El acto dejó otras líneas y entrelíneas de análisis no menos interesantes. La primera fue la corroboración de que Carlos Reutemann sigue con su aura intacta entre los justicialistas. Además, su vínculo con Kirchner parece cada vez más estrecho. Contradiciendo todas las reglas del protocolo habitual, al lado del gobernador Jorge Obeid y del primer mandatario esta vez no se ubicó el vicepresidente Daniel Scioli, sino el senador por Santa Fe, una especie de biombo que dejó a la vista de todos la falta de sintonía entre el santacruceño y su número 2.

  La Capital pudo saber que Kirchner invitó al Lole a recorrer juntos las provincias hasta el 23 de octubre en plan de campaña, en lo que un secretario de Estado interpretó como la primera derivación trascendente desde que el sureño lo presentó ante los periodistas que viajaban hacia Alemania, meses atrás, como su sucesor en el 2007.

  “Eso fue una broma, Kirchner tiene todo para ser reelecto y yo lo voy a apoyar”, se desentiende el ex gobernador, que, sin embargo, admite que estará junto al presidente en algunos distritos del país en plan proselitista. “Me gustó el discurso de Rossi, pero ésta es una pelea de largo aliento, recién empieza”, dice Reutemann, quien le sugirió al candidato a diputado: “Ahora no te canses de caminar la provincia, andá pueblo por pueblo y hablá con la gente”.

  Mientras le saca la naftalina a la mítica campera roja, el Lole reconoce que caminará los departamentos pero les baja el pulgar “a algunos tipos que ahora me quieren para juntar votos pero hasta hace poco me tiraban tierra encima”. Y no ofrece más precisiones.

  En un mano a mano a solas con Kirchner, Reutemann hizo una puntillosa descripción de la realidad electoral que vive hoy el PJ provincial: las luces rojas no dejan de titilar en la ciudad capital.

  Increíblemente, el justicialismo hizo allí un pésimo uso del sistema de primarias al presentar un único precandidato a concejal, impidiendo la lucha interna. Esa ausencia de movilización permitió que el Frente Progresista lo supere en cantidad de votantes.

  Si las elecciones fuesen hoy, el peronismo perdería la ciudad de Santa Fe.

  “Con los votos del departamento La Capital, y un par más, siempre equiparamos la ventaja que nos saca la oposición en Rosario. En el resto de la provincia hacemos la diferencia. Hoy hay que revertir algunos números”, admite a este diario un conocedor de los pliegues y repliegues de la bota.

  La saturación por el trajín preelectoral que gana a buena parte de los argentinos poco parece importarle al presidente, que, minuto a minuto, día a día, pone a Eduardo Duhalde como blanco preferido de su tiro al pichón. El enrarecimiento de la campaña, con su retahíla de denuncias sobre pactos y conspiraciones mixtas, ha hecho florecer en la Capital Federal al activismo piquetero.

  Cada día de pánico y locura en la ciudad de Buenos Aires significa un punto más a favor de Mauricio Macri. Pese a lo que reflejan algunas encuestas de escaso rigor científico, el presidente de Boca Juniors hoy está al frente de la intención de voto. Aunque eso lo preocupe, la obsesión del presidente está focalizada en los dominios del duhaldismo, algo que va en contra de las posibilidades de Rafael Bielsa, uno de los mejores funcionarios del gabinete, que debe mixturar su agenda entre las demandas de la alta diplomacia y las recorridas por los cien barrios porteños.

  Hasta el día de las elecciones la Argentina seguirá columpiándose entre el estrépito de las palabras y el derrotero de los hechos. En este marco, resulta una bendición que al jefe del Palacio de Hacienda, Roberto Lavagna, no le haga falta que nadie le recuerde aquella advertencia que alguna vez reverberó en los oídos de un candidato norteamericano: “Es la economía, estúpido”.

  Por afuera de las visiones conspirativas, el estado de denuncia permanente y las cantinelas tribuneras, la sociedad regirá sus voluntades y sus sentimientos por el infalible termómetro de la realidad.

  Después de tantos espejos de colores falsamente vendidos por los estrategas de marketing, habría que reparar en lo que Emile T. Cioran escribió en “Desgarradura”, un libro imprescindible para evitar abrazarse a fanatismos y quimeras: “Antes del despertar, atravesamos horas de euforia, de irresponsabilidad, de ebriedad. Pero, tras el engaño de la ilusión, viene la saciedad”.

  Lo que para otras sociedades representaría la advertencia pesimista de un iconoclasta teñido de nihilismo, aquí las palabras del filósofo rumano deberían retumbar como una contundente lección de práctica política.
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