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domingo,
07 de
agosto de
2005 |
Nota de tapa
Mundo ciber: la conquista de un nuevo territorio
En Rosario casi 800 ciber que prestan su escenario para convertirse en oficina, club, lugar de encuentro, aula o bar
Lisy Smiles / La Capital
Va a la oficina, pero en realidad entra en un ciber. Quiere encontrarse con los amigos y se engancha en el Messenger. Cuenta los minutos que faltan para ver si él va a la cita y hace click en el chat. Cruza los dedos y con valentía entra en el weblog de la cátedra para ver si aprobó el trabajo práctico. Juega al pool, al tenis, integra la selección alemana de fútbol y elige entre ser terrorista o espía. Y más, mucho más sucede en los casi 800 ciber y locutorios que se esparcen por la ciudad, donde un nuevo territorio esta presto a que lo conquisten.
Pocas dudas quedan ya sobre que Internet parece el mundo prometido y todos quieren huir hacia él. Y en esa huida, los ciber y locutorios aparecen como uno de los escenarios clave. Así, sus contornos cambian de acuerdo a la necesidad. Ese territorio, a veces plagado de computadoras y otras tan sólo con dos o tres, pasa a ser oficina, aula, bar, lugar de encuentro, club o plataforma para conocer a alguien.
Y aunque vidrieras afuera estos locales aparecen como pura virtualidad, el límite con lo real es cada vez más difuso. Lo que sucede allí, sucede, simplemente ocurre. A tal punto estos territorios se han convertido en extensiones de otros espacios que, por ejemplo, el postítulo en periodismo y comunicación social de la Universidad Nacional de Rosario alquila un ciber, que se cierra para otros usuarios, y dicta allí alguna de sus cátedras.
Para abonar aún más que los ciber se han integrado al espacio de la sociabilidad, basta con recorrer algunos y ver no sólo a usuarios que se transforman en habitués, sino a los que se reúnen allí tan sólo a encontrarse con otros sin usar las computadoras.
No son más de las 20 y las veinte computadoras están casi todas ocupadas. Hay música, cada tanto entra y sale alguien del ciber. Tras el mostrador, está Mauricio, cumpliendo su turno de trabajo. Cerca de él, dos amigos charlan entre sí, sin tocar una computadora.
La oferta tienta a más de uno por tan sólo un peso veinte la hora. Está Pablo que de lunes a viernes muda su PC al ciber y allí realiza su tarea de programador. O un silencioso estudiante que intenta resolver la búsqueda de información mientras a centímetros suyo alguien descubre que casi todos sus contactos del MSN están conectados y acuerda una salida para más tarde. Aquí algunos testimonios del "Mundo ciber".
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Estudiantes de Comunicación Social toman clases en un ciber que la facultad alquila especialmente.
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