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domingo,
07 de
agosto de
2005 |
Más real que virtual
Ana María Margarit (*)
Entre los términos modernos que intentan designar la relación que establecen los navegantes de Internet con el conocimiento, hay uno, muy poco feliz, que es el de aula virtual. Virtual implica que lo que sucede es aparente, no es real o no es del todo real; que si algo ocurre en el ámbito virtual esto es imaginario o es una simulación; tal vez un efecto de probable eficacia, una fuerza de la que desconoce su consecuencia.
Si el uso de una página de Internet o de la red en toda su amplitud forma parte de un proyecto de enseñanza; si ese proyecto considera la cuestión de los contenidos curriculares como un conjunto de saberes y formas culturales que merecen desarrollarse individual y socialmente; si se piensan los contenidos a la vez que se busca estimular el pensamiento estratégico y la comprensión y por último, si todos los participantes en el proceso de enseñar y aprender quieren realmente hacerlo entonces se estará encaminado a constituir un aula real.
Según Tony Bates, un miembro fundador de la British Open University, no se establece una oposición entre aula virtual y aula presencial: ambas, son absolutamente reales. Más vale propone que los docentes entendamos las propiedades del aula, que complementemos los recursos con los objetivos de la enseñanza, que descartemos las clases magistrales y a cambio, propiciemos ambientes de encuentro y participación, hagamos transitable el terreno de la construcción del sentido aprovechándonos con visión estratégica de la tecnología y de Internet.
Acorde con esta postura, entendemos nuestras experiencias como aulas integradas, en las que todas las tecnologías de probados resultados en la buena enseñanza se incorporan, conviven, incluso cobran nuevo significado. No tiramos los buenos libros por la ventana porque existe la página web, no abolimos el pizarrón si hay algo interesante para escribir allí. El recurso digital del weblog es el aula en tanto puede convertirse en un ambiente habitado -no ocupado- por participantes que asumen una posición activa, dialogan entre sí y dialogan con los materiales. El aula del weblog materializada en la luz del monitor o en la líquidas paredes del plasma es real en tanto aula, no porque el aula del weblog continúe los muros del aula de la facultad o viceversa, sino porque en el cruce de esos ámbitos ocurre la comunicación, se realiza la comunicación.
Es el rayo del diálogo el que perfora el muro del aula de la facultad con la misma potencia que trasvasa por la fibra óptica o el cable telefónico; es la textura del diálogo lo que imprime sentido a esta construcción de múltiples materiales comunicantes; el diálogo con sus turnos, sus pactos de comunicación y sus negociaciones de sentido.
Desde otra óptica, quién puede asegurar que los procesos del pensamiento que desarrolla un estudiante que busca materiales en la web o publica sus escritos en un sitio digital son partes de la virtualidad. Nada más real que el pensamiento, que el itinerario por donde se elaboran las ideas y las representaciones del mundo, que la materialidad de las palabras con que esas creaciones se echan a andar en busca de un lector.
(*) Ana María Margarit es profesora titular de Redacción I, Escuela
de Comunicación Social
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