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 domingo, 03 de julio de 2005  
Irán: las incógnitas del presidente Ahmadineyad
Con un discurso populista y apoyado por el régimen derrotó fácilmente a reformistas y pragmáticos

Luciano Záccara (*) / Especial para La Capital

Teherán. - Los resultados de las elecciones presidenciales iraníes sorprendieron a la mayoría de los analistas internacionales, e incluso a muchos iraníes. Mientras que todas las predicciones y sondeos electorales daban como segura una segunda ronda entre el ex presidente Rafsanyani y los candidatos Moin o Qalibaf, los resultados de la primer ronda dejaron en claro que el comportamiento electoral iraní distaba mucho de ser previsible.

Rafsanyani, Ahmadineyad, y Karroubi ocuparon los tres primeros puestos. Las encuestas de la agencia de noticias Irna y las opiniones de los periódicos iraníes pronosticaban una participación menor al 50 % y sin embargo, según los datos oficiales brindados por el Ministerio del Interior, un 62,4 % de la población emitió su voto.

La maquinaria movilizadora de los basiji (milicianos del régimen, ndr) logró en pocos días volcar los resultados de la primer ronda, permitiendo colocar a su candidato Ahmadineyad en el segundo puesto que lo habilitaba para enfrentarse a Rafsanyani una semana después. Las redes clientelares suplieron la falta de publicidad del candidato, que hizo gala de austeridad en la campaña electoral, otorgándole inclusive una gran victoria en Teherán, feudo por excelencia del movimiento reformista que surgió a fines de los años 90.

La segunda ronda presentaría una nueva sorpresa. Se preveía que los llamamientos a votar por Rafsanyani por parte de los tres candidatos reformistas, Karroubi, Moin y Mehralizadeh, sumados al del presidente saliente, Mohammad Jatami, y los apoyos de las dos principales agrupaciones reformistas serían suficientes para volcar los votos "reformistas" hacia él, por miedo de la oleada "ultraconservadora" que representaba Ahmadineyad.

La fácil victoria de Ahmadineyad no dejó dudas sobre el rotundo fracaso de Rafsanyani y del reformismo como movimiento político en Irán. Más del 62% de los electores decidieron que la alianza in extremis de "reformistas" y "pragmáticos" era más de lo mismo, y que en este sentido el alcalde de Teherán representaba una novedad.

Con sólo 46 años, laico y formado en las penurias de la guerra contra Irak, este candidato se mostraba más cercano a las necesidades de la sufrida población iraní, con un discurso populista, purista y combativo contra las "mafias" locales, la corrupción y la presión extranjera. Los más de 17 millones de votos obtenidos por él no deben ser considerados como votos "conservadores", de la misma manera que con anterioridad los 21 millones de votos obtenidos por Jatami no debían considerarse como votos "reformistas".

La población iraní ha dado la espalda tanto a los que fracasaron en su intento de reformar el sistema desde adentro como a los que reaparecieron en la escena política iraní sin casi haberla abandonado en los 25 años de historia de república islámica. Es verdad también que el programa de gobierno del vencedor es una incógnita, más allá de las primeras declaraciones con respecto al programa nuclear y Estados Unidos.


Con un suegro muy poderoso
Sus apoyos políticos son muy importantes dentro del stablishment iraní. Casado con la hija de Ahmad Jannati, jefe del Consejo de Guardianes, conserva intactos sus contactos con los basiji y pasdaran, la fuerza de choque del régimen. Aún así, queda por ver si su poder es suficiente para mostrarse autónomo frente a la cúpula de poder, o por el contrario, si solo será el brazo ejecutor de ella.

Los desafíos que enfrentará Ahmadineyad son numerosos. En el ámbito económico-social deberá superar el estancamiento económico y la escasez de puestos de trabajo. Sus primeras declaraciones parecen indicar que desarrollará una política redistributiva de la renta petrolera, aumentando el gasto público y favoreciendo el crecimiento de las redes clientelares que favorecieron su victoria, algo que sólo es viable con un precio alto y estable del petróleo.

Y nuevamente la política exterior será el ámbito que más desafíos planteará al nuevo presidente. La pendiente normalización con Estados Unidos parece seguir tan lejana como siempre. La cuestión nuclear es, en este sentido, la carta fundamental a jugar en la mesa de negociaciones con la presidencia de George W. Bush. A pesar del escepticismo existente en los ámbitos diplomáticos, la inconveniencia de "romper" con la comunidad internacional es entendida por todos los políticos iraníes, incluido Ahmadineyad, quien sin embargo no duda en reclamar su derecho a poseer energía nuclear sin dar explicaciones a nadie. En este contexto, Estados Unidos, la Unión Europea y la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU deberán actuar con cautela pero con firmeza ante un personaje desconocido en la arena internacional, que demuestra una nueva forma de hacer política.

(*) Egresado del Taller de Investigación de Estudios Internacionales Mediterráneos de la Universidad Autónoma de Madrid.


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El presidente electo tiene el apoyo de las milicias islámicas.

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