Año CXXXVIII Nº 48798
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Escenario
Ovación
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Educación 02/07
Estilo 02/07
Salud 29/06
Autos 29/06
Día de la bandera 20/06

contacto

servicios
Institucional

 domingo, 03 de julio de 2005  
Los cometas, la otra cara del espacio
Mañana una sonda chocará contra el Tempel 1, en un nuevo hito en una historia llena de interrogantes

Con el encuentro de la nave espacial Deep Impact con el cometa Tempel 1, Estados Unidos celebrará mañana con fuegos de artificio cósmicos su día de la independencia, y a la vez se escribirá un nuevo capítulo en la historia de los cometas y la exploración del espacio.

Para la imaginación humana, estos vagabundos del espacio que aparecían erráticamente en el cielo de la noche como una cabeza de mujer con el cabello al viento o como una espada echando llamas, evocaban presagios fatales, hambrunas, guerras, anuncios de la ira de los dioses.

La aparición de un cometa precedió el asesinato de Julio César, mientras, siglos más tarde, el cometa Halley fue culpado en Inglaterra de una epidemia de peste negra y, en Suiza, de terremotos y del nacimiento de animales con dos cabezas.

Fue precisamente el astrónomo inglés Edmond Halley quien acabó con siglos de incertidumbre, al descubrir que el cometa que hoy lleva su nombre seguía una órbita elíptica de unos 75 años en torno al Sol, logrando predecir por primera vez con exactitud su aparición en el año 1758-59. Desde entonces, la ciencia ha determinado que los cometas van y vienen a intervalos regulares de 3 a 200 años, mientras otros no vuelven sino en miles de años.

Un astrónomo norteamericano, Fred L. Whipple, formuló en 1950 la teoría que define el núcleo de un cometa como una "bola de nieve sucia", compuesta de material orgánico oscuro, rocas y hielo de agua. Tras ese núcleo, que puede tener de uno a diez kilómetros de diámetro, va la "cola", una nube de polvo y hielo que se hace visible al iluminarse por el calor del Sol.

Fue el astrónomo holandés Jan Hendrik Oort quien determinó en 1950 que el hielo de los cometas procedía de una región fría del espacio, a millones de kilómetros del Sol, más allá de los planetas, donde hay una verdadera nube de cometas hoy conocida como la Nube Oort.

Un año más tarde, otro holandés, Gerard Kuiper, sugirió que debía haber allí, en forma de cometas, restos de la creación del sistema Solar. Esa zona, conocida hoy como el Cinturón Kuiper, es el lugar de procedencia de los cometas de períodos orbitales cortos. La Nube Oort, por el contrario, es el lugar de origen de los cometas de período largo, que suelen visitar el sistema Solar en lapsos de millones de años.

Nacidos lejos del Sol, los cometas han conservado en su núcleo la composición que tenían al originarse los planetas, hace 4.600 millones de años: 50 por ciento de agua y 10 a 20 por ciento de carbono.

El registro geológico revela que, hace 3.900 millones de años, un brutal bombardeo de cometas y meteoritos evaporó el agua en la tierra. Fue justamente después de ese período que aparecieron en el planeta los primeros signos de vida. La clave sería que los cometas trajeron hasta aquí desde el espacio exterior los ingredientes necesarios: no sólo agua en abundancia, sino también las moléculas carbónicas que se precisaba para la formación de las primeras moléculas vivientes.

El Tempel 1, descubierto el 3 de abril de 1867 por el alemán Ernst Tempel, es un cometa de período corto cuya órbita se mueve cada 5,5 años entre los planetas Marte y Júpiter. Junto con el norteamericano Horace Tuttle, Tempel descubrió en 1866 el origen de la lluvia de meteoritos llamada Leónidas: un cometa que fue bautizado precisamente Tempel-Tuttle. Durante su actividad como astrónomo, Tempel descubrió en total 13 cometas.

Pero el Tempel 1 no es el único cometa que ha hecho noticia en los últimos decenios. La próxima aparición del cometa Halley será en el año 2061, pero, entretanto, el cometa Shoemaker-Levy, destrozado en 21 fragmentos, se precipitó en Júpiter en 1994, en la primera vez que la humanidad presenciaba una colisión planetaria.

El cometa Hale-Bopp, descubierto por Alan Hale en 1995, se hizo admirar con su elegante cola dos años después, al acercarse al interior del Sistema Solar en 1997.

Desde el comienzo de la era espacial, varios vehículos han participado en la exploración de los cometas, aunque esta será la primera vez que un objeto humano colisione con un cometa.

Tras la sonda Deep Impact, la carrera por la exploración de los cometas seguirá con la sonda europea Rosetta, lanzada al espacio el pasado 2 de marzo rumbo al cometa Churyumov-Gerasimenko, en el cual depositará en 2014 un vehículo de exploración. (DPA)
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados