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viernes,
29 de
abril de
2005 |
Por un espacio digno
de estudio y trabajo
La nota aparecida en La Capital el domingo pasado referida al estado de la Facultad de Humanidades y Artes pone en evidencia una realidad vergonzosa por la que atraviesa diariamente la comunidad universitaria. Pero el problema allí no es presupuestario sino de desidia y abandono institucional por parte de las autoridades que desde hace años han aceptado naturalizar ese estado de decadencia edilicia. Ingresar a la Facultad en medio de puestos callejeros que venden los más variados objetos, utilizar los baños que raramente son higienizados o cruzar el patio central lleno de desperdicios y escombros puede convertirse en una aventura para cualquiera de los estudiantes y docentes que hacemos uso de ese edificio. La razón de tanto desquicio es simple: la incapacidad de las autoridades en ponerle límites a un Centro de Estudiantes que arremete con prepotencia destruyendo paredes y aulas (como si la revolución fuera a acelerarse a mayor decadencia edilicia) y la inacción de un conjunto importante de no docentes que en gran medida es, aunque no quiera reconocerlo, corresponsable por inacción. Al lector no informado es necesario explicarle que los cargos de conducción de la facultad dependen también del voto de estos dos estamentos (estudiantes y no docentes), y ponerles límites, es decir, plantear una crítica a su desempeño, implica arriesgarse a no recibir su apoyo en ulteriores elecciones, de allí la complacencia con las que se los trata y tolera. Así funciona la absurda maquinaria que termina generando en consecuencia este paisaje de triste decadencia registrado de manera veraz por la cronista en su nota. Quien dude de lo allí dicho no tiene más que dar un paseo por los pasillos de esa facultad. La nota de La Capital es valiente porque se atreve a nombrar algo que muchos observamos y que nadie se atreve a enunciar. Convivimos con basura, humedad y falta de higiene de manera naturalizada. No es problema de presupuesto, no se trata de tener más o menos dinero para los arreglos, se trata de sentido común, de que las autoridades entiendan que una facultad es en primer lugar un lugar para estudiar y producir conocimiento y que deben poner todo su esfuerzo para alcanzar ese mínimo objetivo. Es injusto someter a estudiantes y docentes a convivir diariamente en un estado de abandono tan lamentable. Ojalá la nota sirva para revertir en algo esta situación que tantos estudiantes y docentes padecemos. Ojalá el decano de la Facultad o en su defecto el rector de nuestra universidad se hagan eco de estos reclamos y nos ayuden a que todos podamos disponer de un espacio digno de estudio y de trabajo.
DNI 23.507.474
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