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 domingo, 24 de abril de 2005  
[Nota de tapa] Segundos afuera
Boxeadores, el duro oficio de ganarse la vida en un ring
Quieren ser profesionales para tener una vida distinta y mejores posibilidades económicas. Mientras tanto los púgiles aficionados entrenan con gran esfuerzo y dedicación. Aquí se cuentan algunas de sus historias

Osvaldo Aguirre / La Capital

El ring está en el centro del gimnasio. Cae la noche y en el curso del entrenamiento cruzan guantes Ramón Eduardo García y Martín Hurtado. A un costado, uno de los entrenadores, Carlos Molina, a quien le dicen Monzón por su notable parecido físico con el célebre boxeador, hace indicaciones sin decir una palabra, traza fintas con sus manos. Los boxeadores son aficionados, pero cambian golpes con fuerza, bailan, por momentos se detienen para estudiarse y enseguida vuelven al combate.

La escena se desarrolla en Ringo, uno de los gimnasios de Rosario donde se enseña boxeo. Bartolomé Chaparro, el Puma, fue boxeador y desde hace tres años transmite su experiencia a los jóvenes que se acercan, junto con Carlos Molina y Guillermo Marote. "Ahora hay mucho interés por el boxeo, más que antes", dice.

"Los chicos vienen porque quieren boxear. Y quieren cambiar de vida. Hay muchos chicos de la calle, chicos que andan en la mala, robando, que se acercan. Gracias al gimnasio logramos muchas veces que dejen la calle", cuenta Chaparro.

Esa función social es para el Puma la definición misma del trabajo. "Queremos sacar a los pibes de la calle para que boxeen y el día de mañana sean alguien", apunta.

En el gimnasio se cobra una cuota mensual de diez pesos. "Al chico que viene le damos gimnasia, le enseñamos a caminar, a sacar las manos. Una defensa personal. Después, si vemos que le gusta y tiene continuidad, nos dedicamos más de lleno y lo ponemos a guantear con un pibe que sepa y no sea tan superior a él, para que vaya aprendiendo".

No sólo se trata de boxeo. "Nosotros también los aconsejamos, les decimos cosas para que a ellos el día de mañana les sirva -afirma Chaparro-. Y a la gente que no nos hace caso, o que no tiene voluntad de aprender, les decimos que no podemos trabajar así".

El principiante comienza por practicar una hora diaria. Después de un par de meses, el entrenamiento requiere mayor tiempo de dedicación. "Para combatir por ahí se necesitan siete, ocho meses, un año. Nosotros los hacemos combatir cuando vemos que están en condiciones, cuando están bien a punto".

Para Chaparro no todo tiempo pasado fue mejor. "Antes vos tenías que trabajar, tenías que comprar todas las cosas para el gimnasio. Ahora los chicos tienen a alguien que les compre. Yo, cuando boxeaba, trabajaba en el Mercado de Productores. Cargaba dos equipos llenos de bolsas de papas, y de ahí iba a entrenar. Con ese trabajo me compraba las cosas que necesitaba".

El gimnasio Ringo funciona en el entrepiso del club Los Pinos, en Gálvez y Francia. En la planta baja hay un buffet y una cancha de bochas, y las voces de los jugadores y el estruendo de los bochazos se mezclan con los golpes al puching ball y el repiquetear de la soga. "Acá hay figuras, pibes que están para llegar", dice el Puma. Una de las promesas es Héctor Benítez, un chico de 15 años que sigue el ejemplo de su hermano, Sergio Benítez, hoy boxeador profesional y sparring del campeón mundial Jorge La Hiena Barrios.

"Hace dos años que estoy practicando -cuenta Héctor Benítez, mientras se ajusta el vendaje en su mano izquierda-. Voy al colegio, y cuando salgo vengo al gimnasio, todos los días, de lunes a sábados".

Héctor Benítez tiene hasta el momento una sola pelea, su debut como amateur. Fue en febrero, en el mismo club donde funciona el gimnasio. "Al principio estaba tranquilo, pero cuando subí al ring me puse nervioso -recuerda-. Había bastante gente, estaba casi lleno. No me acuerdo de cómo fue la pelea: aparentemente las cosas salieron bien. Empaté con un muchacho grande".

Ahora espera otra pelea. "Mis entrenadores me marcan mis errores, que no son muchos. Por ahí me olvido de subir la mano izquierda y me como algunos golpes", dice Benítez. Le gustan la Hiena Barrios, Locomotora Castro, los boxeadores mexicanos y tiene bien claro qué quiere. "Mi deseo sería llegar a algo, ser alguien en el boxeo. No estar practicando en vano: que la gente te conozca, tener un futuro. Bueno, uno siempre piensa en grande. Vamos a ver qué pasa".


DESDE EL CUADRILATERO
Ramón Eduardo García tiene 20 años, vive cerca del parque Oeste y fue subcampeón en un torneo que se realizó en Newell´s. Después de un par de rounds de práctica, sigue haciendo bicicleta y cuenta su historia. "Desde chico, yo siempre decía que cuando fuera grande iba a ser boxeador, e iba a ser campeón del mundo -dice, con una sonrisa-. Bueno, recién empiezo. Hice nueve peleas como amateur, gané y perdí".

Está impaciente por debutar como profesional, por razones económicas. "No gano mucha plata y boxeo es lo único que hago -explica-. Si llegás a ser campeón podés vivir de esta actividad, aunque no sé hasta cuándo. Ahora ando sin trabajo, hasta hace un mes estuve en una obra como albañil, algo que viene bien porque saco más fuerza".

García no tiene modelos en la realidad sino en las películas. "Me gustaba Rocky, porque era zurdo, y yo también soy zurdo. Pero también cómo boxeaba", dice, y vuelve a sonreír.

Según recuerda, la pelea que mejor le salió -aunque "la mayoría me han salido bien", aclara- es una que perdió. "Fui a pelear abajo del Viaducto. Yo me movía bien, el otro era muy rápido. Me ganó por puntos, pero me gustó cómo la gente me alentaba, me decían «dale» y yo iba para adelante, yo esquivaba piñas, y el loco tiraba y tiraba". No tiene nocáuts en su haber, pero "tumbé y dejé mareados a varios".

A los 23 años, Alexis Bouvier lleva seis meses entrenando. Tiene una pelea como amateur, en un festival que se realizó en Central Córdoba, donde ganó por nocáut en el segundo round. Así recuerda ese día: "Salí de trabajar a las seis de la tarde. En el colectivo iba muy nervioso, pensando en la pelea. Cuando llego me dicen que me quedara tranquilo, que iba a pelear con otro debutante. Y cuando subí al ring noté que el otro estaba más nervioso que yo".

Bouvier tiene como modelo a Naseem Hamed. "De chico el padre le ofrecía caramelos a los amigos si le pegaban una piña en la cara -dice-. Por eso a él ahora, cuando sube al ring, nadie puede tocarle la cara. A mí me dijeron que me operara la nariz, pero no quiero, por miedo a que me quede mal y porque quiero pelear como Hamed".

Martín Hurtado tiene 23 años y 13 peleas como amateur. "Empecé hace tres años y medio, para probar. Ya siendo grande. Pero me fue gustando", cuenta. Para él, el boxeo es por el momento un deporte, aunque "si Dios quiere y las cosas salen, hay grandes futuros en esto".

Esas posibilidades se acercan o se alejan con cada pelea. Se trata de esperar el momento, porque "cuando te apurás es cuando peor te va", dice Hurtado. "Hasta ahora me fue regular -agrega-. Peleé mucho afuera -en Córdoba, Arroyo Seco, Beltrán- y afuera, si no ganás por nocáut, es difícil que te la den ganada. Dicen que si le das una paliza al rival, afuera, te dan empate".

Hurtado admite que no tiene mucha técnica. "No hago una pelea vistosa, voy para adelante. Así, a veces te encontrás con las manos. O las manos las ponés vos, depende", dice. Su modelo es Locomotora Castro. "Es el Maradona del boxeo. Claro, fijate la panza que tiene, ¿y quién le gana? Te pone una mano y no te levantás más. Es un ejemplo, no como persona sino como boxeador".

Al respecto, reivindica la dedicación y el esfuerzo que exige la práctica del boxeo. "Dicen que es muy violento, pero hay que estar todos los días, entrenar, llevar una conducta, sobre todo una conducta, ¿no? Acá se entrena de lunes a sábado y, si tenés que pelear, también el domingo. Yo trabajo en una metalúrgica de las 8 de la mañana a las 6 de la tarde. Salgo y vengo a entrenar. Imaginate si me tiene que gustar", concluye.

Luciano Ploner fue boxeador entre 1979 y 1988. En el gimnasio donde enseña boxeo, en Alem y Pellegrini, conserva algunos recortes periodísticos y programas de aquella época, cuando supo estar en las peleas de fondo. "Dejé a los 26 años y hasta el día de hoy tengo la idea de que me faltó hacer algo", dice.

El retiro tuvo que ver con las dificultades económicas para continuar en el deporte. "Yo hice cinco años de amateur y cinco de profesional. Era duro porque, como no había televisión, no era tan fácil conseguir esponsors. El que salía en la televisión era un campeón mundial, o un campeón argentino, cuando daban peleas los miércoles. Y había que estar en Buenos Aires para caminar un poco más. Si uno trabajaba no podía entrenar bien y si entrenaba no podía trabajar y a la larga tenía que dejar, como me pasó a mí. Para ganar peleas hay que estar bien entrenado y bien cuidado".

Entre el boxeo de ayer y de hoy existe una diferencia visible. "Si no fuera por la televisión, el boxeo ya no existiría -dice Ploner-. Económicamente no pasaría nada. Si quiero hacer un festival no me alcanza la cantidad de gente para cubrir los gastos. La televisión pone cierta cantidad de dinero y permite conseguir los esponsors".

Ploner tiene una mirada crítica. "Yo veo ahora boxeadores profesionales que son profesionales porque les dan la licencia, no porque lo sean en serio. El boxeador es profesional en serio cuando el amateur le queda chico. Por eso antes teníamos a Galíndez, Monzón, campeones argentinos y sudamericanos que peleaban en todo el mundo. Ahora salimos a pelear afuera y prácticamente no gana nadie". En cambio, "antes un amateur tenía que dar un nivel para ser profesional. Un boxeador amateur para ser profesional en serio tiene que estar cinco años en un gimnasio, haciendo 50, 60, 80 peleas. Lo que estamos viendo ahora no son profesionales, son más bien amateurs: los profesionales en serio se cuentan con los dedos de la mano".

En el Luciano Boxing Club, el gimnasio de Ploner, entrenan varios boxeadores amateurs, pero también practican personas que no pretenden subir a un ring. "Hace como siete u ocho años empecé a enseñar boxeo para que lo haga cualquier persona -cuenta-. Antes, si vos ibas a un gimnasio de boxeo era para pelear. Acá lo hacen mujeres, gente que trabaja o que estudia, taxistas, gente que quiere hacer algo distinto a los fierros y viene a moverse, a hacer bolsa y de paso se entrena".

El boxeo requiere un largo aprendizaje. "Necesitás un montón de tiempo, y dedicación. Si uno quiere aprender realmente para ser boxeador necesita venir todos los días, cuidarse. La preparación es distinta a la del que viene dos o tres veces a la semana", apunta Ploner.

Por eso, "el entrenamiento de los boxeadores es una cosa que uno tiene que hacer con rigor, controlarle todos los tiempos. Cada día uno le va dando cosas nuevas, además de soga, bolsa, muchos abdominales. Ya uno lo tiene medio como rigoreándolo".

En el Luciano Boxing Club, la preparación de los boxeadores corre por cuenta de un especialista: Hugo Villerán, ex campeón argentino y sudamericano, ex sparring de Carlos Monzón y con 300 peleas en el país y el extranjero. "Es un libro abierto", dice Ploner (ver aparte).

Mauricio Arancibia es uno de los créditos del gimnasio. Tiene 20 años, hizo cuatro peleas como mediano y salió campeón en un torneo en Newells. "Las peleas se ven mejor de afuera que de adentro, pero yo creo que anduve bien en las que hice. Quiero ser profesional, llegar a algo. Si el destino me da una buena oportunidad la voy a aprovechar".

Desde el ring, "los gritos, los aplausos de la gente al principio influyen, te ponen nervioso, pero después de la primera pelea el público ya no importa tanto". Arancibia tiene como modelo a Mike Tyson.

Matías Kaufman entrena en el ring bajo las indicaciones de Hugo Villerán. A los 22 años no ve la hora de tener su primera pelea. "Me gusta aprender y acá me están enseñando a caminar, a trabajar con el cuerpo. Lo que me gusta es el deporte, y lo que se siente al estar en un ring", dice.

Pablo Godoy tiene apenas 17 años y comparte las ganas de pelear. "Entreno de lunes a sábados, tres horas por día -cuenta-. Tuve un par de oportunidades para combatir que no se pudieron concretar y eso me dio más ganas. Pero lo importante es entrenarse, para ir a ganar".

Uno de los principales recursos, dice, es "controlar la respiración, no quedarte sin aire en el ring, poder recuperarte de los golpes y no entregarse nunca". Como un guerrero. "El tema de la plata no me interesa -sigue Godoy-. Empecé como una especie de terapia. Hacía bolsa, como una descarga. Y el boxeo ayuda mucho para eso, volvés a tu casa hecho una plumita".

La constancia es la piedra de toque de un boxeador. "Muchos quedan en el camino -dice Luciano Ploner-. «Yo vengo para pelear», dicen. Algunos aguantan una semana, otros un mes, otros hacen dos o tres peleas y dejan. Esto es durísimo".

El camino se hace largo. "Para debutar como profesional, a los cuatro rounds, están pagando 500 pesos -agrega Ploner-. A un chico que a lo mejor no tiene trabajo, capaz que le quedan 400 pesos. Si tiene suerte y hace una pelea por mes, tiene un sueldito. Si le va bien y lo ven pelear, a lo mejor lo llevan a afuera". Pelear se confunde, a veces, con el hecho mismo de estar vivo.


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El riguroso entrenamiento de los boxeadores amateurs.

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