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 domingo, 24 de abril de 2005  
En emergencia. La sala de lectura cerró por precaución
Humanidades: otra facultad con un edificio lamentable
Unos 54 mil volúmenes conviven con ratas y murciélagos donde en 1903 se levantó la capilla de un colegio

Laura Vilche / La Capital

Entre Ríos 758, Facultad de Humanidades, una de las doce unidades académicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Allí, donde en el siglo pasado supo funcionar la capilla del colegio Santa Unión, ahora se levanta una biblioteca de 54 mil volúmenes con los que conviven ratas y murciélagos. Y, como si eso fuera poco, desde hace unos días la puerta de la sala de lectura luce un papel que reza: "Desde 01-04-2005 el lugar permanecerá cerrado por precaución a raíz de la caída del revoque de sus techos". Esta es otra muestra del estado de emergencia edilicio que padece la UNR por falta de presupuesto. Situación que se suma a la que mostró La Capital en su edición de ayer, donde dio cuenta de que los estudiantes de la Escuela de Enfermería dan clases prácticamente en ruinas.

El edificio de Humanidades, construido en 1903 y declarado patrimonio de la ciudad, suma otros agravantes: falta de higiene y descuido de la cosa pública son sólo dos rasgos a los que se ha acostumbrado su comunidad académica. Baños sucios, luces y ventiladores que nadie apaga, sillas que quedan en la calle después de alguna actividad y mobiliario desvencijado por más de un rincón son parte del paisaje.

Apenas ocho meses después de que la UNR se declarara en emergencia edilicia, el 1º de julio de 2003 se quemó su edificio histórico más importante, la Facultad de Derecho (Monumento Histórico Nacional contruido en 1889). Casi reafirmando la decadencia, en febrero de este año, y tras una tormenta, se desmoronaron los techos de la Facultad de Psicología. Ahora sale a luz la deplorable postal de Enfermería y hay que apuntalar el techo de la sala de lectura de la biblioteca de Humanidades "porque si no, en cualquier momento un pedazo de revoque descabeza a un alumno y a mí me hacen un sumario", se atajó ante este diario la directora del lugar, Susana Peracca.

Pero para la directiva los problemas de la biblioteca no comenzaron este mes con las grietas del techo. La puerta principal del lugar tiene un sistema de alarma desenchufado. El moderno adminículo se instaló hace dos años con la idea de que nadie se llevara los textos de la estantería abierta, pero nunca anduvo.

Y más. "Acá hay una sala donde el sol arruinaba los libros, pedimos una cortina y nos dieron una media sombra. Y por las grietas de una columna entró agua y se arruinaron varias colecciones", se quejó Peracca.

En el lugar se prestan anualmente más de 40 mil libros, y trabajan ocho empleados, aunque sólo tres son bibliotecarios. El dato no es poco relevante si se tiene en cuenta que en la UNR existe un posgrado y una licenciatura en bibliotecología. "Lo que sucede -aclaró un no docente que prefirió no identificarse- es que la biblioteca es para muchos un lugar de castigo, aunque también un premio para quienes no saben adónde poner".

El decano de la Facultad, Darío Maiorana, explicó que la sala estará "en breve" habilitada. "Cursamos el reclamo a política edilicia de la UNR, se colocará un andamio que apuntale el revoque y se comenzará a trabajar en el tema", deslizó.


Un museo en el coro
El Estado nacional parece haberse olvidado de este rincón de la UNR. Basta mirar hacia el coro de lo que fue la capilla para darse cuenta de ello. Allí se ubican cientos de piezas del noroeste y del litoral; nada menos que el patrimonio del Museo de Arqueología (dependiente de la Escuela de Antropología) de la UNR, convertido en un simple depósito.

El museo se creó en el 58 con piezas indígenas enteras y fragmentos de excavaciones realizadas por investigadores locales que hoy sufren un lento deterioro por la humedad, los microbios y el guano de los murciélagos. En los 70, durante la dictadura, el lugar se cerró y valiosísimas piezas se tiraron. "Autoridades del momento (el profesor de geografía Enzo Luraschi) dieron la orden de hacer lugar en la facultad y quienes limpiaron no tenían ni idea del valor científico de lo que pasaba por sus manos, relamente esto fue un desguace", aseguró la directora del museo, María Teresa Carrara. Las actuales autoridades de la UNR encontraron en el 2000 un nuevo sitio (una casa a media cuadra de La Siberia) donde realizar actividades, pero aún no pudieron tomar posesión del lugar.

Ya en frente del tradicional edificio de Humanidades comienzan los problemas. Hace meses la puerta de la caja del gas está rota y arreglada con hilos. Atravesar el hall, implica toparse con el sector más dinámico del edificio: de entrada y salida, encuentro y volanteada de de las distintas agrupaciones políticas. "Está bueno que acá haya tanto movimiento; eso sí, entra cualquiera, desde mendigos hasta pacientes psiquiátricos, esto es tierra de nadie", comentó Graciela, una estudiante de Historia.

En el primer piso, sólo un fragmento de un pasillo está pintado. El resto de las aulas tiene los techos húmedos, las pinoteas en mal estado y las paredes descascaradas. Sobre las sillas y escritorios se desparraman latitas de conserva a manera de ceniceros, función que cumplen también los bebederos. Un sector del techo del baño se sostiene con una escoba, las paredes están agujereadas y los sanitarios pierden. Tal vez este panorama disparó la anécdota que cuenta Evangelina, una estudiante de idiomas: "Un día -recordó- vine a hacer un trámite con mi nena de 4 años y me preguntó azorada: ¿Mamá, acá vive un monstruo?".

Las aulas están numeradas con birome o tiza, y en una de ellas, la 22, el sol se repara con bolsas negras de consorcio.

En el mismo piso, hay una escalera que sube a un altillo donde trabajan los integrantes del Laboratorio de Arqueología. Sus paredes, verdes del moho, no sólo deterioran las piezas apiladas en los estantes sino "también la salud", dijeron dos investigadoras que estaban en plena tarea.

En el segundo piso el paisaje se repite y en la entrada de la Escuela de Antropología, el acanalado de los techos deja ver los ladrillos. El revoque ya se cayó hace unos años y no se volvió a cubrir.

Y un dato serio. En ningún lugar se divisa un matafuegos, ni aún en la sala de proyección del subsuelo, donde está el cartel pero no el aparato.

Para el presidente del centro de estudiantes, Roberto Vaghi, esta es la mejor muestra de que el edificio "no está preparado para afrontar las contingencias". El dirigente aseguró que se le presentó al Consejo Directivo de la facultad en febrero un relevamiento del lugar realizado por una técnica en seguridad, pero "nadie acusó recibo".

"La profesional nos dijo que si por ella fuera clausuraría varios lugares de esta facultad", indicó.

Pero en rigor, hay espacios de esta facultad (a la que asisten 7 mil alumnos, 450 docentes y 90 no docentes) que están cuidados: el de lenguas para la comunidad, y un espacio recién remodelado y pintado de Bellas Artes.

Para el decano, el sondeo de los estudiantes no fue más que una "maniobra preeleccionaria" y en cuanto al estado general del inmueble se excusó: "Falta presupuesto y personal para el correcto mantenimiento. Pero este edificio viejo no fue mantenido por años. Ahora hemos colocado rampas y un ascensor, arreglamos los desastres que provocaron las lluvias y refaccionamos gran parte de la Escuela de Música. Todo con poca plata y mucho esfuerzo".
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El laboratorio arqueológico amenazado por la humedad.

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