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 sábado, 12 de marzo de 2005  
Comenzó la competencia oficial del Festival de Cine de Mar del Plata
Retrato de la intimidad de un monstruo
"La caída", el filme sobre los últimos días de Adolf Hitler, no cumplió con las expectativas que había generado

Fernando Toloza / La Capital

Mar del Plata (enviado especial).- La competencia oficial por los premios del festival comenzó ayer con la proyección de la película "La caída", de Oliver Hirschbiegel y con Bruno Ganz como Adolf Hitler. Un tímido aplauso saludó el final del filme de casi de tres horas de duración y que aborda los últimos días de Hitler en su búnker de Berlín.

El filme de Hirschbiegel aborda el final de Hitler desde varias historias. La primera, pero no excluyente, es la mirada de la última secretaria del dictador. Las otras historias pertenecen a diferentes personas de esa época y lugar: un médico que quiere salvar vidas y a la vez es fiel al nacionalsocialismo; un niño que pertenece a la juventud hitleriana y ha destruido dos tanques; el matrimonio Goebbels y su locura homicida, y una historia más general que pretende mostrar la caída como una sucesión de suicidios en masa.

El Hitler que muestra "La caída" es un ser impotente que grita y trata, con sus alaridos, de cambiar la verdad, frente a un elenco de sumisos subalternos que no se animan a desmontar la parodia del dictador. Lo espeluznante del relato no surge de la figura de Hitler sino de la mujer de Goebbels, un monstruo de sangre ultracongelada a quien el personaje de Nicole Kidman en "Los otros" no tiene nada que envidiarle. En todo caso, tiene un modelo para aprender cómo ser un monstruo a prueba de sentimientos.

"La caída" decepciona las expectativas con las que se la esperaba. No alcanza a conmover, a conseguir el tono justo para narrar lo que podría considerarse su tema central: el final de Hitler y el desmoronamiento de su círculo más cercano. El personaje, a pesar de los buenos oficios de Bruno Ganz (ese actor impecable de impronta winderiana), no se aparta de la caricatura. La frialdad que supuestamente se quiere mostrar no está lograda, y ni hablar de muchos de los diálogos, que son de una banalidad estupefaciente: por ejemplo, todo el tiempo los personajes se la pasan aconsejando a otros "Vete antes de que sea demasiado tarde". Ya se sabe. La sensación de que es demasiado tarde lo dice el mismo título de la película y el final que la historia con mayúsculas (por darle un nombre) le reservó a ese prodigio de maldad, resentimiento y misterio quizá máximo de la naturaleza humana.

Fuera de concurso, pero como parte de la selección oficial, se proyectó "Las tortugas también vuelan", un filme del director iraní Bahman Ghobadi. La película llegaba con el antecedente de haber ganado el premio del Festival de San Sebastián del 2004. Esta vez la expectativa de ver una película con garra se cumplió.

La historia del filme transcurre en Kurdistán poco antes de la invasión estadounidense a Irak. El filme muestra cómo un puñado de niños viven las secuelas y el presente de las guerras. Con imágenes fuertes y sin temor a ser melodramático, el director lleva adelante lo que tiene para relatar.

Empleados como fuerza laboral, los chicos pasan sus días entre algunos juegos y en la tarea de juntar minas explosivas para vender en el mercado de segunda mano de armamentos. También suelen descargar viejos cascos de bombas, con el riesgo de que alguno aún pueda estallar.

En medio de esa dura condición, algunos se atreven a soñar y enamorarse, aunque el objeto de sus amores y de sueños se vayan evaporando como unas gotas de lluvia sobre una piedra a la que recalienta el sol de la crueldad.

El filme fue aplaudido con calor en la noche de la apertura oficial, en el teatro Auditórium, aunque el público que iba en busca de estrellas encontró un filme duro, implacable con la realidad de una región que sufre de verdad, y que puede ser un espejo alarmante en el que mirarse.


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Bruno Ganz encarna el papel de Adolf Hitler.

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