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 sábado, 12 de marzo de 2005  
Problemas comunes en distintas geografías

La escuelita Nº 604 de Bernardo de Irigoyen transpira trabajo. Cada uno de los espacios de aprendizaje se ha ganado con ese empeño de pedir y pedir que bien conocen los docentes.

Las preocupaciones que tienen sus maestros son compartidas por sus pares del país: bajos salarios, problemas de infraestructura, pobreza en los alumnos, cómo elevar la calidad de los aprendizajes, por enumerar algunas de ellas. Sin embargo, en la zona rural que rodea a esta primera escuela bilingüe del Mercosur todo parece multiplicarse.

Así, Susana Ferreyra, maestra de primer año de la EGB, confiesa su dolor por no haber logrado el año pasado sacar adelante a sus alumnos en lectura y escritura. "Entiendo que hay otros problemas de fondo en estos chicos, problemas que van más allá de los aprendizajes, pero no tenemos a quién consultar", cuenta en referencia a la falta de personal especializado como psicólogos, psicopedagogos, entre otros.

Mientras ella habla, muy quietitos y esperando que empiece uno de los actos de lanzamiento del programa, la miran sus alumnos. Oscar Samuel López, de 13 años, es uno de ellos. Está en primero y sólo se anima a decir: "Es la primera vez que vengo a la escuela. Me gusta mucho". No muy lejos, lo observan Ariel de 9 y Orlando Da Silva de 10, uno y otro también de primero.

A Gerónima Benítez, la maestra de 3º, le preocupan los mismos problemas que a Susana. Pero agrega otro: "Los padres nos exigen mucho, pero ellos no siempre acompañan de la misma manera que piden". Y en verdad Gerónima marca un punto que es hoy por hoy debate de las aulas argentinas.

Entre sus alumnos, por la ventana del salón, se asoman Nicolás Tardini y Oscar Ramón Da Silva, los dos de 9 años, y alumnos de 3º año de la EGB. "Me gusta la escuela para mi saber", dice entre sonrisas Oscar. Maico Da Silva, otro de sus compañeritos de salón, interviene en la charla para mostrar cómo maneja el "brasilero".

A diferencia de estos nenes que manejan la lengua portuguesa, Analía Do Santos, también de 9 años y alumna de 4º año, dice que no conoce el portugués pero sí que le gustaría aprenderlo. Luana López de 8 años y Gisella De Melo ríen junto a Analía y asienten sus palabras.

Es la profesora de educación física, Mirian Marchón, la que agrega más detalles sobre la vida de estos niños: "Muchos vienen de las charca, caminan algunos kilómetros por día para llegar a la escuela".

Mirian se muestra tan orgullosa como preocupada por su escuela, porque bien sabe qué lugar de importancia ocupa la institución en esas geografías.


Trabajo infantil
De impecable guardapolvo blanco, el director de la escuela, Juan Carlos Morinigo, agrega que los niños que pertenecen a familias asalariadas son los hijos de gendarmes, de policías, de trabajadores de la administración pública, o de los maestros; sin embargo, una gran parte pertenece a hogares que viven del pequeño comercio de la zona o de la actividad de las chacras.

Y enseguida revela un dato escalofriante. "El 80% no termina la escuela básica, porque sólo un 20 por ciento de los alumnos continúa el 8º año de la EGB en la escuela de Irigoyen" (la escuela atiende desde el nivel inicial hasta 7º año).

Eso son los chicos que dejarán de alternar clase con trabajo para definitivamente incorporarse desde muy temprano a la vida del campo, de la cosecha del té o la yerba mate. Es que en Misiones el trabajo infantil es una preocupación más para las escuelas. Y, en pocas palabras, la obligatoriedad de la educación de 10 años que marca la ley federal no los alcanza.

Pero, lejos de aplacarse, el director dice que el panorama se vuelve desafiante, y enseguida insiste con sus proyectos para la escuela: "Ahora estamos en un plan para tener agua potable", dice otra vez entusiasta con su tarea.

El final de la charla llega con el llamado para ir al comedor. Y como una extensión de su tarea que no admite debates, los maestros se acercan para acomodar los 390 platos, servir la comida y acompañar en el almuerzo a sus alumnos.
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