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 sábado, 18 de septiembre de 2004

De la revolución verde a la revolución de la genética

En el estudio de la FAO recientemente publicado "El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2004 (Sofa 2004)", se informa que casi toda la investigación en biotecnología agrícola está en manos de empresas privadas de los países industrializados, lo que constituye una enorme diferencia respecto a la revolución verde, en la cual el sector público intervino activamente para que la investigación agrícola se ocupara de los problemas del hambre y la pobreza rural en el mundo en desarrollo.

Actualmente, las principales diez transnacionales de la biotecnología tienen un gasto anual en investigación y aplicación agrícola que asciende casi a 3.000 millones de dólares. En cambio, el total del presupuesto anual del Grupo Consultivo Sobre Investigaciones Agrícolas Internacionales (CGIAR), el proveedor internacional más grande del sector público de tecnología agrícola, cuya labor se concentra en las necesidades de los países en desarrollo, es inferior a 300 millones de dólares.

La producción y comercialización de nuevas técnicas biotecnológicas y cultivos producidos a través de la ingeniería genética están casi por completo en manos del sector privado. A la fecha, empresas privadas han comercializado todos los cultivos producidos por la ingeniería genética en el mundo, salvo en China, prosigue el informe de la FAO.

La FAO añade que este cambio de paradigma tiene repercusiones importantes para el tipo de investigación que se lleva a cabo, las tecnologías que se producen y la aplicación de las mismas.

"El predominio del sector privado en la biotecnología agrícola hace temer que los agricultores de los países en desarrollo, especialmente los agricultores pobres, puedan no sacar provecho de ella, ya sea porque no se pongan a su disposición las innovaciones apropiadas o porque éstas sean demasiado costosas", señala la FAO en Sofa 2004.


La brecha molecular
El estudio de la FAO revela asimismo que los países industrializados gastan cuatro veces más en investigación biotecnológica pública que los países en desarrollo, contando todas las fuentes de financiación pública: nacional, ayuda internacional y centros del CGIAR.

Incluso los programas de investigación agrícola más grandes del sector público en el mundo en desarrollo -los de Brasil, China y la India- tienen presupuestos anuales limitados, inferiores a 500.000 dólares en cada caso.

De más de 11.000 pruebas de campo realizadas con 81 cultivos transgénicos distintos desde 1987, sólo el 15% se ha realizado en países en desarrollo. Y casi toda la investigación en biotecnología que lleva a cabo el sector privado en los países en desarrollo consta en la experimentación de sus propias variedades agrícolas, informa Sofa 2004.

Estas tendencias han tenido importantes consecuencias en el tipo de productos que se producen y comercializan. La investigación del sector privado se concentra en los cultivos y en las características de interés comercial para los agricultores de los países de mayores ingresos, donde el mercado de insumos agrícolas es vigoroso y lucrativo. Pero los bienes públicos agrícolas, comprendidos los cultivos y las características importantes para los campesinos de subsistencia de los medios marginales de producción, tienen poco interés para las grandes empresas transnacionales, según indica Sofa 2004.

El predominio del sector privado en la creación de variedades genéticamente modificadas supone que posiblemente no se tomen en cuenta los cultivos y las limitaciones para la producción que tienen particular importancia para los pobres, ya que el mercado de estas semillas posiblemente sea muy reducido, dice en el informe.

En los últimos años se está experimentando más con algunos cereales como el trigo y el arroz, que son los cultivos alimentarios más importantes de los países en desarrollo, así como con una variedad transgénica de la yuca con la que se experimentó por primera vez en 2000. Además, ya se ha aprobado la experimentación de campo en algunos países con otros alimentos básicos con intervención biotecnológica, como los plátanos, camotes, lentejas y lupinos.

Sin embargo, casi dos tercios de los experimentos de campo que se realizan en los países industrializados, y tres cuartas partes de los que se llevan a cabo en los países en desarrollo se concentran en dos características: la tolerancia a los herbicidas y la resistencia a los insectos.

Sofa 2004 indica que si bien la resistencia contra los insectos puede ser un rasgo importante en los países en desarrollo, la tolerancia a los herbicidas puede ser menos pertinente en los países donde abunda la mano de obra, y que por el contrario, las características agronómicas de particular importancia para los países en desarrollo y las zonas marginales de producción, como el posible rendimiento y la tolerancia a las presiones abióticas (como la sequía y la salinidad), reciben poca atención.


La propiedad intelectual
¿Son inherentemente incompatibles la propiedad intelectual y los bienes públicos? Uno de los principales factores de base del crecimiento de la inversión del sector privado en investigación en biotecnología agrícola estriba en que en los últimos 25 años han aparecido vigorosas medidas internacionales que protegen los derechos de propiedad intelectual.

Esto ha dado a las empresas incentivos económicos para invertir en investigación y aplicación en biotecnología. Pero si bien la protección de la propiedad intelectual ha estimulado mucho la investigación del sector privado en los países en desarrollo, asimismo puede limitar el acceso de los investigadores de los países en desarrollo a determinados instrumentos de investigación: muchas de las innovaciones de la revolución genética están protegidas por patentes o licencias exclusivas, lo que supone para los países en desarrollo costos cada vez mayores para tener acceso a estas nuevas tecnologías y utilizarlas.

Lo que urge -según la FAO, en Sofa 2004- es un sistema de circulación tecnológica que mantenga los incentivos que impulsan al sector privado a innovar, a la vez que se satisfacen las necesidades de los agricultores en el mundo en desarrollo.

(Resumen del informe de la FAO

publicado en el portal E-Campo)

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