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 sábado, 11 de septiembre de 2004

candi
-Una amiga de la colectividad judía de México me mandó hace unos días una reflexión sobre el servicio a los demás y el aguardo de la recompensa que generalmente caracteriza al "virtuoso". Una recompensa a la que se aspira que no necesariamente es de orden material, sino que a veces incluso se espera sea de carácter afectivo o espiritual. Es muy usual que el ser humano espere una compensación por el servicio prestado o que haga tal servicio en vista de ello. Esto es lo que se llama la vana virtud. Es decir, el servicio, aunque bueno en sí mismo, no ayuda al crecimiento del que lo hace porque lo ejecuta movido por recibir algo a cambio.

-Y qué dice su amiga.

-"Imaginemos un infante -dice- que es traído delante del maestro de Torá (escritura sagrada) para que lo instruya en ese camino. Este es su mayor beneficio para alcanzar su realización y trascender. No obstante, debido a su niñez y limitados conocimientos, no comprende todavía la nobleza y pureza de este bien, como así tampoco cómo este estudio lo conduce a lo trascendente. Por lo tanto el educador, al ser más inteligente que el educando, necesitará incentivar al pequeño a estudiar valiéndose de aquellas cosas que le agradan al niño, acorde a su desarrollo intelectual. Por lo tanto le dirá: estudia y recibirás una golosina o un dulce", y de esta manera estudiará y se esforzará, no por el estudio en sí, ya que no percibe todavía la trascendencia de ese estudio, sino que lo hace para que le den esas golosinas, pues poder saborear esos dulces para él, indudablemente, es más valioso e importante que el estudio. Y así, sin percibirlo, se encontrará estudiando y profundizando para así obtener el objetivo que él tanto ansía, es decir la golosina o el dulce. Empero cuando crezca y madure un poco más intelectualmente, y aquel objetivo que otrora fuera importante, ahora sea poca cosa a sus ojos y comenzare a perseguir otras ambiciones, deberá ser incentivado y despertar su interés por medio de aquellas cosas que ahora le son más dignas. Y le dirá entonces el maestro: "Estudia y recibirás zapatos de tal marca o ropa nueva de tal marca" y de esta manera estudiará no por amor al estudio, sino por aquellas vestimentas que le prometieron, ya que aquellas ropas son a sus ojos más importantes que la Torá, y ellas son el objetivo de su estudio".

-Es decir que su amiga sugiere que el maestro equivoca el camino, porque enseña no haciendo reflexionar al niño y al joven en el beneficio en sí mismo de la sabiduria, sino que lo induce a conocer a Dios a cambio de una retribución material.

-Exacto. Mi amiga dice que más tarde ese mismo joven, ya adulto, no estudiará por amor a la verdad, sino por amor al rédito que le significará su estudio. Así, estudiará porque podrá ser un gran rabino, o un juez respetado y adinerado, etcétera. Dice ella: "Todo esto en realidad es una falta a la verdad. Sobre este tipo de estudio expresaron los sabios (judíos) que es un estudio "interesado", es decir, hacer un precepto o estudiar y profundizar en la Torá, no por su propio valor, sino por otro interés externo a ella. Es por eso que recomendaron los sabios diciendo: no la conviertas (a la Torá) en corona para vanagloriarte, ni en herramienta para cavar con ella (Avot 4:7). De esta manera insinuaron lo que te explayé, es decir, no tener como objetivo del estudio de la Torá el recibir honores ni acaudalar dinero, como tampoco dedicarse al estudio de la Torá del Dios altísimo, como medio de manutención. En resumen, que no tenga otro propósito al estudiar la sabiduría, que la sabiduría misma".

-Su amiga pone como ejemplo el estudio de la sagrada escritura hebrea.

-Pero intenta decirnos, sobre todo, que cualquier acto humano virtuoso no debe realizarse con el afán de obtener un premio. Aunque puede parecer utópico e irrealizable, el "amo para que me amen" no es válido. Amo, pero necesito recibir en la misma medida, es un amor vano y en muchos casos teñido de cierto egoísmo y consustanciado con el amor propio.

-Alguien le dirá que es perfeccionista, que busca un ideal y que el ideal no existe.

-Yo le diré, y abundaré mañana, que el ideal existe, sólo que los seres humanos, por conveniencia, lo hemos raptado, sacado de la escena de la vida.

Candi II

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