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 miércoles, 26 de mayo de 2004

La vicegobernadora tuvo que salir a enfrentar una durísima protesta
Bielsa encabezó los actos rodeada de manifestantes y pancartas que impugnaban el poder político provincial

Atilio Pravisani / La Capital

Una explosión de protesta tiñó ayer el acto central del 25 de Mayo en la ciudad de Santa Fe, donde la vicegobernadora, María Eugenia Bielsa, transitó y logró superar momentos difíciles frente a un grupo de inundados y familiares de fallecidos que se le abalanzó tumultuosamente al salir de la catedral metropolitana. Los manifestantes reclamaban "justicia y castigo" para los responsables de la tragedia hídrica, a poco más de un año de aquel triste suceso.

En el aniversario de la fecha patria a Bielsa le tocó presidir la ceremonia por ausencia del gobernador Jorge Obeid, de gira en Brasil. La vicemandataria sorteó la dura y airada protesta con respeto, esfuerzo y privándose de sobreactuar. Primero permitió a los empresarios afectados ingresar al Salón Blanco de la Casa de Gobierno y luego dialogar con ellos. Posteriormente, dio la cara ante los inundados: caminó hacia donde estaban y evitó así cualquier explosión de indignación -y quizá violencia- si nadie los contenía o si se optaba por reprimirlos.

Los hechos -inusuales y casi inéditos en la historia institucional provincial por sus características- se desataron y sucedieron sin solución de continuidad desde el comienzo mismo de los actos protocolares en el Salón Blanco. Allí estaba Bielsa con funcionarios e invitados especiales cuando se filtró que empresarios afectados por el desastre forcejeaban con la policía. Por mediación e iniciativa de Bielsa consiguieron acceder al lugar.

Posteriormente, la misma funcionaria se reunió con el empresario José Mustafá -quien días atrás fue recibido por el presidente Néstor Kirchner- y escuchó sus reclamos, tras lo cual acordó volver a verlo hoy en el Senado. Mustafá, quien portaba una gran pancarta con una foto pidiendo "juicio y castigo para los inundadores" (con la que ingresó cuando se entonaba el Himno Nacional en el salón) reconoció luego la actitud de la funcionaria.

"Vamos a empezar a hablar con ella de todos los problemas. La gente está muy mal y hay que hacer algo. Recuerden que yo soy un damnificado y no pretendo pedir nada por ello. Pero no se olviden que volví de la muerte. Ahora..., ahora que me aguanten...", disparó.

Mustafá afirmó que él "no tenía problemas para hablar con Obeid si éste se lo pide", pero al mismo tiempo definió a la vicegobernadora como "una persona muy receptiva a los reclamos".

Las protestas se trasladaron luego a la plaza de Mayo, donde desde hora temprana aguardaban bajo la llovizna grupos de inundados y de familiares de fallecidos portando sus nombres junto a velas encendidas. También se podían advertir carteles por todo el paseo con distintos interrogantes: "¿Por qué se salvaron las vacas del Lole y los pobres se ahogaron?"; "¿Dónde está el gobernador Obeid?", expresaban algunos. Otro pedía que se terminen las manipulaciones del ente oficial de reconstrucción.

Al finalizar el acto en el Salón Blanco, los funcionarios y Bielsa debieron recorrer una calle lateral para llegar a la catedral. En el trayecto la tensión llegó al máximo ya que los manifestantes apostados en el lugar liberaron la bronca y no ahorraron insultos. Durante varios minutos sostuvieron los insultos y gritos mientras agitaban las pancartas con los nombres y rostros de de los fallecidos.


Nerviosa caminata
La vicegobernadora y el ministro coordinador, Julio Barberis -quien no se separaba de ella-, debieron caminar hasta el último metro rodeados de un anillo de policías hasta que arribaron a las puestas del templo. Los policías confesaron luego que habían temido un intento de agresión o desbande, lo que no sucedió.

Pero el momento más inquietante, sin embargo, sucedió al finalizar el tedéum presidido por monseñor José María Arancedo. Al abrirse las puertas de la catedral, volvió el acoso de los manifestantes. La vicegobernadora intentó dar unos pasos hacia un costado para escuchar a una mujer cuando se generó un tumulto; hizo esfuerzo por caminar unos pasos más hacia el grupo, pero los manifestantes se lo impedían, empujando hacia ella. Forzados todos a detenerse, comenzaron a hablar.

Algunos de los manifestantes querían contarle las penas, otros gritarle. Los más exaltados sólo pretendían insultar. En el medio quedaron las cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas mientras los policías encargados de la guardia entraban en desesperación. No hubo desborde de violencia, todo fue forcejeos continuos hasta la explanada de la Casa Gris. En el trayecto, muchos manifestantes fueron quedándose en el camino.

Minutos después el silencio y la quietud retornaron a la histórica plaza, nunca tan gris como en la lluviosa mañana de ayer, cuando los actos en homenaje a la fecha patria pasaron a un segundo plano. Lo que subió de nuevo a la superficie fue la bronca de mucha gente "cuyas heridas aún no han cerrado", según lo señaló el propio arzobispo santafesino Arancedo en un tramo de su reflexión.

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Cuando salió de la catedral santafesina, Bielsa fue empujada por los manifestantes.

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