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 miércoles, 12 de mayo de 2004

Central Córdoba empató y se alejó de la pelea

Elbio Evangeliste / La Capital

Guffanti lo tuvo en el último segundo y no pudo. Con esa jugada Central Córdoba dejaba atrás la gran chance de ponerse a dos puntos de la punta. Pero no pudo ser. Es cierto que hasta que las matemáticas no digan lo contrario la ilusión seguirá viva, pero también lo es que después de los 90 minutos ante Almirante Brown el título aparece como inalcanzable. La bronca por no haber sabido aguantar el gol de diferencia fue mucha, aunque en la frialdad del análisis muchos coincidirán que la posibilidad de quedarse con las manos vacías estuvo también a un paso.

Demasiada tranquilidad había en el Gabino con el aviso que pegó Armani cuando apenas iban 3' de partido. Para qué contar lo que fue cuando seis minutos después Petrovelli dejó correr el lateral de Santos y fue derribado por Tríbulo. Penal clarísimo para que el goleador Leandro Armani hiciera estallar de alegría a todos.

El partido había quedado servidito para Córdoba. Es que a partir de ese momento la obligación recaía toda sobre Almirante Brown, un equipo que no tuvo inconvenientes en asumir la responsabilidad y que lo hizo metiendo la pelota con justeza en la cabeza del potente goleador Daniel Bazán Vera. Definitivamente el otro partido había empezado a jugarse, pero no como los charrúas lo imaginaron, porque en la cabeza del delantero aurinegro aparecieron varias situaciones que si no terminaron en la red fue por la buena labor de un seguro De Lemos. Córdoba de contra también tuvo las suyas, pero no hubo caso ni con el disparo de Garequita Pérez, ni con el zurdazo de Silvio Díaz que se estrelló en el travesaño.

Con algunas modificaciones tácticas -Silvio Díaz se tiro más atrás y Petrovelli se fue de punta- Córdoba arrancó la segunda etapa. Ya sin tanto ímpetu en la búsqueda del arco de enfrente, pero muy atento a las arremetidas de Armani. Mientras, Almirante Brown seguía firme con su libreto, con la cabeza de Bazán Vera como la gran apuesta. Tanto complicó esa testa que sobre los 10' Meli no tuvo otra que despejar con el puño, lo que desembocó en el error más grosero del árbitro Prieto al no ver lo que todo el estadio advirtió.

A esa altura Córdoba ya ganaba de regalo, ya que los méritos de la visita habían sido suficientes para alcanzar el empate, que finalmente llegó algunos segundos después con un cabezazo de Coronel.

Isabella hizo lo previsible y metió mucha gente en ataque, aunque siempre dio la impresión que el desequilibrio sólo podía darse por algún arresto individual. Brown, sin inquietar demasiado, funcionaba mejor como equipo y era el que más a gusto se sentía con el empate.

Y el gol no llegó. Porque en medio de la enjundia y el amor propio sólo apareció el zapatazo de Guffanti cuando el partido se moría. Pero no pudo ser. Hubiera sido el broche de oro, pero a la vez una gran injusticia. "No está muerto quien pelea", dice el viejo refrán, pero ya nada será igual. En el intento de subirse definitivamente a la pelea Córdoba lo hizo a medias. Por eso quedó con un pie abajo de la misma.

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Marcos Santos gana la posición e intenta armar un ataque.

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