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 martes, 04 de noviembre de 2003

Cólera y resignación entre los soldados norteamericanos

Camp St. Mere, Irak. - Mientras los heridos gimen de dolor en sus camas de hospital, un sentimiento de cólera y resignación inunda el campo militar estadounidense de St. Mère tras el ataque contra un helicóptero derribado el domingo."Un periodista militar que recibió la autorización para hablar con ellos en el hospital salió rápidamente porque no podía soportar los gritos de dolor", declaró la soldado Emily Dologhy.

Este nombre, St. Mère, es un homenaje al pueblo de la Normandía francesa, donde en junio de 1944 los antepasados de esta división fueron lanzados en paracaídas durante el desembarco de los aliados.

La cólera mezclada con la resignación se han apoderado de este campamento iraquí, que se encuentra a algunos kilómetros del lugar donde 16 militares norteamericanos, que abandonaban Irak en dirección a Estados Unidos o Alemania para pasar unas vacaciones, murieron cuando el helicóptero en el que viajaban fue derribado por un misil.

"Estoy harto", afirma el soldado Westley Allstead, de 22 años, de la 3ª brigada de la 82ª división aerotransportada, que afirma que oyó hablar de muertos cuando llamó por teléfono a su mujer.

La desaparición brutal de los soldados no parece impresionar a este militar que se ha acostumbrado a los tiros contra las patrullas nocturnas en Falluja, una ciudad que se opone radicalmente a la presencia estadounidense situada 50 km al oeste de Bagdad."En Irak, cada misión es peligrosa. Cada vez que nos vamos de misión, la idea de que el próximo muerto podría ser uno de nosotros nos persigue", asegura. Pero según él, todos ellos sabían que al venir a Irak sus vidas correrían peligro.

Otro soldado, con el uniforme de combate y empuñando su fusil de asalto, ni siquiera sabe que hubo muertos el domingo. Cuando se entera de la noticia, la cólera le invade ya que los soldados muertos pertenecían a su misma división."Intentamos ayudarlos y ellos nos matan", se lamenta el soldado David Hall."Es insoportable pensar en su familia". Para él, este ataque contra el helicóptero es una ducha de agua fría para todos aquellos que comenzaban a bajar la guardia. "Esto nos hará tomar conciencia de la situación real aquí."

Davil Hall y los otros soldados reconocen que son blanco de ataques incluso con morteros."Ahora ya ni reaccionamos", asegura, temiendo que con la práctica, el enemigo acabe perfeccionando la técnica y dando en el blanco.Pero "cualquiera puede conducir un camión hasta aquí y hacerlo saltar por los aires", asegura Hall en el retén de entrada al campo St. Mère.Varios soldados de la 82ª división afirman que la moral sigue alta y subrayan su intención de neutralizar al enemigo.Pero un soldado, que prefiere identificarse como Will, asegura que muchos de sus camaradas están tristes y nerviosos al ver "cómo sus hermanos de armas mueren y todo esto no lleva a ninguna parte". (AFP)

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