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 sábado, 11 de octubre de 2003

Un obstáculo para el clero conservador

Teherán. - El trabajo en defensa de los derechos humanos de la primera mujer juez de Irán antes de la revolución islámica de 1979 y ganadora del premio Nobel de la paz 2003, Shirin Ebadi, la ha llevado a la cárcel y le ha valido el calificativo de amenaza al sistema islámico de su país. Una incansable defensora de los derechos de mujeres y niños, Ebadi, de 56 años, ha actuado como abogada defensora de varios activistas políticos, asumiendo casos que otros ni siquiera se habrían atrevido a tocar. "Cualquier persona que defiende los derechos humanos en Irán vive con miedo desde su nacimiento hasta su muerte", declaró en una entrevista en 1999 con Christian Science Monitor. "Pero yo he aprendido a superar mi miedo", dijo.


Aplicación de la Sharia
Ebadi no pudo continuar su trabajo como jueza después de la revolución de 1979, cuando se puso en vigor una estricta aplicación de la ley islámica Sharia. Los nuevos líderes iraníes alegaron que las mujeres son demasiado emocionales e irracionales para trabajar en los tribunales. Ahora abogada, escritora y profesora en la universidad de Teherán, Ebadi ha pasado gran parte del tiempo desde la revolución islámica luchando por los derechos de mujeres y niños iraníes. Ella cree vehementemente que la ley Sharia podría ser adaptada a la época moderna sin socavar la religión en el República Islámica shiíta.

"Las claves legales que la religión shiíta nos ha dado nos permite transformar y actuar de acuerdo con la época", escribió en un artículo reciente.

En el 2000, Ebadi fue acusada de diseminar una cinta de video políticamente explosiva, de un miembro de un grupo de milicianos islámicos violentos, que confesó tener vínculos con políticos conservadores iraníes. Ese incidente llevó a Ebadi a la temida prisión Evin de Teherán, donde están encarcelados numerosos disidentes.

En confinamiento solitario, escribió: "Furiosamente, estoy tratando de escribir en el muro de cemento con (...) mi cuchara, que nacimos para sufrir porque nacimos en el Tercer Mundo. Se nos impone tiempo y lugar. Por eso seamos pacientes, ya que no hay otra opción". (Reuters)

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