Miguel Pisano / La Capital
Hay notas que uno jamás hubiera querido escribir. Y esta es una de ellas. Sobre todo porque el Negro Zamora es uno de los tipos más queribles que uno tuvo oportunidad de conocer en sus recordadas épocas de jugador, pero ayer intentó tapar el sol de la verdad con la mano del silencio. Es entendible que Zamora se enoje con los periodistas de Ovacion que escribieron la nota sobre una conspiración demasiado cercana al riñón del cuerpo técnico rojinegro. Lo que resulta realmente incomprensible es el remedio que buscó para tamaño problema: primero fue a la conferencia de prensa con todo el cuerpo técnico en una puesta en escena de unidad monolítica; después negó la veracidad de la nota en cuestión sin un solo dato creíble y, mucho menos, comprobable; luego se negó a hablar del partido y por último remató con su insólita prohibición a que los cronistas de este diario entren a las prácticas. En realidad, Zamora podrá prohibirles a los cronistas de este medio ingresar a los entrenamientos, pero jamás logrará impedir que La Capital cumpla con el sagrado deber de informar a sus lectores, muchos de los cuales son los hinchas a los que el técnico se debe. Un párrafo aparte merece su ayudante de campo, el polifuncional Negro Almirón, que aclaró increíblemente que él no era una de las personas que justamente la citada nota no nombraba para luego llegar al extremo de insultar a los cronistas especializados en Newell's, a los que luego desafió como una mala copia de un cuchillero de Borges. Zamora debería entender de una vez por todas que es una persona pública, que como tal sus peleas con algún periodista son gajes del oficio y, sobre todo, que Ovacion lo ha tratado y lo tratará con el mismo respeto que se merece cualquier laburante del fútbol, desde el primer jugador hasta el último hincha, como cuando publicó la nota sobre su campaña como segundo mejor técnico rojinegro después de Bielsa. Sí, Negro, no aclares que oscurece.
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