Año CXXXV
 Nº 49.575
Rosario,
lunes  19 de
agosto de 2002
Min 4º
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El pueblo canalla aguanta
Unos cuatro mil hinchas desafiaron la distancia, la lluvia y la adversidad

Si algo faltaba para cerrar el círculo de fidelidad que le tiene el hincha de Central a este equipo comandado por el Flaco Menotti fue el apoyo que le tributaron ayer en Bahía Blanca. Es cierto que esos cuatro mil viajeros se retiraron cabizbajos del estadio con la plena convicción de que no los recompensaron debidamente desde adentro de la cancha, pero igualmente se animaron a desafiar la lluvia y a decir presente a más de 900 kilómetros de distancia. Y no se privaron de nada, hasta se dieron el lujo de sumar a su ritual de banderas y cánticos a 30 intrusos portadores de los colores de Villa Mitre, el acérrimo enemigo de Olimpo.
Pero a medida que el equipo evidenciaba titubeos para resolver el jeroglífico que le proponía el rival, ese pueblo canalla entendía que no iba a ser su día. Y no todo tuvo que ver con que a esa altura de la tarde el aire ya era gobernado por la garúa. Los inconvenientes que envolvieron al hincha no sólo se limitaron al partido propiamente dicho, también se trasladaron al chárter que depositó ayer a otro puñado de fanáticos hasta Bahía Blanca. El Hércules que los trajo recién llegó a destino sobre la hora del partido porque como los dos aeropuertos estaban inoperables por el estado del tiempo se demoró la salida desde Rosario. Según dicen, varios de los que vivieron el complicado vuelo en carne propia empezaron a cruzar los dedos y a amigarse con las cábalas sabiendo que la mano ya venía mal parida.
Después ya viendo que sus jugadores entraron perdiendo casi cuando todavía no se habían acomodado, el nerviosismo de los centralistas cotizó en alza. Elevaron oraciones para revertir lo que estaban viendo, triplicaron cábalas y se convirtieron en los más exaltados ejemplos de seres humanos con ilusiones recortadas.
Así transitó el furor canalla hasta que el Cachorro Abaurre los sepultó vivos con un zapatazo mortal. Recién en ese momento el estadio se sintió local, se encargó de fraccionarles los sueños. Aunque ellos no cesaron su aliento, se fueron igualmente cantando bajo la lluvia. Emprendieron el viaje de vuelta a Rosario sin el pecho inflado de sentirse primeros. Ahora ese privilegio se lo arrebataron otros, justamente los primos del parque Independencia.


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