Hay dos certezas que no se discuten: 1) Brasil sigue teniendo (algunos) enormes jugadores; 2) Brasil, hoy, no tiene equipo.
Analizar las complejas causas que desembocaron en este presente excedería el espacio que le corresponde a la presentación de este partido de hoy frente a la Argentina.
Lo primero que surge a la vista es que los jugadores han perdido seguridad y aplomo, que la camiseta amarilla y verde pesa más que nunca y que las ansiedades de un país futbolero por excelencia que no ha resuelto sus rencillas regionales, puesto ahora en una coyuntura tan complicada como nunca antes, juegan en contra.
Lo concreto es que la tarea de Luiz Felipe Scolari es ardua porque tiene que ir probando y buscando a sus hombres sin que se le caigan puntos: Brasil está cuarto y además de jugar hoy en Buenos Aires, todavía le falta ir a La Paz, donde el oxígeno escasea y la pelota dobla menos que en Ecuador.
Estas eliminatorias ya se devoraron a Wanderley Luxemburgo y Emerson Leao, y el piso se mueve bajo los pies de Felipao.
Poco a poco y después de algunos experimentos fallidos, el ex exitoso director técnico de Gremio y Palmeiras parece ir inclinándose por la decisión -sabia- de respaldarse en los históricos, en jugadores experimentados que, además, son lo mejor de Brasil: Rivaldo, Cafú, Roberto Carlos...
Romario, el héroe máximo del Mundial 94 que el año pasado estaba para retirarse y fue rescatado de emergencia hasta transformarse en goleador de las actuales eliminatorias, esta vez no está.
Ronaldo, el que llegó a Francia 98 como el superpibe, fue obligado a jugar la final sin estar en condiciones y todavía está pagando el precio de ese error, sigue fuera del equipo, tratando de dejar atrás las lesiones en la rodilla que lo mantuvieron dos años marginado de la competencia.
Otras ausencias llamativas en esta convocatoria de Scolari son la de Juninho Paulista, de lo mejorcito que puede ofrecer hoy Brasil como conductor ofensivo, y la del ciclotímico Alex, uno de esos jugadores que eternamente prometen más de lo que hacen.
En el mediocampo vuelve Mauro Silva, hombre clave en Estados Unidos 94 que, luego de aquella conquista, estuvo muy pocas veces en el scratch.
El veterano jugador de Deportivo La Coruña (que renunció a jugar la Copa América en el aeropuerto) es un maestro en eso de darle equilibrio al equipo y parece una carta bien jugada en este momento.
Una de las dudas en la formación está planteada entre Vampeta, gran figura en la victoria sobre Argentina del año pasado en San Pablo pero sumido en la irregularidad desde entonces, y Juninho Pernambucano, que asegura despliegue y pegada pero no es garantía de organización.
Por otra parte, Felipao tampoco definió si ubicará a Leonardo, el zurdo ex Milan, pasando a Rivaldo a posición de media punta, o si retrasará al astro del Barcelona para incluir a Marcelinho Paraíba, de buen trabajo frente a Paraguay, lo que supondrá un esquema más ambicioso.
La última incógnita está dada entre Elber, que hasta el momento jamás alcanzó en su selección el nivel del Bayern Munich, y Euller, el delantero del Vasco que tampoco se ha destacado con la verdeamarelha.
A la espera quedó el zurdo Denilson, del que puede aguardarse una jugada de colección o bien que no la toque en todo el partido, sin términos medios.
En cuanto a la estructura defensiva, Felipao abandonó la línea de cuatro, más tradicional en Brasil que en cualquier otro lado, soltó a Cafú y a Roberto Carlos y presentará una formación de tres zagueros, Cris-Roque Junior-Lucio, en la que Roque Junior es el más consolidado.
De mitad de cancha hacia atrás, lo más confiable es Marcos, el longilíneo arquero del Palmeiras. Porque curiosamente, de lo que sí Brasil dispone en la actualidad es de una cantidad de buenos arqueros (Marcos, Dida, Helton, Rogerio, Rubinho, Darnlei, Julio César) como no había tenido antes, en tiempos mejores.
La Ciudad
