Año CXXXIV
 Nº 49.142
Rosario,
sábado  09 de
junio de 2001
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La protesta de Moyano. Cómo la vivieron las escuelas y los supermercados
Los mercantiles marcharon esta vez sin incidentes por el centro

Milagro. A diferencia de lo que venía sucediendo en los últimos paros nacionales, los piquetes que realizaron ayer los mercantiles de Rosario no derivaron en disturbios, vidrios rotos, ni detenidos. Apenas las bombas rituales en distintas esquinas céntricas, el repiqueteo constante de los tambores y la intención del secretario general de Empleados de Comercio, Rubén Ghioldi, de "que se retiren de los supermercados los trabajadores que así lo deseen".
Los activistas mercantiles partieron desde las 10 de la sede sindical de Corrientes al 400. La columna apenas si superó las 50 personas. Por lo bajo, la bronca de los manifestantes se hizo sentir: "La CGT disidente nos dejó solos, pero por lo menos nosotros salimos a la calle".
La movilización tomó Corrientes hasta Córdoba, y allí comenzó el periplo por el centro. El recorrido fue distendido, con las clásicas bombas de estruendo en cada esquina, las alarmas de algunos negocios y autos estacionados que se activaban, y ningún enfrentamiento con los locales que estaban abiertos.
Las casas de electrodomésticos que estaban trabajando se encargaron de bajar las persianas diez minutos antes de que llegaran los manifestantes, y las levantaron cuando el ruido de sus bombos se oía lejos. "Es un paro dominguero, parece un día feriado", dijo una comerciante de Rioja e Italia, quien aseguró que en su local gastronómico "se trabajó como todos los días".
Los supermercados elegidos para la visita de rigor fueron el Tigre de Moreno y avenida Pellegrini; el Norte de Pellegrini y Vera Mujica; y el Coto de Mendoza y Alsina. Haciendo la posta en cada uno, los activistas se movilizaron en cinco colectivos seguidos de cerca por decenas de efectivos policiales motorizados.
En los tres supermercados la postal fue la misma. Ghioldi y otros dos dirigentes gremiales exigiendo que la policía los dejara hablar con el gerente; éste que se ofrecía al diálogo "a solas", y algún insulto que otro hacia un encargado o a la gente que salía con los changuitos cargados de bolsas de mercadería.
En el Norte y el Coto, los mercantiles lograron que un puñado de empleados saliera en medio de aplausos de los manifestantes, aunque la alegría de los militantes sindicales se diluyó enseguida: en rigor, se retiraban porque habían terminado su turno laboral.


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