Año CXXXIV
Nº 49.034
Rosario,
martes 20 de
febrero de 2001
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La escritora chilena explica por qué se inició en el género de relatos con el libro "Un mundo raro"
Marcela Serrano: "En un cuento irse por las ramas es criminal"

Durante años la novelista se negó a escribir relatos porque sentía que invadía un terreno que no era el suyo. La realidad mexicana la animó a probar el género

Serrano aseguró que durante años evitó ser escritora.

 

Marcela Serrano comenzó a escribir tardíamente. Recién publicó su primera novela a los 40 años. El éxito fue inmediato y la escritora chilena siguió en ese género, cerrándose a cualquier otra iniciativa hasta que el año pasado, influenciada por su vida en México, se decidió a probar con el relato. El resultado fue “Un mundo raro”, que publicó Grijalbo Mondadori. En ese libro están sus temas y sus pasiones, según aseguró a La Capital. “Irse por las ramas en un cuento es un crimen”, dijo para diferenciar el relato de la novela, el género que la consagró.


Viaje a la intimidad de una escritora
"Cartas a sus amigos" reúne el epistolario de Marguerite Yourcenar

El libro de casi ochocientas páginas editado por Alfaguara reconstruye parte de la vida de novelista francesa

Marguerite Yourcenar junto a Grace, su pareja, en EEUU.

 

La edición de "Cartas a sus amigos" de Marguerite Yourcenar permite conocer aspectos inéditos de una de las grandes escritoras del siglo XX. Es un tesoro nuevo para los lectores de la novelista de "Memorias de Adriano", pero un tesoro tamizado por el sello del amor, los celos y la búsqueda de privacidad que puso en la vida de Yourcenar su pareja Grace, ya que como aseguran las recopiladoras de las misivas, la fotógrafa Grace Frick funcionaba como un cerrojo a la hora de ver qué contactos estable...



Cuentos de verano: Un fulgor desconocido


 

Integramos dieciocho caravanas y de todas nos expulsaron antes de llegar a destino, sin violencia pero con una determinación que no permitía los sobreentendidos. Volvimos a intentarlo dieciocho veces y otras tantas fuimos ignorados. Ahora somos nuestra propia caravana y, mientras recorremos la ciudad, nos damos cuenta de que nos movemos en círculos. Si tuviéramos que regresar al lugar desde el que comenzamos a caminar, sabríamos que el movimiento lento no tiene destino. Ninguno de nosotros recuerda de qué está hecho ni cuándo se sumó al resto, aunque es capaz de intuir, por los gestos, algunos rasgos de personalidad. Nos queda, a veces, el goce de los cuerpos, que ejercemos con profunda, meditada prolijidad.


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