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 viernes, 30 de noviembre de 2007  
Sofocan un alzamiento armado en Filipinas contra la presidenta Arroyo
Un ex militar, juzgado por otra intentona, copó con sus seguidores un hotel en Manila

Manila. — El ejército de Filipinas sofocó una rebelión de una treintena de soldados rebeldes y simpatizantes civiles, quienes se habían atrincherado en un hotel de Manila para exigir la renuncia de la presidenta Gloria Macapagal Arroyo. Un ex teniente y senador, acusado de un anterior intentona, lideró el alzamiento.

   Un vehículo militar blindado ingresó en el vestíbulo del lujoso hotel Manila Península, disparando su ametralladora pesada después de que los rebeldes rechazaran un ultimátum para entregarse. Los policías y soldados lanzaron gases lacrimógenos durante el asalto al hotel, ubicado en el barrio financiero de Manila.

   El líder del grupo rebelde, el senador y ex oficial Antonio Trillanes, anunció la rendición ante las cámaras de la televisión y dijo aceptar las consecuencias de su actitud. Trillanes, quien acusó a Macapagal Arroyo de corrupción y fraude electoral, explicó que había actuado por motivos de conciencia y que decidió rendirse para evitar un baño de sangre.



Arresto de periodistas. El Ministerio del Interior Ronaldo Puno impuso el toque de queda para la capital, Manila, y sus alrededores. La medida quedó vigente sólo hasta el alba de hoy.

   La policía arrestó a más de 40 periodistas de medios locales y extranjeros que se negaron a abandonar las inmediaciones del hotel antes de que las tropas asaltaran el edificio. “Cuando hay una operación militar y (los periodistas) se interponen entre las tropas y la gente que perseguimos, están obstruyendo la Justicia”, argumentó Puno.

   El ministro indicó que el toque de queda permitiría a las fuerzas de seguridad localizar a presuntos cómplices de la rebelión. “Esperamos que este toque de queda se limite a un solo día”, añadió.



Periplo inusual. Trillanes, quien fue teniente de marina y actualmente es senador, está acusado por un intento anterior de derrocar el gobierno en 2003, por el que compareció ayer ante el tribunal que lo juzgaba por ese caso. El ex militar aprovechó la comparecencia para huir junto con unos 30 simpatizantes, entre ellos los policías militares que estaban encargados de vigilarlo. Juntos marcharon entonces hacia el hotel Manila Península. “La gente está harta”, declaró Trillanes al llegar al lujoso hotel y atrincherarse.

   El llamamiento de los soldados rebeldes a la población para que se uniera al movimiento para derrocar a la presidenta no encontró prácticamente ningún eco. Los primeros disparos surgieron unos 75 minutos después de que expiró el plazo dado a los disidentes para que se rindieran, una vez que las autoridades obtuvieron órdenes de detención en su contra. Luego de escucharse la rotura de vidrios, el vestíbulo de hotel se llenó de gas lacrimógeno y las personas que estaban en el lugar se cubrieron la cara con trapos empapados con agua.



Alianza heterogénea. Apoyados por otros oficiales disidentes fuera del hotel y dirigentes de la oposición y de la izquierda filipina, los militares golpistas trataron de alentar por tercera vez en la presidencia de Arroyo una revuelta, llamada por ellos del “poder popular”, mediante llamados telefónicos y mensajes de texto, pero sin mayor éxito.

   Un general, Danilo Lim, que formaba parte del grupo sedicioso, leyó una declaración en la se afirma que “no podemos mirar impasibles cómo son destruidas las leyes, el orden moral, la integridad de las instituciones, todo el futuro de nuestro pueblo y nuestras carreras por una presidenta fraudulenta”. Entre los simpatizantes civiles figuraba el ex vicepresidente Teofisto Guingona, también detenido en el hotel.

   Arroyo, quien se trasladó de inmediato al palacio presidencial, aseguró a la población que el gobierno había superando la situación. “No debe haber dudas en las vigencia de las leyes en este país y la capacidad del gobierno para imponer lo que es correcto en contra de lo que está mal”, dijo la presidenta en un mensaje a la nación.

   La rebelión ocurrió en la víspera de manifestaciones antigubernamentales, para condenar la presunta corrupción en la que incurrían Arroyo, su familia y sus más estrechos aliados en el gobierno. l
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Combate urbano en Manila. Los soldados se aprestan a asaltar el hotel donde se habían refugiado los sediciosos, una mezcla de militares y civiles de diversa procedencia ideológica.

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