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 sábado, 17 de marzo de 2007  
Dicen que la escuela no puede trabajar sola

“Yo te cuento mi caso, pero no quiero dar mi nombre para no ser escrachado”, dice Lucas, de 16 años y alumno de una escuela técnica, ni bien comienza a conversar. Por esa misma razón todos los testimonios recogidos para estas notas reservan el nombre completo de los adolescentes y familias.

Lucas repitió dos veces el noveno. “La primera vez porque mi papá se enfermó, luego falleció, y yo me dediqué a salir, no había quién me mirara lo que hacía. Al año siguiente me costó salir de ese ritmo y me llevé de nuevo 6 materias que no pude aprobar. Este año logré pasar a primero polimodal y pienso aprovechar la oportunidad. Teminaré los últimos dos años de mi secundario en una Eempa”, cuenta.

Dice que la segunda vez que debió cursar 9º, la escuela cuestionó su reinscripción aunque luego lo terminó por anotar. También le costó adaptarse con sus compañeros, “en especial con los olfas”. Algo que superó con el tiempo.

Según reflexiona en voz alta, “con muchos profesores puedo conversar y me entienden en lo que me pasa, pero si hubiera un psicólogo, alguien que se dediqué a conversar con nosotros más seguido, quizás todo hubiera sido distinto”.

Para el alumno la figura de los tutores, introducidas con la aparición del tercer ciclo de la EGB , no alcanza. “Sabés qué pasa —dice— es un tutor para 5 divisiones de unos 30 alumnos cada una, ¿cuándo lo vemos para conversar?”. La pregunta de Lucas instala otra mirada en esta problemática de los alumnos repetidores que es la ausencia de profesionales y equipos permanentes que ayuden a las escuelas a sortear múltiples dificultades.
Trabajo en equipo
En ese camino de buscar ayuda se inscribe la experiencia de la Escuela Técnica Nº 672 Remedios de Escalada, de San Lorenzo. Según relata la directora Mónica Adami, en el 2004 comenzó a funcionar en su escuela el Equipo de Asistencia al Joven, financiado por la municipalidad local e integrado por profesionales (como psicólogos, psicopedagogos, fonoaudiólogos y trabajadores sociales) para ayudar en la difícil y cada vez más compleja tarea de enseñar.

Con algunos sobresaltos que pusieron en duda la continuidad del proyecto, el equipo siguió funcionando y fue el motor para que escuela, docentes y alumnos se integraran en un mismo proyecto.

El trabajo en esta escuela no es casual, los mismos chicos cuestionaron, en una jornada de reflexión, sentirse discriminados porque su escuela era conocida como “la ratonera” ( La Capital /Educación/2/12/2006). Para cambiar esa imagen todos trabajan, apoyados por este equipo.

“Tenemos problemas como todo el mundo, pero también estamos haciendo mucho, los docentes están comprometidos, y tratamos de comprometer también a las familias. Al menos, vemos que es posible retener mejor a los alumnos con este proyecto”, dice la directora.

El testimonio de Lucas y la experiencia de la escuela sanlorencina hablan de otro aspecto de una problemática tan compleja como es la repetición: la necesidad de contar con otros profesionales especializados que piensen codo a codo con la escuela, de manera cercana, cotidiana. También de proyectos que se sostengan en el tiempo, con el apoyo necesario por parte de los Estados.
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