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 sábado, 17 de marzo de 2007  
El proceso de elección de los estudios superiores
“La construcción vocacional no es exclusiva de los ingresantes”
Ariela Lowenstein destaca las acciones de orientación que hacen las universidades

Matías Loja / La Capital

La elección de una carrera universitaria es para muchos una instancia traumática, envuelta en incertidumbres, miedos y hasta desconocimiento de ciertos elementos necesarios para encarar este proceso. En este sentido, a la búsqueda de información concreta y abundante acerca de determinado estudio, asoma cada vez con más fuerza la necesidad de los jóvenes de recibir algún tipo de orientación vocacional.

   “Creo que las acciones que proponen las universidades y el Ministerio de Educación nacional sobre este tema son interesantes, sobre todo porque permiten poner sobre el tapete el tema de la vocación, y poder empezar a hablar de ello”, señala la psicóloga Ariela Lowenstein.

   Docente universitaria y responsable del espacio Proyecto Vital (www.proyectovital.com.ar), dedicado al tema de la orientación vocacional, Lowenstein aclara que en realidad este proceso de construcción no se limita específicamente a los jóvenes de 18 años que pretenden ingresar a la universidad, sino que puede realizarse en diferentes momentos de la vida, aún siendo adultos.

   Es que si bien este tipo de guía y apoyo suele vincularse con la elección de los nuevos inscriptos a las instituciones de educación superior, cobra importancia también en la, problemática de quienes tras meses, y hasta años de estudio, deciden dejar la carrera elegida por otra.

   —¿Cómo evalúa el fenómeno del cambio de carrera?

   —Este hecho de pasarse de un estudio a otro, después de un año o dos de cursado, e incluso meses en algunos, nos habla de la elección, lo que nos lleva a que comencemos a pensar en realidad cómo fue realizada esa opción. Muchas veces, los adolescentes eligen sin hacer ninguna indagación más profunda, y lo hacen como escogieron la terminalidad en el secundario, incluso continuando esa disciplina en el nivel superior. Entonces, creo que es importante hablar de cuáles son los elementos que influyen a la hora de elegir. En general, por ejemplo, se tienen en cuenta las carreras de moda, títulos que se piensan que tienen una mayor salida laboral. Hace algunos años, los adolescentes hablaban de carreras “futuristas”, como en su momento fueron las informáticas, o hace poco los estudios cortos como hotelería y turismo. También influye el deseo de los padres, que a veces proyectan de manera inconsciente sus deseos concretados o frustrados en sus hijos.

   —En este escenario, ¿cómo entra a jugar la vocación?

   —Creo que la vocación es algo que se construye. Tiene que ver con los intereses de la persona, sus gustos y su árbol genealógico, esa novela familiar que se le transmite a los jóvenes. Pero es un mito creer que la elección vocacional es sólo para aquellos que ingresan a una carrera de nivel superior. La orientación vocacional es algo que se da en el transcurso de la vida, porque siempre hay tiempo para retomar la construcción vocacional, aunque no es lo mismo la elección que se hace a los 18 que a los 40 años. Por eso pienso en tres clases de identidad vinculadas a la vocación: una adquirida, que relaciona al joven con su bagaje y su árbol genealógico; una identidad esperada, que se manifiesta hasta los 40 años y vinculada a la perspectiva de vida y profesional; y una identidad soñada después de los 40 años.

   —Las facultades y la Nación realizan cada vez más acciones vinculadas con la orientación vocacional. ¿Qué evaluación hace de estas propuestas?

   —Creo que las actividades que proponen las universidades y el Ministerio de Educación nacional sobre este tema son interesantes, sobre todo porque permiten poner sobre el tapete el tema de la vocación, y poder empezar a hablar de ello. Y esto ayuda además mucho en el vínculo padre e hijo. La orientación vocacional era un tema pendiente, porque antes se esperaba socialmente que alguien supiera que carrera seguir como si fuese una cosa que le viniera de adentro. Entonces, cuando el joven estaba inseguro se generaba un conflicto. Lo que se está promoviendo es muy interesante, pero no es suficiente. Es necesario hacer este proceso con un profesional, y apoyar el trabajo de los tutores en las facultades.

   —Según una encuesta de la Universidad de Belgrano, un 38 por ciento de los estudiantes se arrepiente de su elección de carrera, pero sólo un 20 por ciento piensa en cambiar o abandonar ¿Es posible continuar, por miedo al fracaso, un estudio superior a desgano?.

   —Es cierto que existen estos casos, pero es muy difícil sostener por cinco años algo que insume muchas horas de cursado y estudio, sin que a uno le guste. Es casi imposible pensar que alguien pueda recibirse de algo que no le gusta para nada, y ni hablar de lo frustrante que esto es para la persona.
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"Es casi imposible que alguien se reciba de algo que no le gusta para nada", opina la especialista y psicóloga Lowenstein.

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