La hora del fin del mundo

En distintos medios se ha recordado recientemente la existencia de un reloj que marca “la hora del fin del mundo”, a la medianoche. Una comunidad de científicos va adelantando o atrasando las agujas hacia esa hora infausta. En 1991, con el fin de la guerra fría, nos encontrábamos a 17 minutos. A partir del 2001 nos hemos ido aproximando a la hora terrible y hoy nos encontramos a 5 minutos. Ello tiene que ver con la aparición en el horizonte de la posibilidad de la hecatombe nuclear. Una advertencia para dirigentes puede ser que ciertas acciones humanas moralmente ilícitas, como lo es la guerra preventiva, en cuanto tal, pueden tener un agravante que surge de las consecuencias previsibles. No es lícito prescindir de ellas, ni eludir el ponderarlas debidamente, como ha ocurrido en la guerra de Irak. Por otra parte, frente a los peligros y amenazas indicados, como ciudadanos del mundo, debemos reafirmar nuestra apuesta por la vida en todos los campos. Y hacerlo patente a la dirigencia. Y como creyentes, reafirmamos nuestra confianza en que Dios no va a permitir que ningún loco o criminal oprima los botones de la destrucción total de la humanidad. Abona esta seguridad, entre otras cosas, la convicción de que en este momento hay en el mundo muchos millones de personas mejores que quien esto escribe y que muchos de sus lectores. Reconocerlo con humildad y tratar de purificarnos y perfeccionarnos atraerá la benevolencia divina, que es la mejor custodia y salvaguarda de la humanidad amenazada.

Mons. José Bonet Alcón

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